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El elevado número de contagios detectados en Lleida y su cercanía con el rebrote de Huesca encienden las alertas

Servicios sociales llevan comida a un albergue para positivos aislados en Seròs (Lleida)

Pau Rodríguez / Victòria Oliveres

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La provincia de Lleida es en estos momentos uno de los eslabones débiles en la lucha contra el coronavirus en España. Desde que se detectó un rebrote a finales de mayo, hace un mes, esta zona ha ido avanzando progresivamente en la desescalada, pero su nivel de contagios no ha llegado a reducirse significativamente. Ahora que se ha detectado un foco importante en la provincia colindante de Huesca, en varias comarcas con las que Lleida mantiene un flujo notable de trabajadores del sector agroalimentario, las alarmas se han encendido.

“Estamos muy en alerta”, resumían este martes de forma escueta las fuentes del Departamento de Salut de la Generalitat consultadas por este diario. Este mismo día ha trascendido un brote de coronavirus en una residencia de Lleida que ha dejado hasta 18 contagios, pero lo que preocupa a los responsables sanitarios y a los expertos tiene que ver más bien con el elevado número de positivos que se detectan en la provincia desde hace un mes, las condiciones de trabajo de los temporeros de la fruta y de algunos mataderos y la cercanía del brote de Huesca, que ha obligado a tres de sus comarcas y una cuarta de Zaragoza a volver a la fase 2 de desescalada.

Hasta el rebrote en Aragón, el más importante desde el inicio del desconfinamiento, Lleida ha sido en las últimas semanas la provincia con más casos detectados por habitante de toda España. Según datos del Ministerio de Sanidad, la incidencia acumulada semanal de contagios ha oscilado en la región entre los 38 por cada 100.000 habitantes el pasado 19 de mayo a los 31 del 17 de junio. Nunca por debajo de los 26, una cifra superior a la de todo el resto de provincias españolas (solo Soria, Ceuta y ahora Huesca se le han acercado).



A partir del 18 de junio se observa un descenso muy significativo de casos, pero esto se debe a que el ministerio contabiliza los positivos por la fecha de inicio de síntomas, con lo que los más recientes todavía no se tienen en cuenta. En los datos del Departamento de Salud, que cuentan como fecha de contagio el día que se detecta el positivo, la incidencia se mantiene más estable, en 43,7 casos por cada 100.000 habitantes durante la semana que terminaba el pasado lunes, siendo cuatro veces mayor que las de Barcelona ciudad (9,8), Catalunya Central (11,7) o Región Metropolitana Sur (9,5).

La situación epidemiológica de Lleida es bien conocida no solo por la Generalitat, sino también por el Ministerio de Sanidad, que ha tenido que evaluarla antes de concederle los avances de fase, que ha hecho a la par con Barcelona y su área metropolitana. En un informe fechado el 17 de junio, la Dirección General de Salud Pública advertía de que la incidencia era “elevada”, aunque valoró positivamente que el 80% de nuevos casos procedían de cadenas de transmisión conocidas y que se estaba registrando ya un descenso “importante”. Sin embargo, más tarde se han sumado casos nuevos a la serie y la reducción no es tal.

El factor de los temporeros

La elevada incidencia en Lleida y ahora en Huesca, dos provincias una al lado de la otra, no es casual. Fuentes de Salud reconocen que uno de los factores que explican esta mayor pervivencia de la COVID-19 es la gran movilidad de trabajadores, muchos de ellos extranjeros, que llegan para la campaña de la fruta, así como sus condiciones laborales, que no siempre permiten mantener la distancia social.

“El virus aprovecha las grietas, y una de ellas tiene que ver con las situaciones de los mataderos y de los temporeros de la fruta, que a veces tienen unas condiciones precarias con las que no pueden permitirse faltar al trabajo, aunque tengan síntomas”, expone Joan Ramon Villalbí, expresidente y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).

Villalbí advierte de que puede haber otras explicaciones para los niveles de contagios en la región, como una mayor y reciente capacidad de detección de casos –sobre todo en residencias– o contagios puntuales en encuentros familiares y de amigos. Pero a la vez se muestra seguro de que las condiciones de los temporeros son clave. “Muchos de ellos viven en condiciones de cierto amontonamiento, y se suelen desplazar de un pueblo a otro, con lo que se favorece la transmisión”, concluye.

Tras el rebrote de finales de mayo –que se dio en una fiesta de aniversario y en al menos un matadero–, Salud anunció planes de acción concretos para los trabajadores del sector agroalimentario, especialmente para los 40.000 temporeros que se emplean en la zona. Preguntados por ello por eldiario.es, desde Salud se remiten a sendas campañas de información para empresas y trabajadores con las recomendaciones básicas para la higiene, el alojamiento y el transporte.

En las últimas semanas se han puesto en marcha también albergues para poder aislar a personas positivas que no tengan espacio en su casa, como el hotel Rambla de la ciudad o la granja escuela La Manreana, en Juneda. Jaume Graus, responsable de esta última, explica que abrieron a mediados de junio con una decena de casos y ahora se acercan a los 25. “La mayoría son temporeros”, confirma.

De momento, la Generalitat no se plantea restringir la movilidad entre municipios de la zona más próxima a Aragón, concretamente a la comarca del Bajo Cinca, que comparte frontera autonómica con la parte de Lleida más dedicada a los frutales. “Por parte del gobierno de Aragón se ha vuelto a la fase 2, entendemos que esto ya restringe la movilidad. Han actuado rápido y bien”, zanjaba este martes la protavoz del Govern catalán, Meritxell Budó.

Lo que sí ha hecho Salud es identificar a todos los temporeros que duermen en el pabellón de Lleida –pensado para unas 150 personas– que trabajan en fincas de las comarcas aragonesas afectadas. Solamente dos presentaban síntomas y están a la espera del resultado de la prueba PCR.

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