Los chats internos de Junts comenzaron a echar humo el domingo pasado, después de que el informe interno sobre el caso Dalmases, que había sido redactado por la abogada Magda Oranich y entregado a la dirección del partido pero no discutido en la ejecutiva, apareciera publicado en Nació Digital. Había enorme malestar y los partidarios de Laura Borràs parecían más preocupados por la filtración del documento que por su contenido. En ese estado de irritación, el diputado Francesc de Dalmases, horas después, dirigió una carta a Junts en la que cargaba con dureza contra el informe y su redactora, miembro de la Comisión de Garantías del partido. Una misiva encendida y que, finalmente, ha acabado siendo el epitafio de su paso por la dirección del partido.
En Junts no hay guerras aisladas. La votación para salir del Govern, el enfrentamiento por la suspensión de Borràs como diputada o el congreso que celebró este verano la formación son todas batallas de una misma contienda sin cuartel que se libra en el partido independentista desde hace meses, prácticamente desde su fundación. También el caso Dalmases se ha acabado convirtiendo en una escaramuza entre favorables y detractores de Borràs, que en esta ocasión se ha decantado a favor de los segundos.
Por un lado están los llamados octubristas o 'lauristas', una facción que ha conseguido sacar el partido del Govern y que cree que su mejor baza electoral es convencer a muchos independentistas de que el resto de partidos soberanistas se han vendido. Por el otro están los que se autodenominan pragmáticos, que en buena medida coinciden con las corrientes que se han aglutinado en torno al secretario general, Jordi Turull. Gente con experiencia orgánica y de gobierno, muchos vinculados a la antigua Convergència, que creen que en política nunca sobran los amigos y que, si la independencia ha de llegar, qué mejor que esperarla gobernando.
El origen de la última crisis entre las dos almas de Junts es el episodio de gritos e intimidación que Dalmases profirió en julio pasado contra una periodista de TV3, después de que al diputado no le hubiera gustado la entrevista que le habían hecho, precisamente, a Borràs. Desde que los hechos fueron revelados por este diario, ambos optaron por negarlo todo y pasar a la ofensiva contra cualquiera que osase criticar la actitud del hasta esta semana vicepresidente de Junts y mano derecha de la presidenta del partido.
La propia TV3 y la dirección del FAQs, programa en el que ocurrió, corroboraron los hechos, al tiempo que organizaciones profesionales, asociaciones y los grupos de la Cámara condenaron la actitud del diputado. Sin embargo, el férreo relato que el círculo de Borràs impuso es que todo era una cacería política contra su más estrecho colaborador dirigida por sus oponentes. En el seno del partido ganaron tiempo encargado un informe a la prestigiosa abogada Magda Oranich, mientras que en el Parlament bloquearon la Comisión del Estatuto del Diputado, que debe examinar si los hechos son motivo de sanción.
Tres meses después, el informe de Oranich ha acabado por confirmar que los hechos fueron tal como los relató la prensa, es decir, de forma muy diferente a cómo los contaron Borràs y Dalmases. Pero, de rebote, la carta que el diputado envió a su partido desautorizando y poniendo en tela de juicio el trabajo de la miembro de la Comisión de Garantías provocó que Oranich respondiera como un vendaval. La veterana abogada aseguró que había recibido presiones de Borràs y dejó caer que los malos modos de Dalmases no habían sido un hecho puntual de un enfado en TV3, sino algo conocido y sufrido en el partido.
Una ejecutiva como un paseo militar
Era, sin duda, una oportunidad de oro para que el sector pragmático se cobrase la cabeza del alfil más valorado por la reina. La reunión de la ejecutiva de Junts que tuvo lugar este martes fue un contundente paseo militar de los que solo hace dos semanas vieron cómo perdían la votación para permanecer en el Govern. Dalmases ni siquiera compareció en la sede del partido, debido a una crisis de ansiedad de la que Borràs informó al inicio.
Los problemas médicos del vicepresidente no ablandaron a la directiva de Junts, que intervención tras intervención fue subiendo de tono. Hubo incluso peticiones de una destitución de todos los cargos, incluida la devolución del acta de diputado y al menos una diputada también relató haber sufrido episodios coléricos de Dalmases. Borràs se quedó sola defendiendo a su protegido. Finalmente, la reunión se zanjó con una renuncia del político a la vicepresidencia del partido y a representar a Junts en la comisión de los medios públicos, pero se le permitió seguir como diputado. Al menos, por el momento.
La sensación en el partido este miércoles era de que la solución de compromiso no había satisfecho a ninguna de las dos partes. Mientras los pragmáticos creen que haberle permitido mantener el escaño es una concesión magnánima, los de Borràs se lamen las heridas y se presentan como víctimas de conjuras encadenadas, primero de ERC y sus huestes, y ahora del fuego amigo de los consellers destituidos.
El mejor exponente de esta retórica 'laurista' ha sido una cuenta de Twitter que, bajo el nombre de Joana Masdeu se hacía pasar este miércoles por una periodista parlamentaria a la que ningún periodista parlamentario real conoce en Catalunya. La supuesta informadora escribió el martes por la noche un extenso hilo en el que defendía a Dalmases y lanzaba acusaciones de coacciones y amenazas contra el exsecretario general de Junts, Jordi Sànchez, o el presidente del grupo parlamentario, Albert Batet. La identidad claramente falsa de Joana Masdeu se convirtió en un meme entre los periodistas y la cuenta quedó desactivada a las pocas horas.
Capítulos como el de Joana Masdeu muestran que el sector de Junts que ha salido peor parado de la última contienda no tiene previsto bajar las espadas. Sobre todo, cuando puede que para Dalmases lo peor aún no haya llegado. Por el momento, debe reunirse la Comisión del Estatuto del Diputado para examinar si su actitud es motivo de sanción. Mientras, en su partido ya hay quien recoge firmas para tratar de forzarle a dejar el escaño. Entre los miembros de Junts que defendieron la destitución del político de todos los cargos un argumento pesó más que ningún otro: “Si intimidar a una periodista no es propio de un vicepresidente de Junts, ¿puede serlo de un diputado?”.