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El vinilo se cree eterno.

Hacia la década de 1970, primero el cassette y, posteriormente, el CD, fueron desbancando el disco de vinilo. Estos nuevos formatos eran más modernos y más portables que el disco tradicional que requería un aparato reproductor externo -el tocadiscos- y un mantenimiento cuidadoso y preciso de los mismos discos. Un tratamiento que en los nuevos formatos era prácticamente nulo. El disco de vinilo tiene una mayor calidad de sonido, ya que se produce de manera analógica y no digital y, por tanto, dicen que el sonido es más cálido y más “real” a pesar de las imperfecciones finales que pueda emitir. Pero el paso del tiempo sí afecta, poco o mucho, estos discos. El polvo que se acaba instalando los minúsculos surcos grabados en vinilo que producen el sonido pueden acabar interfiriendo en la calidad final produciendo el característico “frito” que podemos sentir en los discos más deteriorados. Por otra parte, los discos de vinilo tienen una vida útil de más de 100 años. A partir de aquí ya es una cuestión de gustos y prioridades.

Desde hace algún tiempo, sin embargo, los melómanos defensores del disco de vinilo vuelven a sonreír. Las nuevas modas y tendencias han hecho que el disco de vinilo se haya convertido hoy un objeto de los llamados vintage cada vez más valorado y, al fin, algunos músicos y discográficas han optado por volver a editar, poco a poco, discos de vinilo. Actualmente varios músicos ofrecen sus productos en formato CD, en formato digital y, como complemento para melómanos y coleccionistas, la misma edición en disco de vinilo. Es un primer paso hacia la revalorización de este formato. Para los melómanos y defensores del disco de vinilo es un placer reencontrar el ritual de escuchar música “de ahora y de siempre” a través de un tocadiscos con la calidez inconfundible que sólo proporciona el disco de vinilo.

Reivindicación del sonido analógico

Analogue Foundation es uno de estos colectivos apasionados por la calidad de lo analógico, tanto como filosofía, como por la forma de crear y de entender la belleza del sonido. El colectivo fue fundado por el ingeniero de sonido Russell Elevado, el grupo artístico Soundwalk Collective y la empresa de Audio-Technica. Una de las actividades que promueve el colectivo es la Listening Station, un punto de escucha de vinilos de alta fidelidad que viaja por todo el mundo. Después de pasar por Londres y Ámsterdam, este llega a Barcelona como tercera ciudad de su ruta. Del 25 al 31 de marzo esta estación de sonido se instalará en la tienda de vinilos Discos Paradiso para que todo aquel que quiera, pueda experimentar y disfrutar de un sonido de altísima calidad, tanto con discos propios que cada uno pueda llevar, como con discos de la propia tienda. La persona que visite Listening Station encontrará una gama de agujas y auriculares especialmente seleccionados para ayudarle a descubrir una experiencia sonora única. Cada componente ha sido cuidadosamente seleccionado por su capacidad de reproducir el sonido original del vinilo.

Para arrancar la semana de Analogue Foundation en Barcelona, el colectivo inaugurará este viernes su desembarco barcelonés con una charla en el Artte, titulada Vinilos y sonido analógico desde diferentes miradas, con invitados como el Dj y coleccionista de vinilos Breixo Martínez (Abu Sou); el responsable del sello discográfico Modern Obscure Music, Pedro Vian; o el ingeniero de sonido, productor y compositor Roger Rodas, entre otros, que aportarán su visión de por qué es importante que siga coexistiendo con el mundo digital. Además, habrá una sesión Back to back con vinilos que reunirá dos DJ de renombre: Zero y Marc Piñol.

La industria dictaminó la desaparición del vinilo en 1983 con la llegada del compacto. Pero ha resultado ser una muerte frustrada que sobrevive con fuerza en las estanterías de cada vez más tiendas y webs especializadas. Si el vinilo perdura es por su sonido incomparable: reproduce todas las frecuencias y el ambiente original. Los años noventa se mantuvo en el mercado, gracias a la música electrónica que se servía en directo a las discotecas, y ahora viven un resurgimiento, justo cuando las ventas de compactos no paran de bajar. El resurgimiento del soporte, que apareció hace casi 60 años, la han favorecido colectivos como Analogue Foundation que aseguran que el disco de vinilo seguirá vigente y que no sólo sobrevivirá al disco compacto (CD) o las descargas digitales, sino que se convertirá en un objeto de culto que permite disfrutar de la música con una fidelidad incomparable y el plus es el arte de sus portadas.

Hacia la década de 1970, primero el cassette y, posteriormente, el CD, fueron desbancando el disco de vinilo. Estos nuevos formatos eran más modernos y más portables que el disco tradicional que requería un aparato reproductor externo -el tocadiscos- y un mantenimiento cuidadoso y preciso de los mismos discos. Un tratamiento que en los nuevos formatos era prácticamente nulo. El disco de vinilo tiene una mayor calidad de sonido, ya que se produce de manera analógica y no digital y, por tanto, dicen que el sonido es más cálido y más “real” a pesar de las imperfecciones finales que pueda emitir. Pero el paso del tiempo sí afecta, poco o mucho, estos discos. El polvo que se acaba instalando los minúsculos surcos grabados en vinilo que producen el sonido pueden acabar interfiriendo en la calidad final produciendo el característico “frito” que podemos sentir en los discos más deteriorados. Por otra parte, los discos de vinilo tienen una vida útil de más de 100 años. A partir de aquí ya es una cuestión de gustos y prioridades.