Dos horas andando por la autopista hasta bloquear el aeropuerto: “Esto es una injusticia muy grande”
Quedan pocos minutos para las 13 horas y la Plaza Catalunya de Barcelona está expectante. Miles de personas se han concentrado en el centro de la capital catalana a la espera del llamamiento del Tsunami Democràtic, el movimiento nacido para orquestrar una respuesta civil conjunta a la sentencia del Tribunal Supremo sobre el juicio a los líderes independentistas. A la hora anunciada, tras unos momentos dubitativos, la gente empieza a mirar sus móviles y a exclamar: “¡Al aeropuerto!”.
El objetivo está claro para los miles de concentrados, pero la propia multitud hace difícil el desplazamiento. Los trenes de Renfe y la L9 del metro, los dos principales medios de transporte para llegar al destino, informan que paran sus servicios. Y miles de personas se quedan con una única opción: ir a pie hasta el aeropuerto, ubicado en El Prat de Llobregat. 15 kilómetros, más de dos horas andando, aunque muchos consiguen llegar en tren hasta Bellvitge.
“Hemos podido coger el metro hasta Hospital de Bellvitge, pero desde ahí nos tocó ir a pie”, explica María, una estudiante de 18 años, mientra camina por la autopista C-31, ahora colapsada de coches por la propia protesta. “Somos jóvenes y esto es nuestro futuro. Me siento indignada, esto una injusticia muy grande”, opina. “Nos han sacado a nuestros representantes, la voz entera de un pueblo”.
María es una de las tantas jóvenes que por la mañana ha asistido a clase como cualquier otro día, pero al anunciarse la sentencia del Supremo ha decidido movilizarse con sus compañeras junto al resto de estudiantes. Una vez llegan al Hospital de Bellvitge, se suma a la decisión del grupo: cortar la autopista y avanzar a pie desde ahí. “Hay mucha gente, creo que todavía más que durante la Diada. Creo que incluso hay gente no independentista hoy, porque los presos van más allá del independentismo”.
Más allá de un pequeño momento de tensión al inicio de la marcha, con un camión que presiona para superar la barrera humana, el camino hacia el aeropuerto discurre sin complicaciones. Algunos manifestantes utilizan los paraguas traídos por las lluvias previstas para protegerse del potente sol de temprana tarde, mientras que otros aprovechan para comer mientras andan. De vez en cuando, algún cántico a favor de los presos independentistas o aplausos de complicidad con los conductores que dan apoyo sonoro a través de su claxon.
“Me duelen las piernas, pero ha merecido la pena”, afirma María, quien se dirige hacia el interior del aeropuerto para dar apoyo a los ya concentrados. Tras más de dos horas de camino, los últimos metros del trayecto fueron acompañados por los turistas que deshacían el camino de los protestantes, también a pie, ante la imposibilidad de salir de otro modo del complejo. Una recta final que, esta vez con más intensidad y frecuencia, se vieron acompañadas de cánticos y proclamas. María lo tuvo claro: “Me emociona ver a tanta gente unida por una causa pacífica”.