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Federico Mayor Zaragoza: “Tenemos una gran responsabilidad: decir a los mercados que ya basta”

Federico Mayor Zaragoza.

Víctor Saura

Barcelona —

Pocas personas en el mundo tienen la autoridad moral de Federico Mayor Zaragoza para hablar. Pero él nos pide que hablemos todos. Que no callemos y que, si es necesario, desobedezcamos. La trayectoria de este humanista universal de formación científica nacido hace 80 años en Barcelona es sólo comparable a la pasión con la que expone unos argumentos y unos mensajes que parecen más propios del 15- M, sin necesidad de quitarse la corbata o alterar su peinado. Lo pudieron comprobar hace unos días el medio millar de personas que participaron en el Congreso Barcelona Inclusiva, donde el ex director general de la Unesco pronunció una conferencia titulada “Principios y valores para una sociedad inclusiva en el siglo XXI”.

Principios y valores para una sociedad inclusiva, ¿cuáles son?

Debemos volver de manera urgente a los valores que teníamos en Occidente antes de que en los años ochenta, gracias al señor Reagan y la señora Thatcher, cambiásemos los valores éticos por bursátiles. Y ahora nos hacen mucha falta. En el preámbulo de la Constitución de la Unesco se dice que todas las acciones de los seres humanos “deben ser guiadas por los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de todos los seres humanos”. ¡Esto son los valores! En el momento en que esto nos lo creamos de verdad y lo incorporemos a nuestra vida cotidiana estará todo resuelto, ya no habrá exclusión porque todos somos iguales en dignidad. Debemos ser orientados siguiendo estos derechos

Que el mundo es injusto lo sabemos, el debate es entre quienes creen que las desigualdades van a más o a menos.

Todos aquellos que se basan en indicadores economicistas encuentran disculpas para todo. Es cierto que la esperanza de vida ha aumentado y que han cambiado muchos parámetros, pero fíjese, Oxfam nos acaba de dar un dato que me parece terrible: 85 personas tienen una riqueza equivalente a la mitad de la humanidad, 3.300 millones de personas. Si ahora le parece que la desigualdad no ha aumentado... Se dijo que la liberalización lo resolvería. Al contrario. Ya ve cómo le va a Europa ¡qué desastre! ¿Y por qué? Porque no hemos mantenido estos principios, los hemos cambiado por las leyes del mercado. Antes, todos los países formaban parte de unas Naciones Unidas donde estábamos todos, y es verdad que los que quieren mandar siempre enseguida impusieron un sistema de vetos, pero al menos estábamos todos. Ahora estos mismos señores son los que intentan sustituir las Naciones Unidas por el G-7, el G-8 o el G-20. ¿Pero cómo esperan que siete u ocho países manden sobre 196? Yo recuerdo con cierta frecuencia unos versos de Miquel Martí i Pol: “Tot està per fer i tot és possible, però qui, si no tots” (todo está por hacer y todo es posible, pero quién, si no todos). ¡Debemos de ser todos ! Y no lo somos porque hemos dejado que sean los mercados.

Y entonces ¿qué hay que hacer?

Debemos decir a los mercados que ya basta. Hoy tenemos una responsabilidad muy grande. Los que podemos debemos decir lo que pensamos y que ya está bien. ¡Se acabó el silencio! Yo comprendo que hay personas que no puedan, porque les va el trabajo. Estos, que callen, pero todos los que podemos hablar, todos, tenemos que gritar. Hoy, por primera vez en la historia, nos podemos expresar, podemos decir lo que nos dé la gana. Como se dice en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, estos derechos son para liberar a la humanidad del miedo. Este cambio, este retorno a los valores éticos, lo deben liderar la comunidad docente, la artística y la científica. Y es absolutamente fundamental el principio de inclusión, el pensar que el otro es absolutamente igual a nosotros.

¿En términos de inclusión, la sociedad catalana o española es diferente o igual a los otros países que usted conoce?

En general, mejor. Si algo tiene de bueno España es la calidad del profesorado, yo mismo la disfruté cuando era un adolescente y estudiaba en la escuela Virtèlia. En este Congreso donde estamos se habla de psicopedagogía, de filosofía... ¡esto es lo que nos hace falta! Porque ahora tenemos un ministro que en vez de inspirarse en eso se inspira en los informes de la OCDE, una institución económica cuyo objetivo es hacer buenos consumidores. Y esto no sirve, hay que inspirarse en los que saben de educación. ¿Qué es educación? También lo dice la Unesco de una manera brillante: formar seres libres y responsables. ¡Esto no se puede perder!

Pues yo no diría que los docentes tienen muy buena prensa.

Porque nos guiamos por la noticia, que siempre se fija en lo insólito. Algunos periódicos de ultraderecha han llegado a publicarlo en portada: ¡“Declive moral de la educación en España”!, ¡“Violencia en las aulas”!... ¿Pero usted sabe cuántos alumnos y cuántos profesores hay en España? Unos nueve millones de alumnos y unos 850.000 profesores; miremos el conjunto de las cosas y hablemos de lo que es verdad y lo que no lo es. Los maestros y profesores españoles son muy buenos, los que a veces no lo son tanto son los padres. Las madres sí, ellas suelen cumplir, ya que para ellas normalmente lo más importante del mundo son sus hijos, pero en el caso de los hombres todavía existe esta inercia de desentenderse de la educación de los hijos. Cuando nos comparan con los resultados de Finlandia hace falta que alguien recuerde que allí los padres se implican en la educación de su hijo tanto como las madres, mientras que aquí pregunte a las ampas cuántos padres se implican realmente, no llega al 30 %.

¿Los medios le damos demasiada importancia a los resultados de PISA?

Esto lo he dicho siempre. ¿Pero qué tiene que ver PISA con la educación? Es ridículo. Que miren las publicaciones de la Unesco, que miren el informe Delors, que yo promoví en ese momento, que miren a los que saben de educación. Ahora, además, como vivimos más años, hay muchos maestros y profesores que después de dar clase durante 30 o 40 años están en buena disposición para dar su consejo. La experiencia es fundamental, es el balance entre los aciertos y los errores. ¡Pues pregunten! Una cosa es la educación y otra la capacitación. Se puede saber mucho inglés y muchas matemáticas y ser un perfecto maleducado.

Usted mostró su rechazo a la LOMCE, que no obstante se ha aprobado. ¿Cuáles serían desde su punto de vista los aspectos más negativos de esta ley?

La ley. Basta. Hay cosas que se deben mejorar, no hay duda, ¿pero quién tiene que decir lo que se debe mejorar? Los maestros, con los padres... la sociedad en su conjunto. Porque la educación, repito, ni es la escuela ni es sólo responsabilidad de los profesores. Pero esta ley introduce otra vez un pensamiento que es excluyente respecto a otras verdades: nosotros somos los que tenemos razón y nuestra religión es la verdadera. Cuidado, porque esto es muy peligroso. Yo siempre he dicho que hay cuatro temas que son supra-partido político: la educación, la sanidad, la justicia y la ciencia. En cualquiera de estos campos no se puede imponer nada como lo han impuesto, con su mayoría absoluta. ¿Es legal? Sí, pero es antidemocrático. La misma palabra lo dice, lo absoluto es contrario a lo democrático. Creo sinceramente que en estos casos se debe optar por la desobediencia civil, hay que decir que esto es demasiado importante y afecta a nuestra conciencia. La objeción de conciencia está contemplada en la declaración de Derechos Humanos y en todas las constituciones, y hay que empezar a decir que hay temas que ustedes no nos pueden imponer por una situación circunstancial. Ustedes pueden legislar, pero el conjunto de los maestros y padres tienen que decir que no, que no quieren que a sus hijos les formen para ser consumidores.

Pero los itinerarios y el currículo que fija esta ley no se pueden obviar tan fácilmente...

Sí se puede y espero que así sea. En septiembre de 2010, siendo el líder de la oposición, el presidente Rajoy hizo un llamamiento a la objeción de conciencia y la desobediencia por la asignatura “Educación para la ciudadanía”. E inmediatamente la Conferencia Episcopal le dio su apoyo. Pues ahora también, pero no por una asignatura, sino por una ley.

La educación inclusiva, aunque es un concepto muy amplio, tiene mucho que ver con los alumnos con discapacidad. ¿Cómo ve su situación veinte años después de la Declaración de Salamanca?

Cuando promovimos aquella conferencia en Salamanca lo que teníamos claro es que son en primer lugar personas, y que muchos de ellos además tienen tantas plurivalías que compensan la minusvalía que tengan; otros hay que reconocer que no. Yo por eso pienso que no se puede hablar de inclusión de manera generalizada, sino personalizada. ¡Es aquí donde se tienen que gastar dinero! Estamos siempre pensando en la seguridad, y eso es un disparate. Mientras cada día mueren de hambre 30.000 niños de 1 a 5 años nosotros seguimos hablando de si el cigoto es un ser humano o no. Por lo tanto, se debe personalizar, hay niños y niñas a los que les puede ayudar mucho estar incluidos, y hay otros que necesitan un tratamiento muy específico por el tipo de discapacidad que tienen. Pero en todo caso el derecho a la educación de las personas con discapacidad es un tema fundamental.

Aquí todo el mundo parece estar de acuerdo con la escuela inclusiva, el problema es cuando te topas con el argumento de los recursos, de que no hay suficientes recursos...

¡Entonces es que no están de acuerdo! Oiga, esto es como cuando vi que se creaba un Ministerio de Economía y Competitividad, y pensé, mira qué bien, esta gente ha comprendido que la economía finalmente depende del conocimiento que tenemos, pero lo primero que hicieron fue recortar esto... quiero decir que no se fíe. A mi edad yo ya no me fío de nadie, sólo de los hechos. Obras son amores, dicen. Cuando veo que hacen las cosas que decían que harían muy bien, y si no, no les creo. Por ejemplo, a Obama le creo, porque dijo que haría el Medicare y lo ha conseguido hacer (¡lo estaban intentando desde Harry Truman!) ¿Y por qué? Porque ha pedido perdón pero no ha pedido permiso. Hay veces que los que mandan tienen que hacer las cosas porque se deben hacer, y aquí en estos momentos estamos supeditados totalmente a la visión neoliberal que está asolando Europa. ¿Que no hay recursos? ¿Usted se ha fijado en lo que han pagado de deudas para defensa? Pues más de 1.700 millones de euros. Hoy, en el mismo momento que se mueren 30, 40 o 50.000 personas de hambre cada día nos estamos gastando 3.000 millones de dólares diarios en armamento. ¡La guerra es el gran negocio mundial, y todo lo que hacemos es sólo para proteger el 20 % de la humanidad! ¿Estamos locos? Pues sí, lo estamos.

Antes me ha dicho que la comunidad educativa debe liderar este cambio, ¿pero cómo?

Mire, la educación es aprender a mirar de otra manera. Esto lo he explicado muchas veces, pero a mí me impresionó mucho la historia de aquella niña de Uruguay que llega por primera vez a Punta del Este y nunca antes había visto el mar, y al bajar del autocar tira de la falda de su maestra y le dice “maestra, ayúdeme a mirar”. Nosotros tenemos que ayudar a la gente a mirar, y debemos mirar el mundo en su conjunto. Recuerdo una noche en Pretoria, conversando con el presidente Nelson Mandela, que es un hombre que me ha marcado mucho. El porvenir, me dijo, como su nombre indica tiene que venir, está por hacer, y lo podemos hacer diferente.

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