Donald Trump ha pedido a los Estados europeos que incrementen su presupuesto militar. Y, para “dar ejemplo”, ha propuesto un incremento del 10% en el gasto militar de Estados Unidos. Pero a los Estados europeos de la OTAN no es necesario que les digan qué deben hacer: en Varsovia y en Gales ya establecieron una directriz para incrementar el presupuesto militar hasta el 2% de su PIB. En España, la ministra de defensa está trabajando para incrementar la partida militar del presupuesto, y otros países como China, Japón y Arabia Saudí van en la misma línea.
El problema es que los presupuestos son como un pastel, finito y limitado. Si incrementamos la partida de gastos militares, tendremos que reducir otros. Y al contrario, si la reducimos, podremos destinar dinero a otras necesidades de la gente. Todo es cuestión de prioridades. Si lo digo es porque creo que el gasto militar es muy y muy excesivo, mientras que servicios como la educación, la sanidad, la cultura y la investigación, o la solidaridad con el resto de pueblos del mundo son mucho más prioritarios. El gasto en defensa es una muestra de la hipocresía de nuestros gobernantes, en un mundo que permite que algunos de ellos estén bien conectados a las empresas de armamento a través de las conocidas puertas giratorias. Se continúa además subvencionando los combustibles fósiles mientras se reducen las ayudas a la investigación en temas relacionados con energías renovables, y no se hace nada para reducir una desigualdad que no para de crecer.
Marina Garcés hace un análisis muy cuidadoso sobre la situación en que se encuentra Europa. Dice que es una población que envejece, con miedo, añorando lo que no ha llegado nunca a ser: libre. Y habla del abismo entre las dos orillas, norte y sur, del Mediterráneo. Al sur, la ciudad del hombre; arriba, la ciudad de Dios. Esta es nuestra alternativa. O bien nos seguimos armando para defender nuestro castillo, con muros, vallas y organismos del tipo “Frontex” que garanticen nuestros divinos privilegios, o bien recuperamos los principios fundacionales europeos de tolerancia, justicia global y respeto a los derechos humanos, reducimos fuertemente el gasto militar y somos solidarios con las mujeres y hombres de la orilla sur.
Queremos reducir el gasto militar porque el mundo tiene demasiadas armas y la paz no tiene suficiente dinero, tal como declaró el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en 2012. Si queremos dar a la paz una oportunidad real, también debemos darle un presupuesto real, que ahora no tiene. ¿Por qué nadie habla de incrementar el presupuesto para la paz? Hay que invertir más esfuerzos políticos y humanitarios si queremos conseguir una paz sostenible, trabajando para los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU.
Queremos reducir el gasto militar porque creemos que es muy urgente reducir las desigualdades en el mundo, y el estado actual de las cosas las está empeorando. Según Oxfam, las 63 personas más ricas del mundo acumulan la misma riqueza que los 3.600 millones de habitantes más pobres del planeta. Los humanos somos depredadores por naturaleza, si no nos regulamos. La codicia y el afán de poder hace que queramos expoliar a cualquier precio los recursos naturales y energéticos de medio mundo (incluido obviamente el petróleo), y esto requiere protección militar. ¿Qué queremos, más poder militar para continuar el expolio o más solidaridad?
Queremos reducir el gasto militar porque queremos romper el círculo del miedo y porque pensamos que la crisis de los refugiados no se arregla con la militarización de las fronteras. Vemos que los mismos que comercian con las armas, que extraen los recursos de los países del sur y que mantienen el calentamiento global del planeta, nos venden seguridad ante la supuesta amenaza de un terrorismo que de hecho es la rebelión de aquellos que se sienten robados. Lo que realmente ocurre es que este sistema depredador necesita la protección del complejo militar-industrial. Por ello, en lugar de pedir más segurización, debemos racionalizar el miedo, aceptar que el riesgo de muerte por atentado terrorista en nuestro país es ínfimo si lo comparamos con el riesgo de muerte por fallo de nuestro cuerpo, y pedir menos presupuesto militar.
Queremos reducir el gasto militar porque no podemos tolerar la pobreza y el hambre en el mundo, y porque estos problemas no se arreglan con la protección militar de los más poderosos. Pensamos que en lugar de construir muros y militarizar las fronteras haciendo caso omiso de los derechos humanos, las principales “armas de paz” que podemos ofrecer son la tolerancia, la cooperación y la integración.
Queremos reducir el gasto militar porque ahora es el momento de “volver a la diplomacia”, como decían los miembros del “comité de personas eminentes sobre la Seguridad Europea como proyecto común”, en su informe presentado en noviembre de 2015.
Este año, más que nunca, tenemos que decir bien fuerte que queremos reducir el gasto militar. Creemos sinceramente que el gasto militar no hace nada para garantizar puestos de trabajo decente, buena salud y educación, mientras que lo que sí es evidente es que estas inversiones incrementan los ingresos de las empresas de armamento y acaban matando civiles inocentes.
GDAMS (Global Days of Action on Military Spending) es una campaña global que reúne gente de países de los cinco continentes. Dentro de pocas semanas, activistas de todo el mundo participarán en una serie de acciones simultáneas para exigir la reducción del gasto militar. Pero debemos implicar a mucha más gente y más organizaciones, haciendo un gran debate abierto sobre los efectos contraproducentes del actual gasto militar. En la página web de la campaña GCOMS / GDAMS encontraréis material y muchas propuestas para protestar activamente, sobre todo durante los “días GDAMS”, del 18 al 28 de abril próximos. Haced difusión de este mensaje y de la campaña. Podéis haceros un “selfie” diciendo en qué os gustaría gastar el dinero que podríamos recuperar si se redujera el gasto militar. Participad en el Thunderclap y en las actividades GDAMS. Proponed nuevas actividades escribiendo a coordination.gcoms@ipb.org
Donald Trump ha pedido a los Estados europeos que incrementen su presupuesto militar. Y, para “dar ejemplo”, ha propuesto un incremento del 10% en el gasto militar de Estados Unidos. Pero a los Estados europeos de la OTAN no es necesario que les digan qué deben hacer: en Varsovia y en Gales ya establecieron una directriz para incrementar el presupuesto militar hasta el 2% de su PIB. En España, la ministra de defensa está trabajando para incrementar la partida militar del presupuesto, y otros países como China, Japón y Arabia Saudí van en la misma línea.
El problema es que los presupuestos son como un pastel, finito y limitado. Si incrementamos la partida de gastos militares, tendremos que reducir otros. Y al contrario, si la reducimos, podremos destinar dinero a otras necesidades de la gente. Todo es cuestión de prioridades. Si lo digo es porque creo que el gasto militar es muy y muy excesivo, mientras que servicios como la educación, la sanidad, la cultura y la investigación, o la solidaridad con el resto de pueblos del mundo son mucho más prioritarios. El gasto en defensa es una muestra de la hipocresía de nuestros gobernantes, en un mundo que permite que algunos de ellos estén bien conectados a las empresas de armamento a través de las conocidas puertas giratorias. Se continúa además subvencionando los combustibles fósiles mientras se reducen las ayudas a la investigación en temas relacionados con energías renovables, y no se hace nada para reducir una desigualdad que no para de crecer.