Ada Colau ha logrado esta semana que Barcelona sacase la cabeza en la Cumbre del Clima, junto a otras grandes ciudades, como modelo a seguir en algunas de sus políticas contra el cambio climático. Al lado de alcaldes como el de Londres o la de París, la líder de los Comuns ha cosechado elogios hacia proyectos como el de las supermanzanas en un viaje a Glasgow en el que también ha asumido la vicepresidencia de la C40, la red de urbes contra el calentamiento global.
La alcaldesa de Barcelona ha podido exhibir estos días sintonía con los representantes de grandes urbes, en especial con el londinense Sadiq Khan y la parisina Anne Hidalgo, con quien mantiene una buena relación desde hace años. “Estar aquí es como jugar a fútbol con Mo Salah y Sadio Mané”, llegó a decir Khan para elogiar a Colau y a la alcaldesa de Freetown, Yvonne Aki-Sawyerr, en la mesa redonda que compartieron este miércoles en la COP26.
Pese a ser la cumbre de Glasgow una reunión principalmente de Estados, la red C40 organizó una mesa de debate sobre ciudades en un panel secundario. Y la primera intervención en él fue para Ada Colau, que centró su breve discurso en la reivindicación del plan de supermanzanas, de la inversión social más allá de las políticas verdes y de la compañía eléctrica municipal 'Barcelona Energía'.
El periplo barcelonés en la cumbre de Glasgow se inició el sábado con la llegada de la alcaldesa a Londres, donde se realizó un acto con numerosos alcaldes que se desplazaron en tren hacia la sede de la COP26. Según fuentes de la Alcaldía, Colau ha aprovechado estos días para estrechar lazos con distintos dirigentes municipales y compartir algunas políticas. Las que más interés suelen despertar son las supermanzanas y las acciones para proteger escuelas de la contaminación.
El contraste con Madrid
El papel de la alcaldesa en Glasgow, que contrasta además con la ausencia de José Luis Martínez Almeida, no se entendería tampoco sin su implicación dentro de la red de ciudades C40, para escalar posiciones y proyección en una asociación que reúne a un centenar de urbes que representan a más de 700 millones de personas en todo el mundo. Colau es ahora vicepresidenta europea de la red, la segunda figura en importancia por detrás de la presidencia, que la ocupa Khan.
En el caso del alcalde madrileño, precisamente este mismo jueves fue criticado desde la oposición, por parte del PSOE, por no haber acudido a la Cumbre, ni él ni la vicealcaldesa, Begoña Villacís. “Lo dice todo del lugar que ocupa Madrid en el cambio climático”, lamentaba la portavoz socialista Mar Espinar. Su ausencia, además, contrasta con su activa participación cuando la Cumbre se celebró en Madrid, en 2019, y con el hecho de que la capital sea la otra ciudad española presente en la red C40.
Los Comuns, por su parte, detectaron desde hace tiempo el tirón internacional de las políticas urbanísticas y climáticas del Ayuntamiento, y no desaprovechan cada ocasión para sacar pecho. La última, coincidiendo precisamente con la celebración de la cumbre, ha sido el informe de la ONU que pone las supermanzanas como ejemplo de políticas urbanísticas contra el calentamiento. O el reciente premio de la Comisión Europea a los pisos sociales sostenibles APROP.
A todo ello se le sumó además este inicio de curso la polémica por la ampliación del Aeropuerto de El Prat, que situó a Colau y sobre todo al alcalde de El Prat, Lluís Mijoler, como principales opositores al proyecto para proteger una laguna protegida pero también para evitar el aumento de emisiones. Una posición que le hizo chocar con su socio de Gobierno, el PSC.
De puertas adentro, sin embargo, el impacto de estas mismas políticas es otro. No solamente por la reacción contraria que despiertan entre algunos sectores económicos, en especial las acciones para reducir el tráfico en las calles. Sino también por todo lo contrario: las entidades ecologistas y vecinales suelen denunciar que los compromisos de Colau en esta materia tienen más dosis de propaganda que de realidad y de logros alcanzados.
Suelen ser materia de disputa precisamente dos de las joyas de la corona del Ayuntamiento: las supermanzanas y la Zona de Bajas Emisiones, que veta desde 2020 la entrada a la ciudad de los coches y motos sin etiqueta ambiental. Sobre lo primero, es la política más llamativa para las ciudades extranjeras, puesto que supone peatonalizar no zonas céntricas, sino calles que tienen más de un carril para coches. Así se ha hecho con las de Poblenou y Sant Antoni y se pretende llevar, mediante ejes verdes, a casi un tercio de las vías del distrito del Eixample.
Los ecologistas le reprochan falta de resultados
Pero entidades como Ecologistas en Acción o Eixample Respira reprochan al Gobierno municipal que el compromiso del actual mandato sea solamente en de pacificar cuatro de estas calles, y que el resto quede para los próximos diez años y sin concretar. “Desde principios del mandato de Colau pusieron como prioridad la lucha contra la contaminación, pero lo que hemos visto hasta ahora es que su discurso contundente no ha ido acompañado de propuestas políticas”, asevera la portavoz de Ecologistas, María García, que recuerda que las ciudades son “responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero”.
Londres, Barcelona o París, argumenta García, que “se postulan como líderes” de la lucha contra el cambio climático, no han hecho en la cumbre ninguna nueva propuesta “transformadora” que permita reducir las emisiones de CO2 un 55% para 2030, de acuerdo con los objetivos europeos.
La otra crítica que le hacen al consistorio es que su política estrella contra la polución, la Zona de Bajas Emisiones, no ha servido para reducir el tráfico sino para que renovar el parque de vehículos, y que los datos de reducción de emisiones, sobre todo de NO2, no son demasiado favorables. En este sentido, 2020 fue el primer año en que se cumplieron los objetivos de contaminación de la UE, el curso en el que se estrenó el veto a los coches sin etiqueta pero también el de la pandemia, que desplomó el tráfico.
En estos momentos, la media mensual de NO2 en las estaciones de tráfico de Barcelona es de 33,1% µg/m3, según los datos que analiza Contaminació Barcelona. Esto supone que está lejos del valor 40, el límite que fija la UE, pero se da el caso de que precisamente en octubre se superó este valor, al alcanzar 41,1 µg/m3.
En materia de C02, la capital catalana sigue siendo una de las ciudades europeas con más emisiones, según distintos ránkings. Esto se debe en buena medida a que cuenta con un puerto y un aeropuerto de tamaños importantes. Según la declaración de emergencia climática del Ayuntamiento, aprobada en 2018, el transporte aéreo que opera en la ciudad es responsable de 7,6 millones de toneladas de CO2; el marítimo, de 5,3. Y la actividad de la propia urbe (residuos, movilidad, industria u hogares), de 3,4.
Sin embargo, Miquel Ortega, físico y doctor en ciencias ambientales, recuerda que entre las actividades que cuenta el Ayuntamiento para el CO2 emitido no está el consumo, que no impacta en la ciudad, sino en aquellos lugares donde se producen los bienes, y que haría disparar la cifra correspondiente a una ciudad como Barcelona.
Sobre el papel protagonista de la capital catalana entre las ciudades que han acudido a la cumbre, Ortega también lo matiza. Argumenta que Barcelona tiene un “renombre” en materia urbanística que hace que sus pacificaciones “se observen con más interés” que quizás en otros sitios. Y añade que lo que se elogia de la ciudad es más la “voluntad” y el “compromiso” del Gobierno municipal en cuanto a lucha contra la emergencia climática que el impacto de sus políticas a fecha de 2021.