‘BRIANS, Mujeres invisibles’: el fotolibro en el que las reclusas se retratan a sí mismas
“El taller es de las pocas cosas que traen vida allí dentro”, explica Camila Oliveira, una antigua reclusa en la cárcel de Brians I. “Es el momento en que una se siente más cerca de la libertad. Este tipo de proyectos alimentan la ilusión de las personas que están dentro y sirven para construir relaciones entre nosotras, las internas”, dice.
Oliveira fue una de las participantes en 'Traspasando el objetivo', unos talleres fotográficos organizados en este centro penitenciario que anima a las reclusas a ponerse detrás del objetivo y experimentar con la fotografía. Tras cinco ediciones y unas 10.000 fotografías disparadas, un libro recoge las mejores imágenes captadas por estas mujeres privadas de libertad.
“Analizamos el material y nos dimos cuenta de que era fantástico”, explica Cristina Sampere, directora de la fundación sin ánimo de lucro Setba, que coordina este proyecto. “Siempre intentamos visibilizar nuestros proyectos a través de exposiciones, acciones en la calle, etc., pero en esta ocasión nos pareció que lo más lógico era hacer un fotolibro”, contaba. El resultado ha sido la publicación del libro BRIANS, Mujeres invisibles, editado por Lumínic, a principios de este año.
En algo más de cien páginas, este volumen reúne algunos de los retratos en blanco y negro que la artista Marta Fàbregas hizo a las reclusas caracterizadas como musas. También recoge los retratos y las fotografías hechas por las propias internas, entre ellas Camila Oliveira, que ya tiene el tercer grado y ha fotografiado a mujeres que han sufrido violencia machista. Otra de las internas, Sofia Kyprisli, firma los retratos a sus compañeras realizando diferentes tareas y oficios dentro de la prisión.
El libro incluye más de setenta imágenes, todas ellas tomadas entre 2020 y 2021, y también frases y reflexiones de las presas: “He sentido la esperanza de que pronto saldré de aquí y podré volar. Lo he sentido mientras me tomaba una foto dentro de la celda con la ventana abierta, con el airecito rozándome la cara”.
“Desde el primer momento, planteamos los cursos de fotografía como una expedición en busca de las musas, de las mujeres que nos inspiran, pero también como un ejercicio de introspección y de crecimiento personal”, señala Fàbregas, artista y directora artística del proyecto en el que ya han participado unas 65 reclusas. A pesar de que la mayoría de ellas no tenía conocimientos previos de fotografía y de que tampoco habían hecho fotos con cámaras profesionales, Fàbregas asegura que llegó a Brians con la premisa de “buscar la excelencia”. “Otro de mis principios era el de no juzgar a nadie y de tratar a las participantes como si fueran alumnas de un máster de fotografía en la mejor universidad del mundo”, añade.
La directora de la Fundació Setba cuenta que la “chispa” del proyecto surgió en una conversación con Amand Calderó que en aquel momento era secretario de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima, un organismo de la Generalitat de Catalunya que, entre otras labores, se dedica a la gestión de las prisiones catalanas y de los proyectos de inserción social y laboral. “Calderó me sugirió que debíamos hacer algún proyecto para las mujeres de las cárceles, porque son las grandes olvidadas del sistema penitenciario”, explica.
Según los datos de los Servicios Penitenciarios de la Generalitat, a finales de 2021 había 7.746 personas privadas de libertad en las cárceles catalanas. De estas, solo 511 eran mujeres, un 6,6% del total. A nivel estatal, las mujeres representan un 7% de la población penitenciaria (3.925 presas), de acuerdo con las cifras de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
Entidades como Comisiones Obreras han denunciado en diversas ocasiones la situación de discriminación y vulnerabilidad en la que se encuentran las reclusas, ya que el sistema penitenciario fue diseñado para la población masculina. Ejemplo de ello es que en las cárceles de mujeres no hay la separación por módulos según sus características y que tampoco tienen la posibilidad de cumplir sus condenas en unidades terapéuticas. Además, ellas disponen de menos ofertas formativas y lúdicas que los hombres.
A lo largo de diez sesiones, una quincena de participantes por cada edición aprendieron, mediante explicaciones teóricas de unos quince minutos, contenidos técnicos acerca de la fotografía: los tipos de encuadre, los puntos de vista, la luz, la saturación... En las ocho primeras, tras la parte teórica y durante unas dos horas, las reclusas llevaban a cabo ejercicios prácticos sobre aquello que se les había explicado en esa sesión. Se distribuían por parejas y se iban intercambiando; primero una era la fotógrafa y la otra la modelo y luego al revés. Para esta actividad, tenían a su disposición dos sets fotográficos y un patio para sacar partido a la luz natural.
A partir de la tercera sesión, las internas tenían también a su disposición todo tipo de atrezo, como sombreros y pañuelos. Otra parte fundamental del curso era la revisión de las fotografías disparadas en la jornada anterior. Para ello, Fàbregas descargaba todo el material y se lo llevaba impreso. De esta manera, todas juntas podían comentar, según los ejercicios que ella les había encargado, si habían hecho lo que se les había pedido y qué cosas se podían mejorar.
En las dos últimas sesiones de cada edición de 'Traspasando el objetivo' ya no se exponía contenido teórico. El penúltimo día, unas maquilladoras profesionales se desplazaban al centro penitenciario para caracterizarlas de “musas” y la artista Marta Fàbregas las retrató. Algunos de aquellos retratos pueden verse también en el libro BRIANS: Mujeres invisibles, junto a las fotografías de las propias internas e imágenes de distintos espacios de la prisión sacadas por la fotógrafa Laura Gálvez-Rhein. Por último, en la décima sesión se les entregaba a las participantes un diploma, un pendrive con todas las imágenes que ellas mismas habían producido y uno de los retratos sacados por la directora artística impreso en cartón pluma. Ese mismo día, entre todas pegaban en el patio alguno de los retratos a tamaño póster.
Además de una búsqueda de las musas, la artista contaba que quiso convertir el curso de fotografía en “un viaje” porque está dirigido a mujeres privadas de libertad, que no pueden salir. Señala que buscó transmitir su convicción en “el poder transformador del arte” y en la “posibilidad de autoconocimiento e introspección a través de la fotografía”. En definitiva, la idea de Fàbregas era “darles a esas mujeres la capacidad de viajar y de volar durante el tiempo que estuviésemos haciendo la actividad”.
La artista ya tenía experiencia como docente, aunque nunca había impartido clases en un centro penitenciario. “El primer día que entré en Brians me impresionó el espacio, las puertas y los sonidos, pero después ya no se te hace extraño, porque es siempre lo mismo”, explica Fàbregas, que también reconocía que al terminar las sesiones se sentía como si le hubiesen “chupado toda la energía”. “Entras con mucha energía, lo das todo y cuando sales, a veces, te quedas un poco tocada porque vas conociendo a las internas, que te cuentan sus historias y tienes que aprender a no dejarte llevar por las emociones”, añadía.
Tanto la directora de la Fundació Setba como Fàbregas coinciden en señalar que durante los talleres de fotografía buscaron siempre la excelencia a través de relaciones cercanas y “de tú a tú” con las internas. La artista asegura que esta experiencia le ha servido para ser consciente de sus propios prejuicios y de su situación privilegiada. “Me di cuenta de que el hecho de que yo esté fuera y ellas dentro es algo circunstancial y que podría ser al revés”, reflexiona, “porque mañana cualquiera puede tener un accidente de coche, matar a alguien sin querer y acabar allí dentro”.
Recepción del proyecto
Las fotos de Camila Oliveira que aparecen en el libro (más arriba el retrato de Ester) fueron hechas cuando ella ya estaba en tercer grado, pero recordaba de su paso por aquellos cursos de fotografía en Brians I el ambiente de “trabajo colectivo” que creaba el taller. “Dejábamos de ser simples compañeras de patio porque trabajábamos juntas en algo que nos divertía y nos entretenía a todas”, rememora. Muchas de las reclusas, según cuenta Cristina Sampere de la Fundació Setba, manifestaban la necesidad de llevar a cabo más proyectos culturales en las cárceles porque “dan aire a las reclusas”.
Más allá de la función evasiva de los talleres, Oliveira destaca que estos “realmente despertaban interés por aprender”. A su vez, Fàbregas subraya el carácter empoderador de los mismos: “Adquirir conocimientos hace que la visión que estas mujeres tienen de sí mismas mejore”. Y añade que muchas de las participantes le decían que donde antes veían una simple foto, ahora ven un encuadre, un punto de vista, un tipo de luz, etc.
Oliveira menciona también la importancia de la autoimagen: “Cuando estás en prisión, pasas años sin verte en una foto, así que cuando por fin te ves y te gusta, eso te hace sentir muy bien”. Fàbregas resalta cómo a medida que iba avanzando el curso las mujeres de Brians acudían cada vez más peinadas, maquilladas y con ropa más favorecedora. “Volver a verse guapas es muy importante para ellas”, afirma Fàbregas, que añade que muchas de las internas “le daban uso y valor a las fotografías” porque se las enviaban a sus familias, sus hijos o sus parejas.
La valoración del proyecto 'Traspasando el objetivo' ha sido muy positiva, tanto por parte de las organizadoras como de las participantes. “Las internas están muy agradecidas por haberles proporcionado un espacio seguro y donde ser ellas mismas y nos dicen que durante un rato consiguen evadirse y sentirse libres”, concluye Fàbregas.
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