En las pasadas elecciones europeas, muchos españoles censados y residentes en el extranjero se quedaron sin poder votar. Yo fui uno de ellos: nunca me llegaron las papeletas de voto a mi domicilio de Montpellier (Francia). Al parecer, PP y PSOE están preocupados por la baja participación de los emigrantes en esas elecciones, y en absoluto quieren que la historia se repita en los próximos comicios municipales, ni en los autonómicos ni, mucho menos, en los generales. De modo que cuento mi caso por ver de contribuir a solucionar el problema.
Para empezar —expliqué—, solicité mi “voto rogado” dentro del plazo establecido, pero el Consulado de España en Montpellier estaba tan atareado que, a lo largo de un año y varios meses, no había tenido tiempo de comunicar mi alta como residente al censo electoral en Murcia. Al aparecer empadronado en ambos países —me dijeron desde la oficina del censo electoral—, no podrían enviarme las papeletas y, por tanto, se me impediría ejercer este derecho constitucional.
Las elecciones pasaron. Yo sabía que el PP y el PSOE habían querido que votara, y que eso no había sido posible sólo por culpa del Consulado. Sin embargo, presenté una queja en la Junta Electoral para ayudar a PP y PSOE en su afán democrático, y entonces supe que me hallaba equivocado. Me sacó de mi error una carta que me enviaron desde el Congreso de los Diputados.
La carta decía que la culpa del despropósito no la tenía el Consulado, pues mis papeletas se habían enviado a su debido tiempo desde Alicante a Madrid y de Madrid a París, donde, a juzgar por el informe de Correos que acompañaba a la carta, se les había perdido el rastro en el aeropuerto Charles de Gaulle parisino. Gracias a esto, supe también que las papeletas pasaron por tres ciudades con las que no tengo relación, y que no me llegaron por la ineficacia del servicio postal francés, lo cual me reconcilia con mi sentimiento patriótico, que ya casi había perdido. No obstante, la explicación del proceso me pareció un poco rara, porque es el primer envío que no recibo bien en Francia. Mala suerte.
En el fondo, lo que más pena me da es haber decepcionado a los dos partidos mayoritarios, y por ello he decidido no rendirme en mi empeño por votar en todas las elecciones de 2015. A tal efecto, he denunciado mi caso —que me consta no es aislado— en varios medios de comunicación y he contactado con un diputado que, según manifestó, formulará al respecto una pregunta en el Congreso, todo sea por ayudar a que por fin se encuentre mi papeleta, que aún debe andar triste y sola en alguna oficina de París.
Me gustaría, por tanto, mandar un mensaje de tranquilidad al principal partido de la oposición y al del gobierno. He pensado que, para poder votar en 2015, volveré a censarme en Murcia, aunque siga residiendo en Montpellier. La cuestión es poder votarles. Al fin y al cabo, a ellos les debo la experiencia de haber tenido que emigrar forzosamente a otro país.