La crisis abierta en ERC tras el 12M ha dejado en un segundo plano los malos resultados de la otra formación independentista y de izquierdas. La CUP ha cedido 62.074 apoyos y ha pasado de nueve a cuatro escaños en el Parlament, un fracaso que sigue la tendencia a la baja de la formación tras las municipales de mayo y las generales de julio del año pasado.
A diferencia de ERC –que solo tras el varapalo del 12M ha fijado un congreso– y de Junts –que no se plantea por ahora ninguna renovación–, la CUP inició ya a finales del año pasado, tras su retroceso en las municipales, su propio proceso de refundación, que debe culminar con una asamblea clave en septiembre. Pero el denominado 'Procés Garbí' cupaire, que toma el nombre del viento que sopla del suroeste, también deberá despejar su propia calima en forma de debates internos que tensan a la organización y que van más allá de resultados electorales concretos.
El primer sector cupaire en abrir fuego tras el 12M ha sido Poble Lliure, que ha reclamado a la dirección que “asuma responsabilidades” tras una trayectoria “errática o autodestructiva” de los últimos años. Poble Lliure es la corriente interna de la CUP que se ha visto relegada en decisiones recientes y que en el pasado apoyó investir a Artur Mas.
“Creo que todo el mundo se ha sentido cómodo en esta campaña”, manifiesta a elDiario.es una fuente cupaire que no termina de entender el comunicado de Poble Lliure, pero que sí diagnostica uno de los conflictos internos que, a su juicio, sufre la CUP: las visiones no siempre coincidentes entre las asambleas locales en los municipios del interior de Catalunya y los cuadros y militantes que viven en Barcelona. En lo que se refiere a pérdidas de votos este 12M, el mapa no muestra grandes diferencias entre la capital y el territorio, con caídas incluso en Girona, la ciudad más importante en la que gobiernan con un proyecto muy transversal.
Por otro lado, la apuesta ecologista de la formación no se ha traducido en resultados: el partido ha perdido su representación por Lleida y por Tarragona, cuyas respectivas listas encabezaban opositores a los macroproyectos de los Juegos de Invierno en el Pirineo y el Hard Rock, Bernat Lavaquiol y Sergi Saladié. Este último, sin embargo, se ha quedado a tan solo 570 votos de alcanzar el acta. La mayoría de los votos perdidos por la CUP se han ido a la abstención, según los primeros estudios postelectorales.
“El proceso Garbí no está vinculado a los malos resultados del 12M, aunque pongan de manifiesto debates que ya estaban sobre la mesa”, expone otra voz cupaire, que considera que la refundación interna debe culminar también en un relevo de liderazgos después de que las caras más populares de los anticapitalistas, en virtud de la limitación de mandatos, hayan abandonado la primera línea en los últimos años.
Más allá de los liderazgos, importantes incluso en un partido asambleario como la CUP, el partido se ha puesto patas arriba en su proceso de refundación, que pretende abarcar desde el papel de la militancia de base hasta el modelo organizativo y electoral cupaire, pasando por cómo lograr la hegemonía cultural de la izquierda o el proceso soberanista. Y, de paso, superar el viejo debate entre corrientes internas.
“Corremos el riesgo de quedar saturadas de documentos y ponencias y perder de vista lo más relevante: cómo volver a transformar desde la base”, advierte una tercera fuente cupaire consultada, que ve más preocupantes los 43.071 votos perdidos en las pasadas municipales que los 148.177 de las generales para una fuerza eminentemente municipalista como la CUP.
En este sentido, algunas voces internas lamentan que se haya descuidado el trabajo de base en los municipios y los movimientos sociales, con los que se quiere reconectar, si bien reconocen que tanto la militancia como los cuadros acarrean “mucho agotamiento, tanto físico como mental” tras casi una década de movilizaciones, primero contra los recortes y luego por el procés.
A la espera de cómo quede el debate interno, desde la CUP sí se muestra preocupación por el retroceso del independentismo de izquierdas: si la pasada legislatura ERC y la CUP sumaban 42 escaños, ahora solo alcanzan los 24. Por si fuera poco, la vuelta de Junts a las posiciones más tradicionales de Convergència dificulta el arrastre de los de Puigdemont hacia tesis más izquierdistas, como había ocurrido en otras legislaturas en materia, por ejemplo, de vivienda.
La vuelta a la influencia máxima de la CUP en la política catalana –fueron los anticapitalistas los que plantearon en 2016 el referéndum a Carles Puigdemont–, parece difícil, toda vez que los mejores resultados cupaires han coincidido con los momentos de mayor movilización del procés y de los partidos a su izquierda. “Al final a la CUP se le llegan a pedir unas responsabilidades que no tiene”, lamenta una fuente cupaire, en referencia a la progresiva pérdida de peso del partido durante la última legislatura.
Todos los debates internos se sucederán en los próximos meses: las propuestas surgidas de los debates con las bases se redactarán en sendos documentos, que se enviarán a las asambleas en junio y se podrán enmendar hasta el 30 de julio. Durante el verano y el mes de septiembre se podrán transaccionar las enmiendas, que se votarán en la asamblea del 21 de septiembre que marcará el nuevo rumbo de la CUP.