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Barcelona, la ciudad sin niños: los precios de la vivienda y la precariedad dejan la natalidad más baja desde 1900

Dos niños jugando a la salida de su colegio, en Barcelona

Sandra Vicente / Victòria Oliveres

5 de agosto de 2023 10:00 h

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Andrea y Aitor son una de las miles de parejas que, durante la pandemia, tuvieron una “epifanía”. El confinamiento les hizo despertar el deseo de la paternidad, que tenían aletargado. “En un momento de tanta vulnerabilidad, nos dimos cuenta de que no tenía sentido retrasarlo”, recuerda Andrea. Pero había diversos problemas: los ERTEs y la amenaza de un despido ponían en riesgo poder seguir pagando el apartamento en el que vivían, en el barrio de Sants de Barcelona, y que se llevaba casi la mitad de sus sueldos.

“Era demasiado si queríamos empezar a ahorrar para tener una criatura”, explica Aitor. Todo les iba en contra, así que en uno de esos -tantos- ratos muertos del confinamiento, en los que no había nada que hacer, empezaron a fantasear con tomar las riendas de su vida. Así fue como decidieron dejar Barcelona. “Tuvimos que elegir. O criar o pagar un piso allí”, resume.



El contexto de la pandemia también les ayudó a tomar la decisión ya que, en aquél momento, la idea de alejarse de una gran ciudad les parecía “muy atractiva” y el teletrabajo, que todavía estaba muy extendido, lo ponía todo muy fácil. Así que, cuando se levantaron las restricciones, se mudaron a Vilassar, un pueblo de la costa a menos de una hora de Barcelona.

El caso de Andrea y Aitor no es el único. La pandemia inició un goteo de personas jóvenes, en edad de criar, que abandonaron las grandes ciudades. Esta tendencia alcanzó su pico en 2021, cuando un 6,9% de los barceloneses de entre 20 y 39 años dejaron atrás la ciudad. De ellos, el 65% se fue a otra ciudad de Catalunya. Las destinaciones preferidas fueron ciudades colindantes a Barcelona como L'Hospitalet, Badalona o Santa Coloma.



Hoy en Barcelona hay 50.000 jóvenes menos que hace 20 años y eso, entre otras cosas, ha provocado que la capital catalana se esté quedando sin niños. Este 2022 se han registrado las cifras más bajas de natalidad desde el año 1900 (obviando 1939). Los casi 11.300 nacimientos del 2022 se sitúan un 15,2% por debajo de la media de la década del 2010-2020. Con todo, en 8 de cada diez viviendas en la ciudad, hoy no vive ningún menor de edad.

Cada vez menos bebés y más tardíos

Barcelona es la ciudad de toda el Área Metropolitana con una menor ratio de niños, pero el desplome de la natalidad no afecta sólo a la capital catalana. El descenso de los nacimientos se empezó a agudizar tras la pandemia. “A la incerteza de la situación hay que añadir la dificultad para una conciliar, un mercado de trabajo con altos índices de precariedad y un mercado inmobiliario en que el acceso a la vivienda se complica especialmente para los colectivos potencialmente fértiles”, tal como indica Maria Jesús Calvo, responsable del departamento de estadística del Ayuntamiento de Barcelona.

Esta situación de inestabilidad afecta tanto a jóvenes barceloneses como a aquellos que migraron, como Aitor y Andrea. De hecho, cuando la normalidad empezó a restablecerse, esta pareja seguía sin encontrar la manera de tener niños. “La vida aquí es algo más barata, es cierto. Pero la conciliación se complica: tardamos más en ir y volver del trabajo, nuestras familias y amigos están en Barcelona...Y ¿dónde iría al cole? ¿Cerca de la oficina o cerca de casa?”, se pregunta Andrea, agobiada porque a sus 34 años todavía no ha hecho realidad la meta que se propuso en 2020.



“Estamos ante la generación menos fértil de la historia”, tal como constata Calvo. Los índices de fecundidad están lejos del nivel de reemplazo de la población, que son del 2,1. Es decir, si se necesitaría que cada pareja tuviera más de dos criaturas para que no hubiera un descenso de humanos, en Barcelona el índice es de 0,6. En la capital catalana hoy sólo hay 6,9 niños por cada 1.000 habitantes. Tal y como recuerdan desde el departamento de datos del consistorio barcelonés, la tendencia es global. Tanto que la China y la India, los dos países más poblados del mundo, también están por debajo de la tasa de reemplazo.

Y la situación no parece que vaya a mejorar. Volviendo a Barcelona, en el próximo lustro se espera que la pirámide de población cambie significativamente: teniendo en cuenta el descenso actual de jóvenes y las bajas cifras de la natalidad, aumentarán todavía más las franjas de población de entre 60 y 90 años, mientras que se reducirá el número de ciudadanos más jóvenes. El descenso más significativo, según estimaciones del instituto de estadística de la Generalitat (Idescat), será en la franja de entre 40 y 49 años, que actualmente es la más alta.



Esta alteración de la pirámide demográfica lleva fraguándose desde los años setenta. Por un lado, los avances médicos fueron alargando la esperanza de vida y por el otro, fue cuando se empezó a registrar una caída de la natalidad que dura hasta hoy. Con una excepción: los nacimientos crecieron durante los primeros años de los 2000.

Este repunte de la natalidad coincidió con los años de crecimiento económico y la llegada de los primeros flujos de migración internacional. Además, también fue cuando las personas nacidas en la bonanza de los 70 y 80 llegaron a la edad de fertilidad. “Fueron los niños que lo tuvieron todo. Los que ya nacieron en democracia y pudieron estudiar. A los que les dijeron que podrían tenerlo todo y que llegaron a la edad adulta con un trabajo estable y pudiendo comprarse un piso”, explica Muriel.

Tiene 30 años y habla de personas como su hermano, que cuando tenía su edad ya había tenido a su primer hijo y una hipoteca casi a medio pagar. En cambio, ella nació y creció en plena crisis de los 90 y su vida ha sido substancialmente distinta. “Acabo de estrenar mi primer contrato indefinido”, dice, a modo de resumen. “Crecer en crisis, salir de la universidad en otra crisis y llegar a adulta en otra crisis más hace que la precariedad sea tu día a día y que tu horizonte de futuro rara vez esté a más de un par de años vista”, dice Muriel.

Por eso, ella nunca se ha planteado ser madre. “Soy de una generación que, a penas, puede mantenerse a sí misma”, dice la joven, quien explica que, entre sus amigas, las que quieren tener niños son la “rara avis”. Ahora bien, aunque criar no sea su deseo, asegura sentir lástima por aquellas que sí quieren, pero no pueden. “No es justo”, afirma.

Situaciones como las de Muriel han hecho caer la tasa de fecundidad hasta el 30,1%, la más baja de los últimos años. Además, la precariedad e inestabilidad que relata la joven han retardado la edad media a la que una mujer se convierte en madre hasta los casi 34 años.

Con todo, el saldo vegetativo de Barcelona (el resultado de restar las muertes a los nacimientos) es negativo. De hecho, teniendo sólo en cuenta estos factores, la ciudad pierde el doble de población que antes de la pandemia. Pero, aún así, el número de residentes ha crecido en un 1,2%. Esto se debe a la llegada de migrantes; según el informe del consistorio, los bebés de nacionalidad extranjera supusieron el 27,3% de los nacimientos. Los nuevos barceloneses tienen origen, principalmente, del Pakistán, Italia, Colombia y Francia.

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