Apoyo entre vecinas para recuperarse tras la violencia machista: “Estas mujeres se han convertido en parte de mi sanación”
La primera vez que Lisset pasó por un juzgado, después de denunciar a quien era su pareja por violencia machista, nadie sabía que iba a hacerlo. “Me encontré con un abogado que no había ni leído mi denuncia y una jueza que me hizo sentir como si estuviera mintiendo”, recuerda. “Pretendía que explicara las cosas con la hora y la fecha, incluso contando con un certificado médico”, lamenta.
Recuerda que, al salir de la sala, no tuvieron cuidado y se topó con su agresor. “Me miró riéndose y creo que después de ese juicio sintió que podía hacer lo que quisiera”, considera Lisset. Le denegaron la orden de alejamiento que había solicitado, como pasa en la mitad de peticiones de medidas de protección por violencia machista que llegan a juzgados catalanes. Juristas expertas han denunciado reiteradamente la insuficiente capacidad de agentes policiales y judicatura para detectar el riesgo real para las mujeres.
Pensar en volver a los juzgados y en la posibilidad de encontrarse con su expareja, provocaba –y provoca aún– profunda angustia a Lisset. En la asociación feminista Hèlia, donde recibía apoyo legal y psicológico, le propusieron una opción para no afrontarlo sola. Fue así como conoció a Cinta Ballesté, justo a las puertas de la Ciudad de la Justicia de Barcelona, antes de una nueva cita.
En esta ocasión, iba a recibir una sentencia favorable del divorcio que había solicitado. Ballesté estuvo todo el tiempo a su lado como parte de VeïnesxVeïnes, una red de apoyo impulsada por Hèlia y formada por unas 200 mujeres que acompañan a otras en el periplo que llega después de una relación violenta: son una mano amiga en los procedimientos judiciales, trámites administrativos y citas difíciles.
Las mujeres que lo necesiten pueden contar con esta red feminista para esas circunstancias que se les hagan cuesta arriba y que “un momento en el que lo pasan mal, sea un poco menos malo”, define Ballesté, sobre el papel de las voluntarias.
Hace tres años que forma parte de VeïnesxVeïnes y ha hecho decenas de acompañamientos. Los que más recuerda, a juzgados. “No podemos evitar las situaciones duras que pasan, pero les hacemos saber que no están solas, que las creemos, les damos la mano y no las juzgamos: estamos allí para ellas”, explica Ballesté.
Más de la mitad de peticiones que llegan anualmente a esta red de mujeres son para asistir a procesos judiciales. Son, según alertan, un foco de revictimización de las mujeres que han vivido violencia machista. “Antes de un juicio, hay veces que están literalmente temblando y tienen que declarar bajo un cuestionamiento a menudo muy duro, incluso habiendo ya pruebas del maltrato”, explica Ballesté.
En los últimos años, diversas entidades y espacios feministas han replicado esta iniciativa en diversas localidades catalanas. VeïnesxVeïnes ha expandido su alcance a varios barrios de Barcelona y ciudades como L’Hospitalet de Llobregat, Igualada, Reus y Tarragona.
La mayoría de mujeres que cuentan con VeïnesxVeïnes son migradas sin una red de confianza, aunque no exclusivamente. Hay ocasiones en las que, pese a que las mujeres tienen familia o amistades cerca, deciden dejarlas al margen del proceso. “Puede ser porque te da vergüenza explicarlo o porque no quieres involucrar a tus seres queridos”, cuenta Lisset, sobre su propia situación.
Afirma que va recuperándose de las secuelas psicológicas de la violencia, pero hay momentos de bajada. En su caso, los asocia sobre todo con la llegada de las citaciones judiciales por causas todavía abiertas contra su agresor. Tiempo después de romper la relación, Lisset volvió a denunciar a su exmarido, esta vez por delitos económicos. Las causas más recientes no tienen en cuenta el contexto de violencia previa e ignoran que se trata de su agresor, por lo que, teme Lisset, no podrá evitar encontrarse con él en la sala.
La cita judicial, de la que habla con angustia, está prevista para dentro de pocos días y tiene claro que querrá contar con una acompañante de la red. “No siento que sean personas ajenas a mí, sino que son un lugar seguro”, valora Lisset.
Contar con confianza frente a la revictimización
Juzgados y comisarías aparecen entre los destinos más destacados de los acompañamientos de VeïnesxVeïnes, pero no son los únicos. Visitas médicas, citas con los servicios de ocupación o trámites administrativos también son momentos delicados. Si existe barrera idiomática, el papel de las voluntarias a menudo marca la diferencia en la atención que reciben en las administraciones, advierten desde Hèlia.
También son frecuentes las peticiones de acompañamiento en momentos cotidianos, en momentos en los que las mujeres van a tener que encontrarse con el agresor (como al recoger a los niños después de que hayan estado con él) y no quieren ir solas. O para ir a buscar sus pertenencias al domicilio. “Nos encontramos con situaciones delicadas y necesitamos formación para llevarlas a cabo”, afirma Ballesté, que entró a formar parte de VeïnesxVeïnes después del confinamiento.
“Lo primero que me vino a la cabeza en la pandemia fueron las personas que no podían salir de casa estando en situaciones de violencia”, explica. Fue al caer las restricciones por la Covid cuando Ballesté, administrativa ya jubilada, buscó cómo aportar lo que pudiera.
Cuenta que el maltrato que vivió ella misma en la infancia también ha influido en su vinculación al proyecto. “Claro que ha habido avances, pero es muy grave que todavía hoy me encuentre con criaturas que, pese a tener padres violentos, estén obligadas a pasar tiempo con ellos. También duele ver mujeres que hacen el esfuerzo de denunciar y que concluyen que, de saber lo que les ha implicado, no lo hubieran hecho”, denuncia Ballesté.
Desde Hèlia remarcan que contar con apoyo entre mujeres cambia mucho cómo es la recuperación de unas situaciones que, habitualmente, implican aislamiento y pérdida de confianza. “Poder contar con otra mujer que, desde un acto de sororidad, te hace sentir apoyada en un momento que es muy duro, se ha convertido en parte de mi proceso de sanación”, afirma Lisset.
Una base para un observatorio de violencia institucional
Lisset es trabajadora sanitaria y en todo momento ha tenido autonomía económica. Llevaba el dinero a casa, pero su agresor era quien lo controlaba. Tras la primera agresión física, la familia de Lisset le insistió para ir al hospital a obtener un parte de lesiones. En ese momento no quiso denunciar y decidió mantener la relación cuando él se disculpó. Pero las agresiones se repitieron y, con ellas, los ataques de ansiedad y las autolesiones. Fue en una de estas ocasiones cuando Lisset volvió a acudir al centro de atención primaria (CAP) y la derivaron a la asociación Hèlia, donde ha recibido tratamiento psicológico y asesoramiento legal.
Como en su caso, la mayoría de mujeres que llegan a esta organización feminista lo hacen desde servicios públicos que detectan la necesidad. Incluso desde servicios especializados en violencias machistas, cuando la mujer está en un momento de la recuperación que “no tiene cabida en el sistema público”. Desde Hèlia explican que la administración tiene herramientas para atender “el momento de las agresiones” y que las secuelas del trauma suelen quedar fuera de foco.
Lisset hace más de un año que cuenta con tratamiento psicológico, asesoramiento legal y con el apoyo comunitario de VeïnesxVeïnes. El último acompañamiento que solicitó a la red fue para ir a comisaría. Después de hablarlo con una abogada de la asociación Hèlia, estaba dispuesta a denunciar una situación de acoso relacionada con su exmarido. Pero la recomendación de los agentes fue no denunciar los hechos. Le dijeron que un juez “iba a tirarlo a la basura”, recuerdan Lisset y Cinta Ballesté, que estuvo con ella ese día.
De hecho, otra de las funciones de las voluntarias es ejercer de ojos y oídos atentos a prácticas revictimizantes y discriminatorias que puedan sufrir las mujeres y que, debido a su estado emocional, puedan no detectar o saber afrontar. “Si no lo hubiera vivido en directo, nunca me hubiera creído que fuera para tanto la violencia institucional que hay”, afirma Ballestè. “Es una muestra del alcance social de la violencia contra las mujeres”, dice.
Los centenares de reportes de las voluntarias han convertido a VeïnesxVeïnes en la base para construir un observatorio de violencias institucionales en el que la asociación Hèlia trabaja junto a otras organizaciones feministas y que plantea como proyecto de denuncia a escala estatal.
La violencia institucional fue incorporada en la ley catalana de violencia machista en una reforma de 2020, que reconoce que puede darse por acción u omisión de los servicios y organismos públicos. “Pienso que a la larga las agredidas que ponen el cuerpo al denunciar no se sentirán así de desprotegidas, pero mientras no llega el cambio, si no nos apoyamos entre mujeres, ¿quiénes lo van a hacer?”, plantea Ballesté.
El 016 atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes, al igual que el correo 016-online@igualdad.gob.es; también se presta atención mediante WhatsApp a través del número 600000016, y los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10.
En una situación de emergencia, se puede llamar a los Mossos d'Esquadra al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062) y en caso de no poder llamar se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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