Castilla y León ha vivido unas semanas convulsas debido a la decisión del Gobierno autonómico de PP y Vox de relajar el control sanitario para la tuberculosis sobre las explotaciones de bovino, que la Justicia ha dejado sin efecto con las advertencias de Europa y el Ministerio de Agricultura de ir contra la normativa legal. Entre los primeros en mostrar su rechazo, desde antes de entrar en vigor la medida y la consiguiente paralización de la misma mediante orden ministerial, se encuentra el sindicato de Veterinarios de Castilla y León (SIVECAL-USCAL). Su presidente, Manuel Martínez, asegura que los veterinarios “no van a permitir, en ningún momento, que se incumpla ni el más mínimo aspecto sanitario de la normativa sanitaria” y lanza un mensaje de tranquilidad sobre la rigurosidad con la que se examina la situación de las carnes y el ganado en la Comunidad.
Ante los ataques a funcionarios de la Junta de Castilla y León y el intento de asalto a la Delegación Territorial en Salamanca, Martínez lo tiene claro: “Lo que hemos echado en falta es que el propio presidente de la Junta no haya salido a defender a los empleados públicos que se han visto acosados y se les ha intentado agredir”.
A la vista de lo sucedido en las últimas semanas y días, ¿Por qué los veterinarios consideran la rebaja de controles sanitarios bovinos propuesta por Vox un peligro para la salud pública?
La tuberculosis es una enfermedad de declaración obligatoria muy grave. Es una zoonosis que ha costado a lo largo de la humanidad miles de millones de fallecimientos. Se han declarado en España en el 2021, 3.758 casos de tuberculosis, de los cuales 29 casos fueron de Mycobacterium bovis, que es específicamente el más propio del bovino. Hubo un brote muy importante que al final se descubrió que afectaba a personas, y la investigación demostró que habían sido las cabras las que habían transmitido la tuberculosis a las personas. Tratar de minimizar la gravedad de la enfermedad, una enfermedad como es la tuberculosis es banalizar los aspectos sanitarios, cosa que es precisamente lo que más le recriminamos, que no sea capaz de comprender el alcance de la importancia que tiene la salud pública en cualquier aspecto de la sanidad animal.
¿Castilla y León puede tener una crisis sanitaria animal si el Gobierno autonómico insiste en relajar las medidas contra la tuberculosis?
Los profesionales veterinarios no vamos a permitir en ningún momento que se incumpla ni el más mínimo aspecto sanitario de la normativa sanitaria. Al consejero o a quien sea, le gustará o no le gustará y si no le gusta que lo cambie, es decir, que efectivamente se dirija al responsable político, primero de España, luego de la Unión Europea y que legislen lo que consideren.
¿Qué garantías ofrece el proceso que se realiza hasta ahora?
Todas, porque hay más de 6.000 veterinarios ahora mismo en las diferentes comunidades autónomas que se encargan de todo esto. De todo el control, desde la granja a la mesa. La administración, o en este caso los inspectores sanitarios, lo único que se limitan es a comprobar que cumplen para que el producto salga y se libere al consumo con garantías sanitarias casi absolutas, aunque nunca son absolutas porque siempre se puede escapar alguna.
Por etapas, en las explotaciones va a ser obligatorio que se comunique a los servicios veterinarios quién va a ser su veterinario de explotación, luego, además de eso hay un control de los movimientos pecuarios. Hay un control cuando llegan los animales a los mataderos, los propios cebaderos donde vayan, es decir, a lo largo de toda la cadena. En el matadero lo primero que se hace es un reconocimiento ‘ante mortem,’ es decir, se comprueban cómo vienen los animales, que ya se utilizan parámetros objetivos, pero es que se controla absolutamente todo durante toda la cadena de sacrificio y se hace inspección ‘post mortem’ en caso de que sea necesario. Uno los parámetros que se revisan es la tuberculosis, en algunos casos se toman muestras para hacer los correspondientes exámenes serológicos y analíticos PCR.
Y no solo termina ahí, sino que cuando van a las industrias, ahí también hay una inspección sanitaria. El industrial tiene un sistema de autocontrol que por escrito registra qué es lo que hace con su producto desde que llega hasta que termina, plan por plan, controlando absolutamente todos los pasos. Desde la producción, hasta todos los aspectos sanitarios y analíticos que se hacen con ese producto para que se libre al mercado con ese control sanitario.
Además, cuando tú vas al restaurante a consumir la cecina o el plato preparado, es que ha ido un veterinario sistemáticamente a hacer una inspección en ese establecimiento para comprobar que los productos que llegan allí procedan de un industrial autorizado, es decir, que ha estado sometido a un control sanitario.
Si hay alguna alteración en cualquiera de los del proceso, también se procede a intervenir ese producto en el caso de que sea un producto que no se puede librar al consumo, es decir, que no lo pueden consumir las personas que van al restaurante o incluso se cierra el establecimiento gravemente si son defectos que no son aptos para el consumo, en definitiva.
Tiene que quedar clara una cosa: parece que hay una epidemia de tuberculosis y no es verdad. No existe tal cosa
¿En qué medida afecta a los ganaderos relajar los controles?
Sobre todo, que pierden el estatus sanitario que tienen. Si tenemos una tendencia a la baja, si vamos viendo cómo las prevalencias han pasado en el año 86 de más del 11% a un 1,4% de media en este país, quiere decir que los productos que se consumen en España en general, salvo determinadas zonas con estas prevalencias tan altas, son buenos. Tiene que quedar clara una cosa: parece que hay una epidemia de tuberculosis y no es verdad. No existe tal cosa. Lo único que hay en estas zonas es unos controles sanitarios más exhaustivos, de manera que efectivamente si hay una vaca tuberculosa la tienen que sacar, y si en lugar de una son 20, pues son 20. Y si hay que sacrificar la explotación, porque eso es lo que dice el programa sanitario especial de esa zona, hay que llevar a cabo todo el programa en toda su extensión.
¿Qué pasa si se relajan los controles sanitarios?
Imagina que tú, sin hacer un chequeo a un animal, te llevas el animal positivo a un mercado o simplemente a un certamen ganadero. Allí, todos los animales de otros sitios vienen de granjas o de zonas libres y vienes tú con ese positivo, lo que ha hecho es poner en riesgo a las vacas que han ido a ese concurso de otros lugares con menos prevalencia. Además, con los movimientos comerciales que hay, que el animal que esté ahí y se vaya en un barco y termine en Turquía o en cualquier otro país comunitario o extracomunitario se pone en riesgo es el estatus sanitario y ese marchamo de calidad que le da el término de buen control, de un control exhaustivo de los programas de control, vigilancia y erradicación de la tuberculosis. Es el plus que le da añadido a esos productos, a todo, no al animal vivo solo, a los productos que de ellos se elaboran. Si sospechas mínimamente, tienes dudas mínimas de que un producto que vas a consumir puede causarte un daño a tu salud, aparta de mí este cáliz, no quiero saber nada con él.
¿Tienen alguna base científica las medidas que se querían introducir o solo es populismo?
Desde luego, base técnica y científica ahora mismo no tenemos ninguna, sobre todo porque para cambiarles hay que ir efectivamente con unos datos objetivos. Estás dejando en tu explotación un animal que es un foco de infección, un positivo inaparente que es gravísimo. Efectivamente es tratar de confundir a la gente e inducirle a un error escuchar lo que uno quiere. Está claro que no deja de ser un populismo en un sentido que no voy a entrar. Lo grave del asunto es que se induce a esta confusión y a este estado de enfrentamiento entre unos sectores y en otros. Y ya ves que lo que más nos importa es que todo el mundo tenga claro que nosotros somos los primeros defensores de los animales, y los dueños de los animales por muchísimas razones, pero entre otras cuestiones, porque somos los responsables de la salud pública. Lo que está muy claro es que alguien está induciendo a los ganaderos a adoptar posiciones extremas que no van a llevar a ningún buen puerto.
¿Qué sucede con la carne de las vacas enfermas? ¿Se acaba comiendo?
La tuberculosis es una enfermedad productiva que provoca unas lesiones en los sistemas de aparatos. Es decir, que aparecen los ganglios infartados. Hay unas evidencias macroscópicas que el veterinario en el matadero tiene que tomar la decisión de ver hasta qué punto esas lesiones o ese proceso de la enfermedad es compatible o no compatible con el consumo. No es decir, esta sí, esta no, sino que es el veterinario, el inspector sanitario del matadero, el veterinario que está en el punto de inspección en el matadero, quien determina qué carnes son aptas en este proceso y en todos los demás. Porque todos los días se purgan muchos órganos de los animales. Es decir, que un animal puede tener partes comestibles aptas para el consumo y partes que no son aptas para el consumo. Vísceras que pueden ser que sí, otras que no y la carne pues lo mismo. En cualquier caso, lo importante es que, insisto, que estas carnes están sometidas a un análisis 'ante mortem' y 'post mortem' en toda su extensión. Al final cuando salen a consumo, si salen, es porque ofrecen garantías sanitarias absolutas para el consumidor. Porque la enfermedad de la tuberculosis es tan insidiosa que se han dado casos de tener un periodo de incubación de 40 o 50 años. Se describen casos con un periodo de incubación, es decir, que la enfermedad no se ha manifestado hasta 50 años después de la aparición del contagio con el 'mycobacterium'. Entonces fíjate lo complejo que es.
¿Existe alguna solución para atender a las demandas de los ganaderos sin poner en riesgo la salud pública? ¿Hay que actualizar el sistema de control sin relajarlos?
Hay que revisar el programa especial en zonas de especial prevalencia. Estos son diseñados 'ad hoc' para estos lugares. El programa siempre es susceptible de revisión y hay un punto donde quiero incidir. Y es la dejación de funciones de los programas sanitarios que se llevan a cabo ahora mismo en Castilla y León en la fauna silvestre. Se están limitando los programas a hacer chequeos y eso no es así. Hay que hacer chequeos y en base programas de vigilancia hacer los correspondientes programas de control y de erradicación. Entonces ahí sí que hay un verdadero quebradero de cabeza para todo el mundo. No se puede permitir que haya jabalís que, a nivel general tengan casi un 14% de tuberculosis y en zonas concretas hasta del 50%, y que nadie haga nada.
El control de las poblaciones silvestres es algo que hay que poner negro sobre blanco y crear las unidades, que se pueden llamar como se quieran, de fauna silvestre, con una dotación mínima por provincia y una dotación de servicios centrales, con un servicio de sanidad animal de la fauna silvestre, unos programas, unos controles y unas vigilancias acordes a la especie y, sobre todo, en base a las incidencias que se puedan estar produciendo.
El propio delegado territorial de Salamanca le dijo al compañero afectado, "oye, súbete para aquí arriba conmigo porque es la última planta y aquí cuando lleguen los problemas seremos los últimos
Sobre los ataques a funcionarios y a veterinarios ¿Cómo lo habéis vivido? ¿Os sentís abandonados por la Junta de Castilla y León?
Son intolerables los ataques a los empleados públicos en el cumplimiento de sus funciones. Desde el punto de vista violento no se puede admitir ninguna reacción por parte de ningún usuario, sea del tipo que sea. El propio delegado territorial de Salamanca le dijo al compañero afectado, “oye, súbete para aquí arriba conmigo porque es la última planta y aquí cuando lleguen los problemas seremos los últimos”. Le tuvo que proteger el propio delegado territorial, fíjate la gravedad del asunto. Entonces lo que hemos echado en falta es que el propio presidente de la Junta de Castilla y León (Alfonso Fernández Mañueco) haya salido a defender a los empleados públicos que se han visto acosados y se les ha intentado agredir. Eso por parte del presidente, pero sobre todo el responsable directo que es el consejero de Agricultura (Gerardo Dueñas) y la directora general (Teresa Rodríguez) que están bajo su directa dependencia. Eso es una de las cosas que son francamente imperdonables.
Hay que decir e insistir que han sido un grupo de personas más o menos incontroladas que no es la generalidad ni muchísimo menos. Los ganaderos son gente en general de muy buen trato y que tiene una convivencia muy cordial y muy profesional con las unidades veterinarias y con todos los servicios de control oficial.