40 años del primer debate de TV3: todo lo que Pujol, Obiols y el 'Guti' nos enseñan sobre la política catalana actual
Érase una vez una democracia tan nueva que al presidente se le felicitaba por ser el primer electo que convocaba unas elecciones y una televisión tan antigua que en la imagen que se emitía aparecían las cámaras y los monitores del plató. Hace exactamente 40 años TV3 celebró su primer debate electoral, entre los candidatos a las elecciones del 22 de abril del 84. Un espectáculo televisivo que hoy resulta tosco, farragoso de ver y con formas en desuso, pero donde la mayoría de los temas que se tocan están de sorprendente actualidad en la campaña de 2024.
Para quien no lo viviera o no haya seguido el devenir de la política catalana, aquí va un spoiler: al debate de TV3 de aquel año le siguió una campaña de mucha polarización entre el PSC de Raimon Obiols i el president aspirante a la reelección, Jordi Pujol, que acabó decantando a favor del segundo con una mayoría absoluta amplísima.
Pujol arrasó en prácticamente todas las comarcas de Catalunya y solo quedó segundo en dos, el Baix Llobregat y el Vallès Occidental, además pisando los talones al socialismo.
¿Cuánto tuvo que ver aquel primer debate televisivo con la instauración de una hegemonía de CiU que duraría dos décadas? No es fácil de responder a eso porque no hay datos de audiencia de aquel día. Se sabe que la media de TV3 entonces rondaba el 34%, que esa noche pudo ser mucho mayor, aunque las crónicas del día nos alertan de que la contienda, moderada por el entonces director de La Vanguardia, competía contra una película de Rita Hayworth y el programa de entrevistas de Mercedes Milà.
En un ochentero plató de TV3, televisión que solo llevaba emitiendo de forma regular cuatro meses y que aún no utilizaba los repetidores estatales de forma legal, se dieron cita los candidatos que se entendía que iban a rascar algo. Estaban los ya citados Pujol y Obiols, pero también Antoni Gutiérrez por el PSUC, Heribert Barrera por ERC y Eduard Bueno por la recién estrenada Alianza Popular. Antes de comenzar el debate, pero en las propias instalaciones de la televisión catalana, Pujol se afeitó y el legendario 'Guti' se pidió un whisky.
El discurso con el que el líder de CiU se metió al bolsillo al electorado anteponía la estabilidad a todo. “Cuidado porque la estabilidad muchas veces es esterilidad”, le advierte Gutiérrez. “Cuando no hay imaginación, no se es capaz de dar un nuevo impulso a la Generalitat y se puede decepcionar a un pueblo que ha esperado mucho tiempo su autogobierno”, afirma el candidato del PSUC, con una clara vocación de representar una izquierda nacional catalana.
Catalunya acababa de cerrar aquel año la primera legislatura democrática, en la que Jordi Pujol no había tenido mayoría absoluta. Había practicado una geometría variable, apoyándose a veces en la UCD que después se transformaría en Alianza Popular, a veces en la ERC de Heribert Barrera, que tenía la presidencia del Parlament, e incluso las menos veces en el PSC.
La legislatura había sido movida, sobre todo por la primera parte del escándalo de Banca Catalana, cuando en verano del 1982 el grupo financiero y empresarial de Pujol había naufragado. Pero, para las elecciones de 1984 el tema estaba superado o, al menos, los contendientes hablaron poco. Quizás porque no sería hasta pasadas las elecciones cuando la Fiscalía se querelló contra Pujol.
Catalunya, 40 años en círculos
Algunas temáticas que tocan los seis hombres allá congregados –todo hombres, sí, y la única mujer que aparece asistiendo al moderador con los tiempos ni siquiera es presentada– sorprenden por los paralelismos que establecen con el presente. Uno de los grandes temas es la relación entre Catalunya y España, aunque en ningún caso desde un punto de vista independentista, opción por la que no aboga, al menos de forma nítida, ni el candidato de ERC.
“El Estatut no se está cumpliendo”, se queja Barrera, que indica que el autogobierno sufre porque hay traspasos tanto de servicios como económicos que no se han completado. “Hace falta negociar de Gobierno a Gobierno, no a través de grupos parlamentarios”, asegura el líder de ERC, que recuerda a Pere Aragonès reclamando a Carles Puigdemont que se siente en su mesa de diálogo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
“Lo que dice el señor Barrera es compartido, pero la defensa del autogobierno no es una abstracción, sino que debe llenarse de contenido”, afirma 'Guti', con una frase que no cuesta leer con la voz de Jéssica Albiach. A lo largo del debate el líder del PSUC abogará en varias ocasiones por una Catalunya “corresponsable de la gobernabilidad en España”, otro clásico de las izquierdas no independentistas.
Pero cuidado, porque “Catalunya es algo más que Convergència”, replica Bueno. Y a continuación inaugura una de las más genuinas tradiciones del PP, cuando acusa al partido de Pujol y al PSC de parecerse demasiado, por coincidir en algunas votaciones tanto en Madrid como en Catalunya.
En una mesa llena de ceniceros, Pujol templa los ánimos y recuerda que ellos han defendido el autogobierno incluso llevando leyes del PSOE al Constitucional, como la LOAPA, iniciativa “que no ha tenido apoyo ni del PSC ni de AP”. Y a continuación, el president se queja de que unas veces le acusan de que le falta firmeza ante Madrid y, otras, de que contribuye a la crispación y el enfrentamiento. “Pues ni lo uno ni lo otro”, se desmarca Pujol del llamado “barro”, que, por boca de Pedro Sánchez, se ha convertido en la palabra estrella de la campaña catalana 40 años después.
Si las relaciones con el Estado aparecen, como no iba a hacerlo la salud del catalán. Heribert Barrera está preocupado porque el escritor Rafael Sánchez Ferlosio acababa de generar un escándalo tras proclamar que a la lengua catalana le quedaba medio siglo de vida. “La oficialidad del catalán no ha llegado a las comisarías ni a la Justicia”, inquiere Barrera a Obiols, igual que recuerda Aragonès a Illa 40 años después cada vez que tiene ocasión.
“El catalán es la lengua propia y ha estado marginada”, asegura Pujol. “Debemos garantizar que Catalunya sea un solo pueblo –toma clásico–, pero tenemos que ir adelante sin que esto provoque rechazo ni traumas, por tanto teniendo en cuenta las particularidades de la sociedad catalana”.
Las buenas palabras están muy bien, responde Gutiérrez, pero “ha faltado dinero para la normalización lingüística”. Algo que Obiols remata recordando todas las publicaciones en catalán que han desaparecido o pasan por momentos económicos delicados. Todo ello, cabe destacar, en un debate en el que no se oye ni una sola palabra de castellano en dos horas y media.
¿Eje social o nacional?
Tras aquellos primeros cuatro años de Pujol, hace falta un nuevo Govern. Así lo creen Obiols, Gutierrez y, de forma más tímida, deja entrever Barrera. ¿Tenían previsto montar un tripartito en 1984? El resultado electoral cerrará el paso a toda posibilidad, pero no será por falta de ofrecimientos.
“En Catalunya existe una mayoría de izquierda, de progreso. Yo desearía que ERC en el futuro se pueda sumar a esa mayoría de izquierdas, después de verle apoyar a una mayoría conservadora. He seguido últimamente las declaraciones del señor Barrera y creo que sería posible”, afirma Obiols.
Y Barrera lo confirma: “Nosotros deseamos hablar con todas las fuerzas de progreso”. ¿Hay boda? No todavía. Tanto ERC como el PSUC exigen al PSC que mire hacia la izquierda y hacia el catalanismo. “El PSOE gobierna en el Estado, que empiece a notarse”, pide Barrera, mientras el 'Guti' acusa a Obiols de tener “un pensamiento recóndito” por no concretar las medidas sobre las que piensa asentar un gobierno de izquierdas en Catalunya.
En algunos momentos parece que Antoni Gutiérrez se ha teletransportado directamente de 2024, por ejemplo cuando pide una política de reindustrialización de Catalunya o cuando acusa al Govern de no haber hecho nada por el campo. Solo le falta pedir más desaladoras y mostrar su apoyo a Palestina para encajar en una listas de los comuns.
Pero igual de actual suena Bueno cuando le dice a Pujol que el departamento que ha tenido más trabajo en su Govern es el de “propaganda y prensa”, a lo que le sigue la acusación de que se ha gastado mucho en políticas superfluas, que 40 años después se han convertido en el célebre tema de los “chiringuitos y embajadas”.
¿Quién quiere españolizar el debate?
Una de las tácticas más visibles de Jordi Pujol en aquel primer debate televisado es presentarse como una especie de intermediario o incluso de contrapaso de los intereses de Catalunya respecto al gobierno central, que dirigía Felipe González con una mayoría absoluta.
“Dijeron que crearían 800.000 empleos; no se ha hecho. Dijeron que generarían mayor estabilidad; mentira. Seguridad ciudadana; hay menos. Sus ministros se pelean. Nos bloquean el traspaso del INEM y del agua”, enumera Pujol leyendo un largo listado de agravios.
Hasta que el president asegura que eso es culpa del “PSOE-PSC”, momento en el que Obiols le da el alto. “No es lo mismo, señor Pujol”, le dice, recordando que el partido socialista de Catalunya es diferente del Obrero Español, tiene personalidad propia y opiniones con su propio matiz. Pero Obiols va a más y, como Carles Puigdemont en 2024, se queja de que se esté intentando españolizar el debate. “Aquí estamos hablando de la gestión que ha hecho usted, señor Pujol, no la que ha hecho el Gobierno del PSOE que tocará hacer en el año 1986”, le espeta.
El 'Guti' tercia considerando que Catalunya “ha perdido peso en la influencia en la política española”, algo que habría que revertir porque “nuestra identidad nacional también se define dependiendo de la influencia que tengamos en la política española”. Y hasta Heribet Barrera está de acuerdo en que Catalunya debe “hacerse respetar” en el Estado.
El líder de ERC, exiliado en su juventud, también propone utilizar el artículo 150.2 de la Constitución para ganar más competencias. Que es, paradójicamente, el mismo que propondrá su compañera de partido, Marta Rovira, en el año 2014 para celebrar un referéndum acordado.
Al menos desde 1984 se puede decir que la política en Catalunya parece condenada a dar vueltas. Los temas y los argumentos se parecen como gotas de agua. Pero si hace 40 años todo el mundo tenía la esperanza de poder convencer al de al lado, en 2024 ya solo se habla para la propia parroquia y ningún candidato parece tener incentivos para escuchar al otro.
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