Antonio Castellón lleva tatuadas las palabras “nazi” y “skin” en los dedos de su mano. La ropa oculta el resto de tinta nazi de su cuerpo: cuatro esvásticas y la cara del mismo Adolf Hitler. Este jueves sin embargo se ha definido como un mero “simpatizante” del partido de extrema derecha Democracia Nacional e integrante de su servicio de orden en manifestaciones. La edulcorada carta de presentación responde a la petición de seis años de cárcel que la Fiscalía reclama para Castellón por agredir a un grupo de personas en un bar de Balsareny (Barcelona) en 2018 tras una manifestación ultra.
Junto a Castellón, en el banquillo de la Audiencia de Barcelona se han sentado este jueves otros dos conocidos neonazis, Alba S., autonombrada Hanna Reitsch, y Alberto Bruguera, excoordinador de Democracia Nacional en Catalunya. Los tres han negado la agresión y han limitado su participación en los hechos a la manifestación. Según su versión, la marcha era para apoyar a unos vecinos de Balsareny frente al “acoso independentista”. En realidad era una concentración para arropar a un ultra del municipio, Raül Macià, condenado por robar dinero y hachís a un traficante.
Castellón es un viejo conocido de la Justicia. En 2020 fue condenado por atacar un 'casal' popular en el distrito de barcelonés Nou Barris, en el marco de la campaña de acoso y hostigamiento de Democracia Nacional contra la mezquita que sea abrió en el barrio.
Chulesco y retador en sus respuestas al fiscal, Castellón ha mantenido que estaba “en primera línea” de la manifestación, pero ha dicho no recordar que se hubieran producido cánticos neonazis o “Puigdemont, a prisión”. “¿Qué pasó al final de la manifestación?”, ha inquirido al fiscal contra los delitos de odio de Barcelona, Miguel Ángel Aguilar. “Pues que cada uno a su casa y ya está”, ha espetado Castellón.
Ante la repregunta sobre la agresión, Castellón ha vuelto a negar incidente alguno y ha redoblado su arrogancia: “Pregunte a los Mossos d'Esquadra, que fueron los que nos acompañaron a los coches”. “No tengo necesidad de llamar nada a nadie”, ha apostillado cuando el fiscal le ha inquirido sobre si llamó “independentistas de mierda”, “hijos de puta” y “guarros” a las víctimas.
Alba S. ha seguido la misma línea de desvincularse de los hechos y de confrontarse con el fiscal. “Me parece insultante que me acuse con testigos que no son reales y que no existen”, ha dicho, lo que le ha valido una reprimenda del tribunal. También ha negado que sus tatuajes de 1 y 8 estén vinculados a la simbología nazi y a Adolf Hitler. “No hubo percance alguno”, ha resumido Bruguera.
Las víctimas han explicado los hechos de forma muy distinta. Según su versión, cerraron el bar en el que estaban por miedo a la manifestación ultra. Vieron que el furgón de los Mossos d'Esquadra que cerraba la marcha pasaba, y volvieron a abrir, tras lo que aparecieron un grupo de una decena de personas, entre las que se encontraban los tres acusados, y les propinaron la agresión.
“Alba vino con el tambor, gritándome a la cara, decía 'viva España', 'guarros', 'rojos, cerdos separatistas', 'gorda', 'hija de puta'”, ha recordado la propietaria del bar. “Me sentí muy humillada”. El segundo testigo ha explicado que Castellón primero intentó darle un puñetazo que pudo esquivar, algo que no logró con el segundo, que impactó en su cara. “No se me ha olvidado nunca”.
La tercera víctima ha dado la misma versión: primero fue Alba S. la que increpó a los parroquianos con el tambor, y después empezó la agresión. “Castellón le dio una hostia a J., solo queríamos entrar al bar para evitar que nos pegaran”, ha relatado, tras lo cual ha recordado que Bruguera le impidió la huida y le dijo “rojo separatista de mierda”, al tiempo que Castellón le dio una patada en la espalda y le golpeó con un palo cuando intentaba resguardarse en el bar. “No vivo tranquilo y me da miedo ir solo a los sitios”, ha lamentado.
La principal baza de los acusados es que los Mossos d'Esquadra que custodiaban la manifestación no vieron la agresión, tal y como han admitido los agentes que han comparecido como testigos en el juicio. Sin embargo los agentes que llegaron al bar inmediatamente tras la agresión sí han confirmado que las víctimas estaban “muy alteradas”, y han coincido en señalar que los tres acusados llevaban “la voz cantante” de la manifestación y que profirieron varios cánticos como “independentistas de mierda”, “arriba España” o “separatista hijo de puta, el español con tu muerte disfruta”.
Frente al intento de los neonazis de desvincularse de los hechos, el fiscal Aguilar ha destacado en su informe final que los agresores están “plenamente identificados” por las víctimas. “Fueron a por ellos porque van contra el que no comparte sus ideas, son intolerantes y agresivos”, ha aseverado el fiscal, que pide seis años de cárcel y multa de 11.880 euros para cada uno de los acusados, bien por un delito de odio en concurso con un delito contra la integridad moral, bien por un delito de amenazas.