“Un lugar de encuentro, más que un teatro”. Toda una declaración de intenciones de Roberto Romei, codirector artístico del Teatre Tantarantana, en la presentación de la temporada. De esto ya hace unos meses y, hoy, ya podemos hablar de hechos consumados o, mejor dicho, teatralizados. El Tantarantana es una fábrica que crea complicidades. Así pues, la nueva etapa del teatro es una realidad, que nos presentan distribuidas, en tres complicidades: La programación (Compañías invitadas y segunda edición de El Cicló); las Continuidades y la Acción sobre el Territorio. A, y otro bloque que forma parte del ADN de la sala desde el primer día: el teatro familiar. Añadimos una cuarta complicidad; La relación con el espacio. La pequeña Àtic 22, que nació en 2012, se ha hecho mayor y forma parte de la programación estable, sin diferencias, sencillamente guardándose las más pequeñas, intimistas o que, por las características de la sala, vayan mejor.
Detengámonos con una de estas complicidades, El Cicló. Segunda temporada de este ciclo que invita a las compañías a hacer una residencia creativa en el Tantarantana por cuatro años, durante los que los acompañan en la comunicación, las redes, las salas alternativas, además de hacer visibles sus proyectos. De las cinco compañías de la pasada temporada, tres no continúan y han dejado paso a tres nuevas. En esta segunda edición El Cicló cuenta con la participación de La Calòrica, Cía. Casa Real, La Ignífuga, Compañía Dara y Colectivo La Santa. Disponen de dos meses de trabajo en residencia para desarrollar y presentar cinco espectáculos de nueva creación unidos por la búsqueda de nuevas maneras de expresar la contemporaneidad y de relacionarse con el público antes, durante y después del espectáculo.
Los primeros en iniciar el ciclo han sido la Compañía Ignífuga que nació en 2012 fruto del encuentro de un grupo de amigos que compartía una misma visión sobre cómo debería abordar la creación escénica la contemporaneidad teatral. Hasta el 27 de marzo presentan Kholhaas, su cuarta producción tras Fam Oculta, una obra del autor holandés Peer Wittenbols, La Norma de l’Extinció, una adaptación contemporánea de Platonov de Anton Chéjov que se estrenó en el marco del festival Fringe Madrid '14 y más adelante hizo temporada en el Círcol Maldà de Barcelona y A house is not a home, una adaptación site-generic de Interior de Maurice Maeterlinck que se estrenó dentro de la programación oficial de FiraTàrrega 2015.
Kohlhaas es según palabras de su director, el dramaturgo Pablo Masaló, “una discusión festiva sobre la idea de Revolución, un documental escénico que intenta profundizar en la extrema ambigüedad de Michael Kohlhaas, personaje real del siglo XVI que más tarde Heinrich von Kleist ficcionar convirtió en arquetipo de hombre que lucha para aplicar la justicia natural ante la corrupta justicia humana a través de la revolución violenta”. Kohlhaas es un comerciante de caballos que ante una injusticia, y por culpa de la indefensión del Estado, se acabará convirtiendo en un ladrón y un asesino. La obra plantea un falso documental que cuestiona la continuidad del actual sistema político y se plantea si una revolución violenta es una buena opción para poder cambiar el mundo. La puesta en escena, que ha nacido a través de improvisaciones sobre el texto original, combina escenas dramatizadas con la realización audiovisual en directo, con dos cámaras en el escenario y se sirve de potentes herramientas discursivas (entrevistas ficcionadas, interpretación de himnos o proyección de imágenes de archivo...).
Kohlhaas pone diferentes puntos de vista y materiales sobre la mesa para poder entender mejor a Michael Kohlhaas y su acción revolucionaria y convertir esta investigación en una reflexión más amplia sobre los procesos históricos que se producen en momentos de impasse o cambio de paradigma. La obra utiliza todos estos materiales para abordar la figura Kohlhaas desde muchos ámbitos diferentes y permite mantener la distancia necesaria entre la ficción y la realidad permitiendo tanto a los intérpretes como a los espectadores hacer preguntas en torno a la idea de revolución sin caer en un discurso unívoco o dogmático. Como espectadores seremos, con mayor o menor medida, cómplices de una revolución individual o colectiva.
“Un lugar de encuentro, más que un teatro”. Toda una declaración de intenciones de Roberto Romei, codirector artístico del Teatre Tantarantana, en la presentación de la temporada. De esto ya hace unos meses y, hoy, ya podemos hablar de hechos consumados o, mejor dicho, teatralizados. El Tantarantana es una fábrica que crea complicidades. Así pues, la nueva etapa del teatro es una realidad, que nos presentan distribuidas, en tres complicidades: La programación (Compañías invitadas y segunda edición de El Cicló); las Continuidades y la Acción sobre el Territorio. A, y otro bloque que forma parte del ADN de la sala desde el primer día: el teatro familiar. Añadimos una cuarta complicidad; La relación con el espacio. La pequeña Àtic 22, que nació en 2012, se ha hecho mayor y forma parte de la programación estable, sin diferencias, sencillamente guardándose las más pequeñas, intimistas o que, por las características de la sala, vayan mejor.
Detengámonos con una de estas complicidades, El Cicló. Segunda temporada de este ciclo que invita a las compañías a hacer una residencia creativa en el Tantarantana por cuatro años, durante los que los acompañan en la comunicación, las redes, las salas alternativas, además de hacer visibles sus proyectos. De las cinco compañías de la pasada temporada, tres no continúan y han dejado paso a tres nuevas. En esta segunda edición El Cicló cuenta con la participación de La Calòrica, Cía. Casa Real, La Ignífuga, Compañía Dara y Colectivo La Santa. Disponen de dos meses de trabajo en residencia para desarrollar y presentar cinco espectáculos de nueva creación unidos por la búsqueda de nuevas maneras de expresar la contemporaneidad y de relacionarse con el público antes, durante y después del espectáculo.