La mayoría de los centros son pequeños y familiares, de una sola línea. Los siete, sin excepción, se encuentran bajo el mando de directoras -las mujeres abundan al frente de los colegios. Y, salvo en algunos casos, estas escuelas fueron concebidas durante los años de bonanza económica. Es decir, son relativamente jóvenes, y por ello algunas aplican metodologías pedagógicas innovadoras, enmarcadas en unos proyectos que, muy a su pesar, deberán abandonar. Esta semana el departamento de Enseñanza de la Generalitat de Cataluña, dirigido por la consellera Irene Rigau, comunicó que suprimirá 61 líneas de primero de infantil en los colegios públicos catalanes, y siete de ellos se veran obligados a cerrar, ya sea este curso o progresivamente. Los motivos: la caída de la demografía y el ahorro. Sin embargo, desde las escuelas más afectadas por la medida, que son estas siete, se quejan de que nadie ha preguntado por sus proyectos pedagógicos.
En los últimos días, con diferente intensidad, las siete escuelas, a través de las AMPAs, se han mobilizado para defender la continuidad de sus respectivos centros. Algunas de ellas se han concentrado ante el departamento de Enseñanza de la Generalitat, otras han acampado dentro del centro, y todas están empezando a tejer contactos para organizar protestas conjuntas. Estas son, una a una, las escuelas que van a echar el cierre.
El Castell (Tona)
“Mezclamos alumnos de distintas edades”. La escuela es tan pequeña que no tienen conserges ni secretarios, y a la llamada de este medio coge el teléfono la directora, Roser de Salsas. El centro El Castell, de Tona, es uno de los que deberían cerrar este junio, pero Salsas asegura que esta semana han llegado a un acuerdo con la Generalitat para que la clausura sea progresiva. Argumenta, con el apoyo del Ayuntamiento en pleno, que el colegio que debería acoger este septiembre a los alumnos de El Castell, la escuela Era de Dalt, no cuenta con suficiente espacio. Con todo, el centro que dirige Salsas tiene solo 98 alumnos, porque no ha tenido tiempo de llenarse (nació hace seis años y, por lo tanto, los cursos solo llegan a tercero de primaria). En cuanto a las clases, la directora explica que son un centro “con entidad propia”. “Trabajamos interniveles”, cuenta, y precisa que “se trata de mezclar en el día a día alumnos de distintas edades, cursos e incluso ciclos”, algo muy habitual en las escuelas rurales y que, si pueden hacerlo, es por “nuestra estructura senzilla”. De hecho, la ratio de alguna de sus aulas es de 10 alumnos, lo “deseado” para llevar a cabo proyectos “cooperativos” como el de El Castell, pero un lujo demasiado caro para la Generalitat.
Vilamagore (Sant Pere de Vilamajor)
“No tenemos libros de texto, los niños aprenden mediante las vivencias y la experimentación”. La escuela Vilamagore, de Sant Pere de Vilamajor, se ciñe al currículum escolar que elabora la Generalitat, y sus alumnos aprueban las evaluaciones externas como en cualquier otro centro, pero adquieren las competencias “mediante las vivencias, la experimentación y la manipulación, y sin libros de texto”, según cuenta la directora, Eugenia Fornaguera. “Cuando hace frío y se congelan los charcos en el patio, aprovechamos para estudiar la congelación del agua, y no esperamos a que nos lo diga la editorial de turno”, cuenta Fornaguera. Este método de aprendizaje está basado en las “necesidades” e “inquietudes” de los alumnos, que “salen cada tarde al aire libre para poner en práctica los conocimientos adquiridos”. Fornaguera, sin embargo, no niega que esta metodología se puede llevar a cabo porque se trata de un centro de tamaño reducido -con 150 alumnos en una sola línea- que se encuentra a la falda del paraje del Montseny.
Otro de los ejes principales del centro es “la implicación de la comunidad educativa y del pueblo”, según dice la directora, una particularidad que recuerda al modelo finlandés. “Las familias han creado la entidad Vilamagore Endavant, que nos ayuda con los proyectos, organizando por ejemplo conferencias con expertos abiertas a todo el mundo”, explica. La escuela Vilamagore cerrará el año que viene su línea de primero de infantil y, poco a poco, se convertirá en un instituto, pero la directora, pese a las evidencias, no se da por vencida. “¡Soy una soñadora, qué quieres! ¡Soy maestra!”.
Sant Baldiri (Lliçà d'Amunt)
“Los expertos recomiendan la escuela para los niños con necesidades educativas especiales”. La directora del colegio Sant Baldiri, Anna Rodríguez, sabía que el curso que viene su centro ya no ofrecería plazas de primero de infantil, y que por lo tanto iría cerrando progresivamente, pero afirma, contrariada, que nadie les ha avisado oficialmente del futuro de la escuela. El centro se convertirá, en unos años, en instituto, y los alumnos de Sant Baldiri pasarán a otra escuela a la que la Generalitat ha cerrado una de sus líneas para garantizar el trasvase, la escuela Països Catalans. Como en el resto de casos, este pequeño centro de Lliçà d'Amunt tiene una sola línea, son pocos alumnos en total, y la directora lo define como una escuela “familiar”. No cuentan con un proyecto pedagógico en particular, según cuenta Rodríguez, en parte porque dice que ha habido muchos cambios de personal en los últimos cursos, pero sí que se trata de un centro requerido por las familias con hijos con necesidades educativas especiales. “Por ser familiar, cercano, asequible, algunos profesionales y expertos han recomendado que los niños con necesidades educativas especiales vengan al Sant Baldiri”, explica Rodríguez.
La noticia del cierre se ha recibido en el centro como un “jarro de agua fría”, describe la directora, para quien los motivos de la Generalitat no son suficientes. “Baja la demografía y cerramos aulas y escuelas... ¿Y cuando la demografía vuelva a subir?”, se pregunta. En cuanto al motivo económico, considera que “no debería ser el criterio más importante a la hora de decidir el futuro de una escuela”.
Can Motllor (Terrassa)
“Cada día una familia prepara un desayuno saludable para todos”. La escuela Can Motllor, de Terrassa, no ha tenido tiempo ni de abrir plazas para primaria. La escuela nació en 2008, y por ello hasta ahora solo tenían clases desde P-3 hasta P-5. “Habíamos trabajado mucho y con mucha ilusión y expectativas para empezar primaria, pero lamentablemente parece que no podremos”, expresa la directora Anna Garcia. Can Motllor deberá fusionarse ya en septiembre con la escuela más cercana, la Roser Capdevila, aunque la directora no tiene muy claro que sus 80 alumnos vayan a caber allí.
“En Can Motllor el alumno es el protagonista”, describe Garcia, satisfecha de haber impulsado con su equipo de maestros un proyecto innovador, basado en un aprendizaje que surge “de las necesidades y los intereses de los niños” y que se canaliza a través de la “experimentación”. “Hacemos talleres cada día donde fomentamos la vertiente artística y científica del alumno”, explica Garcia. También trabajan mezclando edades, y “las familias están muy presentes en la educación; es una escuela abierta”, añade. A modo de ejemplo, explica que “cada día le toca a una familia elaborar un desayuno saludable, a base de fruta, y este momento del día se convierte en un espacio de relación entre todos”. Además, cada viernes por la tarde los padres y madres “pueden participar en las clases abiertas”, explica la directora.
Xarau (Cerdanyola del Vallès)
“Si hay demanda para abrir las dos líneas volveremos a hablar con la Generalitat”. El cierre progresivo de la escuela Xarau es quizás el que menos cumple con el perfil generalizado. Este centro de Cerdanyola del Vallès lleva 35 años en pie, cuenta con 380 alumnos, unas ratios elevadas, y dos grupos por curso. Para justificar su cierre, la Generalitat argumenta que la demografía cae en picado en Cerdanyola, algo que desde el centro no niegan, aunque sospechan que los motivos de la consellera Rigau son otros, más bien económicos. Las históricas instalaciones del Xarau están muy deterioradas, algo por lo que las familias vienen protestando desde hace años, y la Generalitat no ha abordado la remodelación que requiere el edificio ni tampoco acabará las obras de construcción del nuevo centro que debía albergar la escuela, que se paralizaron por falta de financiación. “Así que se trata de dinero”, sentencia Eva Ramón, miembro del AMPA.
Desde que recibieron la noticia de que debían suprimir las dos líneas el próximo curso, la comunidad educativa del Xarau ha empezado un “pulso”, en palabras de Ramón, con la Generalitat. Y no parece que les vaya mal. Hace unas semanas iban a cerrar los dos grupos de P-3, pero tras negociaciones del Ayuntamiento con la consellera, al final, si consiguen llenar uno de los grupos, podrán mantenerlo un año más. Y pese a esta victoria parcial, siguen con la presión. Este miércoles protestaron ante la sede de la conselleria, “y si hay demanda para abrir las dos líneas el año que viene, volveremos a hablar con la Generalitat”, asegura Ramón. Aunque es poco probable que Rigau acepte más concesiones.
Poble Nou (Pineda de Mar)
“Conozco a todos los padres; no hay más que ventajas”. Otra escuela que deberá cerrar sin apenas haber tenido tiempo de consolidarse. El colegio Poble Nou, de Pineda de Mar, abrió sus puertas el curso 2008-2009, y cuatro años más tarde deberá iniciar un trasvase progresivo de alumnos hacia centro Antoni Doltra, el que queda más cerca. “Nuestras aulas están llenas, y las suyas también, no sé cómo nos vamos a fusionar”, se pregunta la directora, Dolors Nualart. Una vez más, la razón es demográfica, y en este caso interviene el factor de la inmigración. “Hay una población marroquina importante, y la Generalitat nos ha dicho que, además de bajar la natalidad, muchos inmigrantes se marcharán”.
Como la mayoría, Poble Nou es un centro de una sola línea, con solo 140 alumnos, y que apuesta por mezclar también a los alumnos de diferentes edades. “El tamaño de esta escuela es perfecto”, defiende Nualart. “Somos 10 maestros, nos conocemos con todas las familias, esto no tiene más que ventajas para los niños”, zanja.
Gil Cristià i Arbós (Selva del Camp)
“Seguiremos sin menguar la calidad hasta que quede el último niño”. En el colegio Gil Cristià i Arbós, de la localidad tarraconense de la Selva del Camp, ya se olían desde hace tiempo que la noticia del cierre era inminente. Con solo una línea, vieron como el curso pasado la Generalitat cerraba una de las líneas de la otra escuela del pueblo, la Abel Ferrater, así que “todo indicaba la reestructuración”, según admite Cristina Iturgoyen, directora de un centro que cuenta con 183 alumnos y más de tres décadas de historia. El trasvase de alumnos va a ser progresivo, pero Iturgoyen teme que “las familias empiecen a marcharse ya el curso que viene, para hacerlo cuanto antes mejor”.De hecho, este es un temor que comparten la mayoría de centros que serán clausurados progresivamente. Sin embargo, la directora lo tiene claro: “Continuaremos trabajando igual que siempre, sin menguar la calidad, hasta que se haya ido el último niño”.