El 14 de agosto de 2003 una explosión en el Complejo Industrial de Repsol Puertollano sobrecogió a la población minera. A las 8.15 horas de ese día el Servicio de Emergencias 112 recibió la primera llamada de una persona que alertaba de una explosión en la refinería.
El efecto del estallido de un tanque se propagó a otros cercanos provocando un incendio de grandes dimensiones. Costó la vida a nueve trabajadores y otras 17 personas resultaron heridas de diversa consideración.
La nube tóxica preocupó durante días. Sobre todo, tras el colapso de los últimos tanques de combustible y la gran bola de fuego sobre el Complejo, según recogen las crónicas de la época. Las alarmas activadas dentro del Plan de Emergencia Interior del complejo - primero la general y luego la parcial- se prolongarían hasta el 22 de agosto.
Jesús Camacho estaba en casa ese día. “Escuché el estruendo, recibí la llamada de un compañero y salimos corriendo hacia la empresa”. Era trabajador de Repsol y secretario provincial de CCOO en Ciudad Real.
Los trabajadores de las contratas de mantenimiento y albañilería se estaban incorporando a aquella hora a su puesto de trabajo. En aquella época Repsol realizaba obras de ampliación de las instalaciones. “La explosión les pilló en las furgonetas”, cuenta Camacho, que hoy está jubilado y relata cómo se produjo una auténtica “estampida” de los empleados en el complejo petroquímico.
Fue dice, una reacción “lógica” porque quienes trabajaban en la planta “sabían que se podía ir todo al garete. Querían ponerse a salvo porque había todo un parque tanques y a su lado esferas con butano y propano que podían originar una onda expansiva. Afortunadamente tenían un sistema contra incendios”.
El incendio duró cuatro días. En las tareas para controlar y apagar el fuego trabajaron más de 800 personas. “Llegaron incluso a venir los bomberos del aeropuerto de Madrid”. El Ayuntamiento de Puertollano decretó seis días de luto. Hoy la televisión pública de Castilla-La Mancha, CMMedia, recordaba aquellos días y las imágenes del terrible incendio.
Tras el accidente se inició una investigación interna y otra externa. En las conclusiones de la investigación interna la compañía atribuyó el accidente a “un error humano”. El documento decía que se produjo por “acumulación indebida” de gases en días precedentes, lo que terminó provocando la explosión. Se apuntaba que no se hizo caso de los “avisos y alarmas” y que “no se atendieron ni adoptaron las decisiones operativas para corregir la acumulación de gases, si bien los sistemas para detectar el problema funcionaron correctamente”.
Los sindicatos rechazaron esta versión y no llegaron a firmar el acta de la investigación interna. “Hubo mucha tensión porque había cuestiones divergentes en las conclusiones finales”, explica Jesús Camacho.
Los representantes de los trabajadores incidieron en “aspectos técnicos” como el diseño de este complejo, “idéntico” a los de A Coruña o Tarragona. “Se podía haber evitado la licuación de gases en una instalación de primera magnitud y tan informatizada”, asegura.
“Algo anormal que no debería haber ocurrido”
En octubre de 2003, Jesús Camacho incidiría en las causas del accidente en un artículo publicado en la revista de Salud Laboral de ISTAS-CCOO. En su opinión, la salida de gases de un tanque de techo flotante, diseñado y preparado para contener combustible fue “algo anormal que no tenía que haber ocurrido” y añadía que “tampoco se debería haber mantenido en marcha la unidad de producción de cabecera de forma desestabilizada sin que ningún máximo responsable del departamento de Producción o de la propia Dirección del centro ordenara la parada inmediata”, aseguraba este sindicalista y trabajador en la planta durante toda su vida laboral, al recordar que semanas antes del siniestro se habían detectado fallos en la cadena productiva.
Dice que fue “sorprendente que no se hubieran tomado decisiones para separar adecuadamente los hidrocarburos ligeros de la gasolina, evitando así su llegada a un tanque atmosférico”. Y es que en un recipiente de esas características no se puede acumular una masa de gas a presión “que eleva su techo, lo bascula y libera butano y otros gases explosivos que, cuando encuentran un punto caliente, originan una deflagración”.
Es justo lo que ocurrió y dos décadas después recuerda cómo “se empezaba entonces a sustituir en las grandes empresas buena parte de la mano de obra por contratas externas”. Lamenta que no se escucharan las propuestas sindicales por introducir normas de prevención de riesgos laborales “modernas” que también llegasen a los trabajadores subcontratados por Repsol-YPF porque “se dispersaban las responsabilidades y obligaciones de las empresas”.
El caso fue archivado judicialmente en la vía penal en abril de 2005. Pese a que la familia de uno de los fallecidos, Juan de Dios García Piña, logró en octubre de ese mismo año reabrir el caso ante la Audiencia Provincial de Ciudad Real, terminó diluyéndose en los tribunales, más allá de las indemnizaciones a las víctimas por valor de unos 2,6 millones de euros.
Dio lugar lugar probablemente a uno de mayores los conflictos que hubo en la planta de Puertollano. Llevábamos tiempo intentando sacar adelante una negociación sobre las subcontratas y el accidente lo aceleró
Juan Antonio Mata era secretario regional de CCOO en el año 2003. “Me enteré del accidente por una periodista de RNE que me llamó cuando estaba en el coche con mi mujer y mis hijas”. Salía de vacaciones hacia su Málaga natal.
Estuvo en Puertollano durante más de tres días. “Fue terrible, el ambiente era desolador. Yo llegué a las cinco y media de la tarde del día 14. Estábamos todos asustados por el riesgo para la población”.
Después, la preocupación pasó no solo por investigar las causas o depurar responsabilidades sino por “establecer medidas de seguridad pactadas de cara al futuro”. Ese otoño tocaba negociar las condiciones laborales de los trabajadores del medio centenar de contratas de Repsol YPF de Puertollano. El ambiente era muy tenso tras lo ocurrido.
El 18 de agosto de 2003, durante una manifestación convocada por UGT y CCOO, los entonces secretarios generales de ambos sindicatos, Cándido Méndez y José María Fidalgo, respectivamente, fueron abucheados en la ciudad minera. En septiembre los trabajadores del más de medio centenar de empresas subcontratadas por Repsol-YPF se sumaron a una huelga convocada por ambos sindicatos. En octubre la empresa tuvo que parar la planta que entonces presidía Alfonso Cortina.
Hasta el PSOE anunció que promovería en el Congreso de los Diputados una proposición de ley para regular la subcontratación, limitar la temporalidad y evitar la siniestralidad laboral.
“Había mucha presión desde CEOE porque esa negociación lo que iba a suponer era un coste mayor para la empresa principal, en cuanto a los pluses de trabajo que iban a tener las empresas del metal o de otras actividades auxiliares en los complejos petroquímicos. Se iba a poner bajo el foco el hecho de que se estuvieran externalizando tareas para abaratar costes”, recuerda Jesús Camacho.
“Todo eso dio lugar probablemente a uno de mayores los conflictos que hubo en la planta de Puertollano en el mes de octubre. Llevábamos tiempo intentando sacar adelante esa negociación. En la región se están dando pasos para avanzar en la prevención laboral, especialmente en zonas con más riesgos como las industriales y el accidente no solo lo aceleró sino que lo reforzó”, añade Juan Antonio Mata.
Ambos sindicalistas coinciden en definir el momento como “durísimo”, aunque el acuerdo llegó a mediados de octubre. “Hoy cualquier trabajador que entra al complejo ha de pasar por cursos de seguridad preceptivo para firmar un contrato”. Jesús Camacho apunta también que aquel accidente “obligó” a cambiar el Plan de Emergencia Exterior del complejo petroquímico, el que dependía de las administraciones públicas, porque quedó claro que “estaba en mantillas”.
Un homenaje simbólico sostenido en las dos últimas décadas
En 2004 el Ayuntamiento de Puertollano descubrió en el paseo de San Gregorio, frente a la emblemática Casa de Baños, una placa conmemorativa, con el lema ‘Los ciudadanos de Puertollano en memoria de los que han dado su vida trabajando’.
Cada 14 de agosto se depositan nueve rosas en el lugar. Una por cada víctima de aquella tragedia.
José Manuel es el actual secretario provincial de CCOO Ciudad Real y explica que el objetivo del gesto simbólico es que aquello no se olvide. A él, el siniestro le pilló en su domicilio de Almodóvar del Campo, a apenas ocho kilómetros de la planta de hidrocarburos. “Lo recuerdo muy bien. Esperaba mi primer hijo. Se veía la columna de humo y lo viví como el resto de población de Puertollano y alrededores. El pánico fue generalizado por las dimensiones del incendio”.
Hoy recordaba en un acto que siempre ha querido ser “sencillo e íntimo” que “las familias de los fallecidos siguen sufriendo su ausencia. Les mandamos nuestro aliento”.
Se mostraba tajante al recordar que aquella desgracia sirvió para “concienciar a los mandos de la importancia que tiene la salud para los trabajadores y trabajadoras y que está por encima de cualquier resultado productivo y económico. Eso fue un avance”.
En su opinión, fue “un antes y un después en la prevención de accidentes laborales de las contratas y subcontratas que entran al complejo”. De hecho, cree que los avances en la coordinación para los temas de salud y seguridad laboral se han terminado trasladando a otras empresas.
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