El Centro de Atención Primaria (CAP) Gòtic, en el centro histórico y turístico de Barcelona, es demasiado pequeño para los 15.000 habitantes a los que debe prestar servicio. Lo saben las administraciones, que les prometieron unas nuevas instalaciones en 2008, y también los vecinos y los profesionales, que recientemente se han empezado a organizar para exigir un nuevo centro. Alertan que si el espacio ya era demasiado precario para desempeñar su actividad ambulatoria, con las necesidades que surgen con la COVID-19 será directamente imposible.
“La necesidad más acuciante es la de metros cuadrados para poder garantizar la seguridad. Necesitamos el triple”, advierte Oriol Rebagliato, adjunto a la dirección del CAP. Desde que se desencadenó la epidemia han centrado su actividad en los casos de COVID-19, pero con la desescalada y la recuperación de visitas de otras patologías, el centro debería tener zonas separadas para ambos tipos de pacientes. “No sabemos cómo lo haremos, es prácticamente imposible”, resume este médico, que lamenta que las dependencias del CAP se limitan a los bajos de un edificio, algo inusual en este tipo de equipamientos.
Este ambulatorio, uno de los 53 que hay en Barcelona, se estrenó el año 2000, pero ya por entonces los profesionales advertían que había nacido pequeño. Prueba de ello es que en 2006 se abrió un local cercano para asumir parte de sus servicios, pero se tuvo que cerrar por problemas de salubridad. Dos años después, en 2008, Generalitat y el Ayuntamiento, las dos administraciones que integran el Consorcio Sanitario de Barcelona, acordaron una reserva de espacios para albergar un nuevo centro que sustituyese al actual. Pero nunca se llegó a hacer.
“Llevamos 12 años esperando”, concluye Martí Cusó, activista vecinal que participa en el grupo formado por usuarios y profesionales para reactivar la demanda de un nuevo centro. Con más razones que nunca teniendo en cuenta que la Atención Primaria es para el Gobierno la pieza clave del sistema sanitario no solo durante el desconfinamiento, sino también de la llamada nueva normalidad. “Necesitamos un nuevo espacio y las administraciones lo han de encontrar. Siempre han dicho que no había, pero no hay excusas”, reclama Cusó.
Las conversaciones con el consistorio están en marcha. El pasado viernes el concejal del distrito de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, habló con la directora del centro, Helia Cebrián. De momento “se está buscando una solución urgente para la emergencia”, aseguran fuentes municipales, que añaden que están trabajando en distintas propuestas temporales.
A largo plazo, el emplazamiento del que más se ha hablado es la histórica Foneria de Canons, una antigua fundición de cañones de 3.000 metros cuadrados y contiguo a la Rambla. Propiedad de la Generalitat, el inmueble lleva 17 años en desuso, por lo que el Ayuntamiento lo considera “idóneo” para albergar el CAP. El problema para ellos es que el president Quim Torra anunció el pasado marzo que el edificio se destinaría a un equipamiento cultural de iniciativa privada. Desde entonces no se han dado más detalles.
Sin salud mental ni especialistas
El hartazgo de los profesionales y usuarios del centro es el fruto de años y años de carencias. Buena parte de la cartera de especialistas –ginecólogo, endocrino, oftalmólogo, otorrino y odontólogo– están en el CAP Drassanes, en el Raval. Con la integración de la salud mental a la Atención Primaria, tampoco han podido desplegar este servicio porque no hay sitio para el psiquiatra. Y la psicóloga visita cada 15 días aprovechando una reducción de jornada. “Es como un tetris”, lamenta Rebagliato, que recuerda que un barrio como el Gòtic tiene “muchas necesidades” en este aspecto.
Pero no es solo con los especialistas. Entre los médicos de familia también hay encaje de bolillos y a menudo usan varios una misma consulta aprovechando que otro está haciendo visitas a domicilio. Y por si fuera poco, el edificio presenta unas deficiencias estructurales que provoca a menudo escapes de aguas fecales y plagas de cucarachas. En el último año han tenido que cerrar el CAP en tres ocasiones debido a los escapes, que persisten pese a los repetidos trabajos para arreglarlos. “Cerrar un día entero un centro médico es un problema”.
La campaña para exigir un nuevo centro, que todavía está en fase inicial de reuniones entre vecinos y profesionales, tiene un precedente reciente y que les permite ser optimistas: la lucha CAP Raval Nord. La alianza entre sanitarios y usuarios en ese barrio logró que se destinase la capilla de la Misericòrdia al nuevo ambulatorio, cuando la intención de la Generalitat era que albergase un nuevo espacio para el museo MACBA. “El desenlace del Raval nos da fuerza; demuestra que la alianza de profesionales y vecinos da resultados”, defiende Cusó.
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