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Buscan los restos de 40 represaliados de la Guerra Civil en Valladolid: “Don Gaspar les daba el tiro de gracia. Llevaba dos pistolas sobre la sotana”

La excavación para recuperar a 40 represaliados en Medina del Campo.

Ángel Villascusa

5 de septiembre de 2020 22:10 h

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El 31 de agosto de 1936, Cecilio Nieto acudió a recoger el jornal después de la siega. Con tono burlón le entregaron su parte y un presagio que casi sonaba a amenaza: no iba a disfrutar del dinero que se había ganado. Nieto tenía 34 años, tres hijas y era secretario de la junta directiva de agricultores de la Casa del Pueblo de Medina del Campo. Ese sábado, al volver a casa con el jornal, dos camiones de falangistas le cerraron el paso en su calle. Con un golpe de culata le tiraron al suelo y le subieron a uno de los vehículos mientras su hija Angelita, de siete años, observaba aterrorizada desde la casa de una vecina. Nieto pasó la noche en una prisión preventiva situada en el Ayuntamiento de Medina. Al día siguiente, su hija y su mujer, embarazada de cuatro meses, fueron a verle. Estaba malherido con una brecha en la cabeza y la camisa todavía ensangrentada. Les pidió una muda y un colchón. Al día siguiente, cuando regresaron, Cecilio ya no estaba. Nunca volvieron a verle.

Ahora, 84 años después, la Asociación de Memoria Histórica de Valladolid trata de hallar los restos de una cuarentena de represaliados de la provincia de Valladolid, entre los que podría estar Cecilio. Desde principios de este agosto, varios voluntarios excavan en un pozo de la finca de 'Los Alfredos', a apenas 400 metros de la bodega donde el año pasado encontraron los cuerpos de otras 26 personas represaliadas a comienzos de la Guerra Civil. “Según los testimonios orales era recurrente que en ese pozo, en los primeros meses de 1936, se arrojara a los represaliados de los pueblos de la zona”, explica Julio del Olmo, presidente de la asociación vallisoletana. Allí, a diez metros de profundidad, en mitad del campo castellano, han aparecido los primeros signos, más allá de las historias de vecinos, que dan cuenta de lo que sucedió: un casquillo, una bala de Mauser y otra de pistola.

La forma de asesinar era brutalmente sencilla y evitaba a los verdugos mancharse las manos. “Acercaban a las víctimas al brocal e iban disparando uno a uno”, explica Del Olmo. Medina del Campo, como otros municipios castellanos, cayó en manos del bando nacional desde el golpe de estado de julio de 1936. Salvo excepciones, en la zona sublevada, el control de los pueblos fue rápido y la represión de los fieles a la república, temprana. Solo en Medina, una ciudad próspera que entonces tenía 12.000 habitantes, ferrocarril, agricultura y algo de industria, hay documentados 93 desaparecidos y más de 200 represaliados, muchos de ellos, como Nieto, miembros de la Casa del Pueblo.

Del Olmo cree que de los cuarenta cadáveres que buscan, alrededor de una veintena serían de Medina del Campo. Pero la represión de la retaguardia afectó a otras poblaciones vecinas más pequeñas. “Tenemos testimonios orales que nos hablan de cuatro personas originarias de Pollos, dos hombres y dos hermanas jóvenes. Del municipio de Rodilanas nos ha llegado la historia de cinco hombres asesinados, y luego tenemos otra información más imprecisa de otras cinco personas de Gomeznarro a las que asesinaron en La Revuelta, una curva en la carretera que conecta Rueda y Medina del Campo, y a los que probablemente arrojaron también al pozo”, señala.

“En mi casa siempre se decía que mi abuelo había muerto en la guerra, pero no se daban detalles”, cuenta Sofía Suárez Nieto, una de las nietas de Cecilio. Su madre, Angelita, tiene ahora 91 años y a pesar del tiempo que ha pasado, llora cada vez que recuerda el día de la detención de su padre. “No empezó a hablar de lo que había visto hasta 2003. Se lo había estado guardando durante años”, relata su hija. Un trauma, cree Sofía, que nunca ha superado, y que quizá la sepultura digna de su abuelo pueda aliviar. De lo que le pasó a Nieto apenas conocen detalles, tampoco si sus restos fueron arrojados al pozo que ahora se está excavando en Medina, aunque guardan la esperanza de que sea así.

Del resto de la historia solo han oído lo que contó don Gaspar, el cura de la colegiata de San Antolín de Medina, a la madre de Angelita. “Le dijo que se escapó y que le apresaron mientras bebía agua en un humedal”. Con cinismo, el clérigo le comentó a su viuda que se quedara tranquila porque “había pedido la extremaunción”. Sofía, que ha pasado los últimos años recopilando testimonios de vecinos y familiares de represaliados en su pueblo y en la comarca, explica que cuando don Gaspar “hablaba de extremaunción” quería decir que les había dado el tiro de gracia. “Era famoso por pasearse con un cinturón con dos pistolas encima de la sotana y por escupir a niños de los rojos”, relata.

Esta semana la búsqueda de los cuerpos quedó detenida. Aunque el terreno es estable, tuvieron que parar la operación debido a que la profundidad que habían alcanzado hacía necesario colocar refuerzos. Ahora que se ha entubado el hueco con aros de hormigón y han incorporado dos sistemas para facilitar el acceso y la salida de quienes trabajan en el interior, y que se ha construido una estructura de madera para proteger la excavación, está previsto que se retomen las tareas en unos días. A pesar de que Castilla y León no tiene una ley de memoria histórica como otras comunidades, parte de la operación tiene financiación de la Junta. “Antes no había ningún tipo de ayuda, aunque no ponían trabas”, remacha del Olmo. Casi al final de la legislatura pasada, en 2018, cuando la asociación encontró 245 cadáveres en el cementerio de El Carmen de Valladolid, el Gobierno autonómico aprobó un decreto específico para apoyar estas tareas.

Sofía alberga esperanzas de encontrar a su abuelo, sobre todo para dar tranquilidad a su madre. Si aparecen restos humanos en el pozo, como confían Del Olmo y la asociación, todavía habrá que catalogar los huesos, ordenarlos, separarlos y, en última instancia, hacer pruebas de ADN. Para Sofía lo importante, más allá de resarcir a los fallecidos de una atrocidad que ha permanecido enterrada durante décadas, es que nadie olvide lo que sucedió. “A veces nos preguntan por estos asesinos, por don Gaspar o por los falangistas que hacían los paseos. Sinceramente para nosotros son lo de menos, porque lo que queremos es recuperar a nuestros seres queridos. Esto no reabre heridas, las cierra”.

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