“Romper mitos”, prevenir, proteger: así se forma a los profesionales contra el suicidio
- Aunque la atención se centra en personas con enfermedad mental, hay otros muchos factores de riesgo: personas mayores, situaciones de crisis o enfermedades crónicas
Durante demasiado tiempo, el suicidio ha sido un tema tabú, a nivel social y mediático. No hay ninguna teoría que haya demostrado científicamente que hablar de suicidios provoque la inducción al acto. Pero en muchos casos, hemos pensado que es así, se ha cimentado como tabú socio-familiar y se ha escondido, o tapado, en el último rincón. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si conviene refrenar las conductas suicidas mediante informaciones que hagan que las personas sientan que alguien está trabajando por ellas? Más allá de los sucesos, y de sus causas -en muchos casos multifactoriales-, hay muchos profesionales que están trabajando en ello, creando equipos de formadores en prevención y protección que abarcan tantas áreas como complejo es este problema. El objetivo es el mismo: evitar que alguien se quite la vida. Y en ello está ampliando la perspectiva el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM).
Profesionales de los centros sanitarios de Atención Primaria del Servicio regional de Salud ya han comenzado a formarse en estrategias para la prevención del suicidio y cómo actuar ante conductas autolíticas. Son sesiones teórico-prácticas de cinco horas de duración y, en un primer momento, permitirá formar a más de 400 profesionales en las 15 ediciones programadas hasta el momento. En concreto, serán impartidas por profesionales del grupo de formadores generado a partir de las 'Estrategias para la Prevención de Suicidio e intervención ante conductas suicidas', que están coordinadas desde el área de Salud Mental en la Dirección General de Asistencia Sanitaria. Pero el objetivo es ir mucho más allá.
Hace dos años, un grupo de trabajo formado por más de cien profesionales de sanidad, educación, servicios sociales y justicia comenzó a revisar los datos y a conocer la situación por áreas territoriales. Fueron los cimientos de esa estrategia, basada en cuatro pilares: la mejora del conocimiento del suicidio tanto por parte de la sociedad como de los profesionales implicados, las líneas estratégicas dirigidas a la población infanto-juvenil, las medidas a adoptar en adultos, y las dirigidas a personas mayores.
De esos primeros encuentros intersectoriales se derivaron dos guías con recomendaciones de prevención, una para atención primaria y otra para el ámbito educativo, y posteriormente se presentó la estrategia, y comenzó la formación de profesionales “en cascada”: formadores que a su vez forman a otros formadores.
Desarrollo de las estrategias: importantes en todas las áreas
En 2019 es cuando ha comenzado el grueso de la formación. Beatriz Vallejo, psicóloga clínica y miembro del equipo coordinador de Salud Mental, explica que en primer lugar, el mayor peso de la formación está recayendo sobre los médicos de Atención Primaria por su papel fundamental como “primer nivel” o “vía de entrada” en la prevención. En el 90% de los casos en que se consuma un suicidio, los fallecidos tenían un problema de salud mental, pero de ese porcentaje, más de la mitad no tenía ningún seguimiento médico. “Significa que estos médicos están en una posición muy importante para detectarlo. Hay que tener en cuenta que muchas personas sí van a su médico pero no manifiestan claramente que tienen ese problema. Hay factores que tienen que tener muy presentes para explorar adecuadamente el riesgo suicida”, explica.
¿Cuáles son esas pautas con las que les forman? Se basan primero en la detección precoz y luego en un manejo adecuado del nivel de riesgo. De esta manera se puede realizar un diagnóstico y prescribir las medidas adecuadas: los pacientes pueden ser derivados al área de Salud Mental pero también pueden requerir hospitalización en casos de riesgo muy alto. Por eso “es muy importante la atención”.
Es en este punto cuando esta experta considera fundamental que se “destierren los mitos” sobre el hecho de que hablar de suicidio lo fomenta. “Es al contrario”, subraya. “Un médico, si detecta riesgo alto, debe preguntar al paciente si está pensando en quitarse la vida”, aunque los factores que lo determinan son múltiples y dependen del grupo de población. Aún así, tener un problema de salud mental, sufrir trastorno depresivo o afectivo, una situación vital estresante, un despido, problemas familiares, enfermedades crónicas o la soledad de personas mayores, son solo algunos ejemplos que “es importante explorar y tener en cuenta”.
Buena parte de la formación se centra también en “habilidades de entrevista, en la comunicación con las personas que presenten conducta suicida”. “Las preguntas hay que formularlas de una manera adecuada, en un entorno óptimo, hay que tomarse un tiempo, y eso conlleva saber gestionarlo, aunque el riesgo no sea inminente”, precisa. De hecho, apena asimismo al “autocuidado” del profesional: la situación es igualmente complicada para los médicos, ya que “genera mucho estrés y deben saber gestionar sus emociones”.
Además de los médicos de Atención Primaria, también reciben formación los profesionales de Salud Mental. En teoría, tienen más recursos para el manejo de estas situaciones pero igualmente requieren formación específica en detección de la conducta suicida. Es lo mismo que sucede en la atención hospitalaria tanto del personal de Urgencias como de los trabajadores de ambulancias, “muy importante cuando no se detecta en Atención Primaria y se produce una situación de urgencia”. “La gestión que se haga en esos primeros momentos es muy relevante, deben tener determinadas habilidades”.
En el ámbito social, también destacan organizaciones como Cruz Roja, que trabajan con personas mayores pero además con adictas y/o drogodependientes. Al final, cuenta Beatriz Vallejo, la cuestión es multifactorial y el hecho de haber puesto en marcha el proceso formativo ha hecho que se vayan a repetir algunos cursos que eran solo para profesionales sanitarios. Han despertado “un gran interés” y se realizará una segunda edición de alguno de ellos destinada, por ejemplo, a voluntarios de ONG y a personal de residencias.
Protocolos concretos para el ámbito educativo
Finalmente, en el ámbito educativo, explica que desde la Consejería de Educación hay muchas acciones ya puestas en marcha para trabajar con factores importantes como la prevención del acoso escolar desde la infancia. En este caso, “nos estamos coordinando porque para hacer cursos específicos con los profesionales educativos, es necesario saber las situaciones concretas”. “En próximos años, tenemos previsto ofrecer orientación a través de sesiones clínicas con sanitarios y educadores y dar pautas sobre casos muy específicos”.
El equipo de coordinación está a la espera de lo que vayan demandando desde colegios e institutos, porque también en este ámbito “existe el mito erróneo de que hay que proteger a los niños no hablando de estas cosas”. “Evitar darles información es un error, porque entre ellos sí que hablan y se enteran de todo, sobre todo mediante las redes sociales. Las trabas las ponemos los adultos, y al intentar protegerles, hacemos lo contrario. Hay que hacerlo con cuidado, pero no se trata de no informar, sino de informar bien y de acuerdo con ciertos protocolos”.
Mientras tanto, otras áreas donde han establecido vínculos son la universidad, con cursos de verano sobre prevención del suicidio, abiertos además a familiares y allegados; y con la Escuela de Protección Ciudadana que forma a los policías locales, “primeros intervinientes” en situaciones de emergencia. “Queremos seguir trabajando para llegar a todas las áreas y que se vaya repitiendo la formación, porque si no, la eficacia se reduce. Y en realidad, esto implica a toda la sociedad. Hay personas que nunca llegan a pasar por el ámbito sanitario aunque tengan algún problema, y por eso todos debemos concienciarnos y quitarnos los tabúes”, ha concluido.