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ALBACETE

“Que nos echen una mano”: la silenciosa y “sufrida” sequía para los regantes del río Segura que no reciben agua del Tajo

Canal de la Comunidad de Regantes 'Juan Martínez Parras'

Alicia Avilés Pozo

Albacete —

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No todo el río Segura recibe agua del Tajo a través del polémico trasvase. Esta infraestructura se construyó pensada para abastecer a los regantes de la huerta de Alicante, Murcia y Almería, pero la demarcación hidrográfica del Segura, que nace en Pontones (Jaén), durante sus 325 kilómetros de recorrido también pasa por Castilla-La Mancha, concretamente por 22 pueblos de la provincia de Albacete, hasta su desembocadura en Guardamar del Segura (Alicante).

Los regantes albaceteños no reciben agua del trasvase sino que se abastecen directamente y sin derivaciones de la cuenca y afluentes de uno de los ríos con mayor aprovechamiento hidrológico del país, aunque también conocido por su irregularidad, causante de grandes inundaciones alternadas con periodos largos de sequía. Entre estos agricultores están los de la zona de Hellín y sus pedanías, un colectivo silencioso y “sufrido” al que no llega el trasvase, no dispone de desembalses y optimiza el agua con recursos propios.

Porque la situación actual del Segura no es una excepción en la sequía que atraviesan muchas cuencas hidrográficas en España con motivo de la crisis climática: este río ha arrancado el año hidrológico (que comienza en octubre) en situación de alerta por escasez, y lo ha hecho por segundo mes consecutivo: arrastra esta situación desde el verano. Su órgano de gobierno, la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), ya está abordando algunas medidas del Plan Especial de Sequía: reducción moderada de las dotaciones a suministrar.

No obstante, el abastecimiento a la población está garantizado, apunta Miguel Abellán, secretario de la Junta de Explotación de la Confederación. “No se prevén restricciones en la atención de las demandas para el abastecimiento humano en el presente año hidrológico 2023-2024, que ahora comienza”, detalla.

Pese a ello, la CHS ha hecho un llamamiento a todos los usuarios para que realicen un “consumo racional” de los recursos disponibles dada la situación de alerta que se constata en la Demarcación del Segura. De hecho, esta es una de las causas por las que se sigue trasvasando desde el Tajo hasta Levante, ya con nuevas normas de explotación y a la espera de la aplicación de los nuevos caudales ecológicos por sentencia del Tribunal Supremo.

Pero, ¿cuál es la situación de los regantes albaceteños del río Segura que no reciben ese agua de la cabecera del tajo? Uno de los colectivos más importantes es el de Hellín, al sur de la provincia. La comunidad de regantes ‘Juan Martínez Parras’ es la más grande de Albacete, dentro de la cuenca del Segura. Cuenta con unos 1.500 socios y una gran variedad de cultivos. Abastece a la ciudad de Hellín, de unos 30.000 habitantes, y a 11 pedanías que suman otros 6.000. Todo en una zona que depende casi por completo de la agricultura porque apenas se ha industrializado.

La superficie que abarca esta comunidad de regantes es de 3.134 hectáreas, todo zona agrícola abastecida de agua de “mucha calidad” procedente del principal afluente del Segura, el río Mundo. Tiene una concesión anual 5.980 metros cúbicos por hectárea y sus principales cultivos son frutales (melocotón, albaricoque) y huerta (brócoli, tomate, pimienta, melón, sandía), entre otros.  

Los regantes con sondeos de emergencia y sin embalses

La comunidad 'Juan Martínez Parras' se considera de “perfil bajo” porque no hacen “mucho ruido”. Ramón Morcillo es el presidente de su Junta de Gobierno. Es agricultor con titularidad propia y un ‘histórico’ de este colectivo. “Estamos en la España seca, donde tener problemas es el pan nuestro de casi todos los años”, comenta con elDiarioclm.es.

Estos regantes comienzan el año hidrológico como lo terminaron, tirando de recursos propios, es decir, de sondeos de emergencia, después de muchos años sin recurrir a ellos. Una de sus principales desventajas, pero que han sabido optimizar con el paso del tiempo, es que no cuentan con ningún pantano ni embalse aguas arriba. Lo que significa que cuando el río Mundo no suena, estos regantes tienen problemas. “Hay que mantener los caudales ecológicos que exige la ley y tenemos que tirar de un recurso propio muy limitado”.

La conclusión es que, con la situación de alerta por sequía, han terminado regando con caudales más pequeños que lo que hubiera permitido la concesión de agua si el río hubiera estado lleno. “No estamos regando al cien por cien, sino al 40 por ciento de lo que nos correspondería”, detalla Morcillo.

No es la primera situación de alerta por la que atraviesan y el hecho de no disponer de embalses provoca que no puedan almacenar el agua que optimizan con sus sondeos de emergencia. “Pero debemos ser solidarios y cumplir la ley. Hacemos lo que nos toca y no hay que desperdiciarla. Estamos regando lo imprescindible porque somos conscientes, lo hemos sido siempre, de la situación tan complicada que atravesamos. No es nuestra primera sequía y somos realistas, aunque es cierto que estamos sufriendo años más calurosos”.

“Cuando no hay agua, no hay agua, y nadie la puede crear; entonces puedes protestar más o menos, pero la situación va a ser la misma. No regamos del trasvase, regamos del río y ahí no se puede crear agua”, enfatiza el presidente de la Junta de Gobierno de estos regantes.

Por otra parte, la comunidad de Hellín y pedanías dispone de una infraestructura esencial para el riego de los campos agrícolas: su canal general o ‘canalete’, que comenzó a construirse durante la Segunda República y se terminó durante la dictadura franquista. Fue declarado de Interés General por el Gobierno central a mediados de los años 80. “Mueve la economía de la zona”, pero hoy está “algo obsoleto”.

Antonio Oliva, presidente de 'Juan Martínez Parras' y también agricultor, precisa que la Administración castellanomanchega ha prometido obras para tapar parte de esta infraestructura que, al circular destapada en un área de su recorrido, provoca la proliferación de algas. “Cuando esto sucede tenemos que cortar el agua y nos quedamos sin servicio algunos días, mientras se limpia”.

Ha habido pruebas para tapar las partes al descubierto, ya que cuando no le da el sol, las algas no salen. “Nos han prometido ayudas y a ver si hay suerte para que la zona no se desabastezca”. Morcillo, por su parte, añade, medio en broma, medio en serio: “A lo mejor es que aquí somos un poco más sufridos, pero es que sabemos que por mucho que pataleemos, el agua no se fabrica”.

Nos hemos dotado de recursos propios a base de créditos para poder optimizar un recurso escaso. Eso no es malgastar el agua, eso es mejora la gestión para que las estanterías estén llenas de alimentos

La relación de esta comunidad de regantes con la Confederación Hidrográfica del Segura es “cordial”, pero por ello no han dejado de recurrir los cánones que pagan por el uso del agua. El correspondiente a Hellín y pedanías para 2024 ha subido en torno a un 30 por ciento. El colectivo ha conseguido sentar jurisprudencia en el Tribunal Supremo mediante estos recursos. El objetivo no ha sido no pagar ese impuesto, sino que el importe sea “proporcional” y “al menos se negocie”. Se refieren con ello al hecho de que, por ejemplo, las eléctricas paguen “una parte nimia” cuando cobran y les renta mucho más.  

“De hecho, algunos años hemos protestado porque consideramos que no tendríamos ni que pagar cánon, porque no usamos agua regulada al no tener pantanos. Con los años hemos conseguido un impuesto bastante reducido, pero aun así no entendemos que no lo paguen, por ejemplo, los regantes del trasvase, que sí utilizan agua regulada y todos los embalses de la cuenca. Pagan otros impuestos, pagan el agua cara, es verdad, pero el cánon tradicional de riegos no lo abonan”, explican Morcillo y Oliva. Este último recuerda además que el riego actual no es el mismo que hace 50 años, cuando se aprobaron estos cánones: ahora se realiza mediante goteo y localizado por lo que está “optimizado”.

Otra de sus quejas pasan también por los órganos decisorios, donde “los regantes pagan el 70 por ciento de los impuestos pero tienen una representación del 20 por ciento”.

Finalmente, como agricultores, ambos tienen su propia visión personal y crítica de algunos “prejuicios” de la sociedad. Ramón Morcillo refiere que “se ha vendido el discurso de que el agricultor derrocha el agua y a eso respondo que no es verdad”. “La usamos para producir alimentos, que es algo esencial. Podemos garantizar que en esta zona la agricultura de regadío no derrocha absolutamente nada. Esto se ha modernizado y nos hemos dotado de recursos propios a base de créditos para conseguir que con la misma dotación de hace 40 años, cuando se sacaba una cosecha al año, ahora saquemos hasta tres. Eso no es malgastar el agua, eso es optimizarla para hacer que las estanterías estén llenas de alimentos. No brotan de las estanterías”, resalta.

Ambos subrayan que el agricultor “tiene que vivir” y que el campo “no deja de ser un negocio” porque “nadie trabaja a cambio de nada”. Pero añaden: “Usamos el agua que tenemos, pagamos por ella y la hemos optimizado al máximo. Ahora necesitamos que nos echen una mano, con el canal y con otras peticiones sobre el canon. Y seguiremos pidiéndolo. Somos realistas, pero seguiremos pidiéndolo”, concluyen.

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