La primera locutora de Castilla-La Mancha, el aviador republicano y la fallida bomba sobre 'Radio Albacete' en 1936
Cuando el golpe de estado franquista se extendió por la península ibérica como un viento sahariano desde el norte de África y Canarias, adentrándose por Sevilla, en Radio Albacete, que celebra este 2024 su 90 aniversario, resonaba La marcha de los aviadores, la popular canción de Charles Boyer de la película I.F.1 no contesta. Eran las dos de la tarde del 18 de julio de 1936, y como cada día desde hacía más de dos años, la voz de Pilar García-Saúco Rodríguez inundaba los transistores y radios de galena de los albaceteños.
Pilar, nacida en el otoño de 1918, fue la primera speaker de radio en la actual comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, una joven apreciada y respetada que se unió al proyecto radiofónico de Antonio Cuevas Belmonte desde sus inicios, y lo hizo en contra de la opinión su padre y sus hermanos. Y es que la joven era para entonces menor de edad. Su presencia en la nómina pionera del personal de EAJ-44, la primera emisora castellanomanchega, ya la consagraba en la historia de Albacete, puesto que logró el reconocimiento de oyentes, comerciantes y empresarios. Pero su legado va más allá: es el relato de una guerra entrelazado con el amor, y con la radio como testigo sonoro mientras la oscuridad política envolvía a España.
Al estallar la guerra civil, Radio Albacete ya estaba establecida en el número 4 del Pasaje de Lodares, un edificio diseñado por el arquitecto valenciano Buenaventura Ferrando Castells en 1925. Esta emblemática construcción fue promovida por Gabriel Lodares, un hombre de notable fortuna que decidió erigir sobre las ruinas de una vivienda de su propiedad, situada en el número 32 de la calle Mayor, una monumental galería comercial y residencial.
Lodares, quien había sido alcalde de la ciudad de Albacete en dos períodos a principios del siglo XX, era reconocido como el impulsor de lo que se consideraba una de las calles más bellas de Europa, que conectaba Mayor y Tinte.
Con esta visión, Lodares consideró que era el momento de dinamizar el mercado del alquiler en Albacete. Así lo respaldaba el proyecto arquitectónico presentado al Consistorio, que obtuvo la autorización para materializarse en una obra de piedra, madera, cemento, cristal y hierro.
Los rebeldes toman la radio
En ese enclave tan privilegiado trabajaba Pilar, a quien el levantamiento le sorprendió en su turno de trabajo. Apenas transcurridas unas horas desde que se había conocido la rebelión militar, el domingo, 19 de julio, se presentaron en los estudios de EAJ-44 un puñado de insurgentes a las órdenes del teniente coronel de la Guardia Civil, Fernando Chápuli.
El jefe de la comandancia albaceteña estaba al mando de casi 300 guardias y de otros 400 rebeldes, entre falangistas, monárquicos, cedistas y agricultores. En total, unos 700 hombres dispuestos a tomar los puntos estratégicos de la capital para que triunfara el golpe militar. Y en ese contexto, la radio jugaba un papel crucial.
Los rebeldes irrumpieron en la emisora con una copia del bando dictado por el teniente coronel Enrique Martínez Moreno, comandante militar de la provincia tras la declaración del estado de guerra. Apuntando con sus armas, obligaron a Pilar y a otros compañeros de la emisora a leer una y otra vez esa proclama, en la que se anunciaba el cese del gobernador civil, Manuel Pomares, y se declaraban enemigos en acción de guerra a quienes no se unieran al levantamiento.
El mensaje transmitido a través de las ondas de EAJ-44 establecía restricciones estrictas, prohibiendo la formación de grupos de más de tres personas y limitando el acceso, desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana, a lugares estratégicos como centrales eléctricas, vías férreas, depósitos de agua, centros y dependencias militares, bancos y otros edificios ocupados por las fuerzas sublevadas. Además, se vetaba la circulación de automóviles públicos o privados dentro y fuera de la población, y se requería autorización del comandante militar para convocar cualquier tipo de reunión.
Conscientes del papel crucial que desempeñaba la radio como medio propagandístico para persuadir a la población sobre la fuerza imparable del levantamiento franquista, las autoridades republicanas consideraron de imperiosa necesidad poner fin a las transmisiones de Radio Albacete, en manos de los golpistas.
Como parte de la estrategia para restaurar el orden constitucional, se organizaron operaciones aéreas para bombardear los puntos tácticos identificados. En el caso de Albacete, se enviaron aviadores desde el aeródromo Burguete de Los Alcázares, en Murcia.
Desde el aeródromo de Los Alcázares
Después del desconcierto inicial, el 19 de julio, ese aeródromo fue adscrito al Gobierno de la República, albergando decenas de aeronaves y convirtiéndose en uno de los más importantes durante todo el conflicto bélico que comenzó en 1936, con una influencia directa sobre la provincia de Albacete.
En medio de estos días de intensa actividad bélica, uno de los aviones destinados a Albacete desde tierras murcianas llevaba a bordo a Antonio Núñez Chazarra, un experimentado aviador que ejerció en numerosas misiones como observador aéreo. Entre sus responsabilidades se encontraba corregir el tiro de la artillería, cartografiar las trincheras enemigas, tomar notas y fotografías de las concentraciones de los contendientes, y, en ocasiones, realizar bombardeos o disparos sobre posiciones adversarias.
Al llegar a tierras albaceteñas, los aviones bombardeaban las posiciones enemigas, procurando evitar los blancos en zonas habitadas. Calcular con precisión la ubicación de los puntos estratégicos dentro del casco urbano de Albacete resultaba ser todo un desafío, ya que se buscaba minimizar las bajas civiles. Las bombas destinadas a silenciar las emisiones de Radio Albacete, donde Pilar trabajaba incansablemente esos días, impactaron en las filas rebeldes, pero buscando al máximo evitar los daños colaterales a una población inocente.
Esta acción salvó la vida de la primera locutora de Radio Albacete durante el control de la ciudad por parte de los golpistas, que tomaron hasta el aeródromo de Los Llanos. Los relatos que han traspasado las fronteras del tiempo y, con ello, del olvido, indican que la bomba dirigida a EAJ-44 cayó en el llano albaceteño, lejos del área urbana. Esta circunstancia marcó el inicio de un nuevo capítulo en esta tragedia griega.
Después de esa fatídica semana de julio, la instalación aeronáutica albaceteña, al igual que el resto de la ciudad y sus instituciones, volvió a manos republicanas el domingo 26 de julio. Desde noviembre de ese mismo año y hasta abril de 1938, la futura Base de Los Llanos se convirtió en la sede del Estado Mayor de la Aviación Militar Republicana y, luego, albergó la aviación republicana de transporte hasta marzo de 1939, justo antes del final de la guerra. Además, durante este período, también acogió a las Brigadas Internacionales.
El traslado del aviador a Albacete
Fue durante este tiempo cuando Antonio fue trasladado a nuestra ciudad. La vida cotidiana de una capital de provincias propició el encuentro entre Pilar, la locutora, y Antonio, el aviador. Pronto surgió el enamoramiento y el cortejo y, con el paso del tiempo, llegó el momento de la boda.
Hasta que finalmente se llevó a cabo esa unión matrimonial, la vida del militar se complicó considerablemente debido a un grave accidente sufrido durante una misión con la 2ª Escuadrilla del Grupo 12, en una operación en Huesca. El avión en el que volaba Antonio estaba pilotado por un hombre de gran corpulencia de origen yugoslavo llamado Bosko Petkovic, que apenas cabía en la cabina. Durante un aterrizaje forzoso cerca del municipio oscense de Sariñena, el aviador sufrió fracturas en las piernas, lo que le dejó secuelas durante un largo período.
En 1939, con la victoria de Franco en la guerra, Antonio, entonces teniente, fue procesado por la justicia militar por su participación en la aviación republicana, siendo sentenciado a tres años de prisión menor por auxiliar a los rebeldes.
Después de superar estos desafíos, finalmente se llevó a cabo la tan esperada boda entre el aviador y la locutora, en una ceremonia casi a escondidas y oficiada por un sacerdote cercano a la familia. De este matrimonio nacieron dos hijos, Antonio y María Pilar. La pareja, tanto ella como él, decidió cambiar de rumbo en sus vidas. Pilar se forjó una reconocida carrera como experta en corte y confección, siendo admitida para el departamento de diseño de El Corte Inglés tras pasar por prestigiosos centros de formación de Madrid. Luego, le llegaron éxitos en Alemania y en Francia.
Con el paso del tiempo, la familia se marchó a Formentera del Segura, en Alicante, donde Pilar puso en marcha una escuela nocturna para trabajadoras del campo, donde aprendían a leer y coser, e incluso, se atrevió con el teatro, formando parte de una compañía amateur con la que giró por la comarca. Y tal fue el éxito que uno de los directivos de TVE, responsable de programas teatrales tan reconocidos como Estudio 1, Alberto González Vergel, le propuso trabajar como actriz. Finalmente, y tras pasar seis años en tierras alicantinas y superar diversos baches de salud, decidió regresar a Albacete, fundando un comercio especializado en lanas ubicado en la plaza de la Constitución, que en ese entonces era conocida como de la División Azul, que compatibilizó con una intensa actividad religiosa.
A pesar de los obstáculos, Antonio continuó luchando por sus derechos como militar durante años y en 1983, después de un largo proceso judicial, la Jefatura Mayor de la Armada reconoció que, de haber continuado con su carrera, habría alcanzado el rango de capitán, con todos los derechos correspondientes. Antonio falleció en mayo de 2009 a los 94 años de edad. Pilar murió a los 92 años en agosto de 2011.
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