Salen a la luz un millar de dibujos infantiles hechos durante la Guerra Civil: “Ponen la piel de gallina”

Carla Quintana

Barcelona —

0

Los hermanos Fernando y Mariano Cuerda Rodrigálvarez eran unos niños cuando la guerra les atrapó sin avisar. Vivían en la plaça Nova, muy cerca del Archivo Histórico de Barcelona. El 30 de enero de 1938, la aviación italiana de Benito Mussolini bombardeó su hogar y se vieron forzados huir. 

Muchas escuelas ya habían cerrado sus puertas y los niños y niñas se pasaban el día en la calle. Jugaban a imitar lo que veían: asesinatos y batallas. Ante la amenaza de las bombas fascistas sobre el centro de la ciudad, el Archivo Histórico impulsó un refugio para que los menores pudieran salvaguardarse y también leer, escuchar historias y pintar.

A sus 92 años, Mariano, desde su exilio en México, recordaba “con cariño” las tardes en la Sala de Lectura para Infantes, un lugar para la evasión, refugio y diversión de muchos niños y niñas que, como él, habían sido condenados a crecer entre bombas.

La sala, inaugurada en septiembre de 1936, se convirtió en otra ventana al mundo para centenares de niños y niñas. Así lo reflejan los centenares de dibujos que realizaron durante esos meses, en los que se entremezclan la simbología bélica con personajes míticos del imaginario infantil del momento. 

Hasta ahora, nadie sabía de la existencia de estas ilustraciones. Pasaron más de 85 años encerrados en la Caja 26 del archivo histórico de la ciudad hasta que la bibliotecaria del Arxiu Maria Messeguer los descubrió hace unos meses. 

El hallazgo se ha convertido en la exposición LArxiu en Guerra, comisariada por Messeguer y el historiador Daniel Venteo, que explica por primera vez, la guerra desde el punto de vista de los infantes de Barcelona.

Messeguer, quien anteriormente trabajó en una biblioteca especializada en literatura infantil y juvenil, un día se interesó por una fotografía de la Sala de Lectura para Infantes, realizada por el fotógrafo Carlos Pérez de Rozas, que estaba colgada en el vestíbulo de la Casa de l'Ardiaca. Una compañera le sugirió que investigara en “el archivo del archivo”, donde se guardan los documentos relativos a la gestión administrativa de la institución.

Allí, la bibliotecaria dio con la Caja 26 en la que figuraban los nombres del medio millar de infantes que visitaron la Sala de Lectura, así como las colecciones de lo libros y las revistas que sus usuarios leyeron y reprodujeron en sus propios dibujos: TBO, El Gato Félix, Pocholo, Rataplán, Charlot, Bimbo, El Patufet o Pirulí.  

La Caja 26 no solo contenía ilustraciones típicamente infantiles. “Pone la piel de gallina ver tantísimos dibujos que contenían alusiones a la guerra”, expresa Messeguer. La bibliotecaria rememora cómo no podía contener el entusiasmo por compartir el descubrimiento, por lo que empezó a buscar fuentes orales y documentación histórica junto a Venteo. 

De hecho, los comisarios dicen “soñar” con organizar un encuentro con los autores o sus familiares más directos, ya que esta misma semana una persona ha reconocido en la exposición los nombres de su madre y de su tía: Núria y Montserrat Llopart. Por eso, no descartan que durante los próximos meses aparezcan más personas vinculadas a los 500 usuarios que pasaron por la Sala de Lectura para Infantes. 

Cuando los niños piensan en la guerra

La muestra temporal, estrenada este mes de julio y que podrá visitarse hasta el próximo 4 de noviembre, presenta en la sala principal de la Casa de l’Ardiaca la colecciones de revistas y libros infantiles que inspiraron, en gran parte, los casi 1.000 dibujos que la bibliotecaria encontró en el archivo de la Caja 26, de los cuales unos setenta han sido seleccionados para su exhibición. 

Abundan, como es lógico, representaciones de escenas de la vida cotidiana, así como ilustraciones de personajes que aparecían en las portadas de estas revistas infantiles. Pero la gran espectacularidad de la muestra reside en que también hay 'Popeyes' de la CNT, cowboys convertidos en soldados, trincheras, ametralladoras u hospitales de campaña. 

Puede sorprender que los infantes fueran tan conscientes del espíritu revolucionario que invadía su día a día. En este sentido, Venteo recuerda que en aquella época se hacía una “propaganda masiva” por parte de milicias populares como la CNT y la FAI, incluyendo, además, la difusión propagandística por parte de la Generalitat republicana. Según explica, era “normal” que niños y niñas se sintieran emocionalmente vinculados a la guerra, especialmente, cuando veían marchar a sus familiares al frente. 

El comisario quiere remarcar que el famoso cartel Aplastemos el fascismo de Pere Català, en el que se muestra una alpargata aplastando una cruz gamada, no se hizo hasta meses después de que un niño dibujase la misma idea en la Sala de Lectura para Infantes. “Parece un dibujo premonitorio”, apunta Venteo, ya que aparece un miliciano pisando la palabra ‘fascio’, rodeado de siglas pertenecientes a entidades antifascistas de la época: CNT, FAI, AIT y POUM. 

El segundo ámbito de la exposición recupera la memoria histórica de dos aspectos íntimamente vinculados a la infancia y al mundo de los archivos durante los años de la Guerra Civil: la celebración de la Semana de la Infancia —la alternativa laica a los Reyes Magos— y la contribución del Archivo Histórico de la ciudad a salvar el patrimonio documental catalán durante la guerra, realzando el papel de Agustí Duran i Sanpere, su director e impulsor de la Sala de Lectura para Infantes. 

Un homenaje para los niños y niñas que viven una guerra

“Esta exposición documental quiere ser una ofrenda para los infantes que vivieron o viven actualmente la guerra en sus carnes”, sentencia Venteo. Y añade también que la muestra propone una inmersión emocional y didáctica para “ponerse en la piel de estos niños y niñas”, ya que se divulgan, además, algunos de los acontecimientos de trascendencia histórica que atravesaron la vida de los infantes durante los primeros meses de la Guerra Civil. 

Tanto Messeguer como Venteo afirman que la exposición está teniendo una muy buena acogida por parte del público, sobre todo adolescentes y gente joven. “Es necesario hacer pedagogía sobre la mirada infantil de la guerra, así como de la gran labor de conservación de los archivos para conocer nuevas historias y sus matices”, corroboran los comisarios.

Ambos esperan que L’Arxiu en Guerra pueda prorrogar su tiempo de exhibición hasta el mes de diciembre, para así extender la oportunidad a centros educativos que quieran visitarla.