Manuel Cruz (Barcelona, 1951) es catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona. Presidente de la asociación Federalistes de Esquerres no está de acuerdo con el proceso soberanista abierto en Catalunya. Cree que los motivos que se esgrimen para reclamar la ruptura con España son subsanables y contingentes, y considera que el proceso será traumático y afectará a la convivencia de los catalanes. Colaborador habitual y articulista en distintos medios de comunicación, Cruz subraya que la lectura que se hizo de la sentencia del Tribunal Constitucional del Estatut fue política y sesgada.
Quiero empezar hablando, si le parece, de Jordi Pujol. Acaba de confesar que, durante más de 30 años, ha tenido una herencia millonaria en cuentas extranjeras sin declarar. ¿Cómo cree que puede afectar esto al proceso soberanista?
Josep Rull, recién ascendido a número dos de Convergència, se apresuró a declarar que Jordi Pujol debía abandonar la Presidencia de Honor del partido [y así ha acabado pasando, junto a la renuncia al resto de cargos, despacho y sueldo como expresidente de la Generalitat]. Es una manera de reconocer, obviamente sin querer, que el episodio de las cuentas de la familia Pujol en el extranjero daña severamente a Convergència. Lo que está por ver es en qué forma daña al proceso soberanista y, más allá, la imagen de Catalunya en general.
La noticia, en cualquier caso, ha aparecido en un mal momento para el proceso soberanista, quiero decir que la confesión no hubiera tenido el mismo efecto hace un año que ahora.
La suma, con escasos días de diferencia, de la noticia de las balanzas fiscales que en modo alguno ratifican la versión en la que se ha sustentado buena parte de la reivindicación soberanista de los últimos tiempos, unida a la revelación de que el patriarca engañó a la ciudadanía catalana durante 34 años, negando --en ocasiones airado, en otras dolido-- aquello de lo que se le acusó desde bien temprano, implica una pérdida de credibilidad del capital simbólico del bloque soberanista en todos los planos francamente severa. Una pérdida de credibilidad que puede haber hecho mella en muchos ciudadanos que de buena fe interiorizaron algunos presuntos agravios, como las denuncias de corrupción reconvertidas sistemáticamente en campañas contra la nación catalana. Ahora, estas personas se pueden sentir personalmente engañadas y políticamente estafadas.
Se pierde, seguramente, credibilidad y alguna cosa más.
Pujol constituía un activo político importantísimo del soberanismo. Precisamente porque nunca quiso radicalizar su soberanismo (aunque su resistencia ahora, a la vista de lo que hemos sabido, adquiere una dimensión interesada, distinta a la que se le atribuía en su momento), su tardía conversión al independentismo parecía proporcionar un aval muy importante a éste. Pero quien juega a identificarse con Catalunya, quien convierte los ataques que recibe en ataques a Catalunya, cuando queda en evidencia, como ha ocurrido ahora, daña también la imagen de su partido, de la institución que ha presidido y, sobre todo, del país. Los que tanto se ensañaban con el desprestigio de la llamada marca España, están teniendo que probar dosis masivas de su propia medicina. La marca Catalunya ha quedado severamente dañada, y precisamente por quien más se sirvió de ella, ahora vemos que exclusivamente para su propio provecho. Es posible que haya un sector nacionalista que ya no vea, tras todo lo conocido, más opción que el independentismo, pero tal vez para otra lo ocurrido con Pujol sea ya el principio de la gran frustración que otros habían situado un poco más adelante en el tiempo.
Pujol fue 23 años presidente de la Generalitat. ¿Cuál fue la razón o razones de una etapa tan larga y de tanto poder?
Pujol fue un maestro de la ambigüedad, lo que le permitía no solo apoyar a gobiernos centrales de signo contrario sino, tal vez mucho más importante, pescar votos en caladeros ideológico-políticos muy diversos. No eran pocas las personas en Catalunya que, sin el menor problema de conciencia, votaban a CiU en las autonómicas y al PP en las generales. Tenían muy claro que eran fuerzas políticas que defendían, desde un cierto punto de vista (el económico) los mismos intereses. Sin embargo, ello no impedía a Pujol encontrar apoyos en la izquierda nacionalista (de hecho, mantuvo neutralizada a ERC mientras gobernó).
¿Cree que la sociedad catalana vivió anestesiada durante el régimen de Pujol?
Nadie acepta para sí mismo que ha estado anestesiado, de la misma forma que nadie acepta estar manipulado. En realidad, cuando uno lee o escucha a alguien dispuesto a reconocer tales cosas, puede estar prácticamente seguro que está ante un cínico. Tras la confesión de Pujol ha habido hagiógrafas de Mas que se han rasgado teatralmente las vestiduras y se han atrevido a escribir negro sobre blanco que habrá que hacer una autocrítica colectiva para tanta sordera ante los escándalos que ya se venían denunciando. ¡Cuando, en realidad, esas mismas personas eran las que se echaban a la yugular de quienes osaban discrepar del discurso oficialista, utilizando cualquier crítica como argumento victimista y conspiranoico! No me gusta el término anestesiada, porque todavía tiene una connotación exculpatoria. El entramado de intereses, influencias y clientelismos que conformaba una tupida red en Catalunya favorecía objetivamente a muchas de las personas que ahora se fingen sorprendidas, llevando a cabo un ejercicio de fariseísmo político realmente espectacular.
Hecho esta reflexión sobre el caso Pujol, me gustaría que explicase qué son Federalistes de Esquerres, ¿cuándo surgen y por qué?
Surgimos un poco antes de la Diada de 2012. Somos un grupo de personas que no nos conocíamos personalmente. Hay profesionales, profesores universitarios… Nos conocíamos porque nos habíamos leído y veíamos que teníamos cierta sintonía. Coincidíamos en el análisis de la deriva que estaba tomando la situación en Catalunya. En aquel momento, Convergència iba del brazo del PP. Había una alianza de derechas muy explícita. Nos pareció que era importante lanzar un mensaje federalista y especialmente de izquierdas. De izquierdas, en general. No de una izquierda partidaria. Después de la Diada, Mas convocó unas elecciones anticipadas y nosotros lo que hicimos fue elaborar un manifiesto, una crida a la Catalunya federalista y de izquierdas. Lo presentamos en un acto masivo en el teatro Goya justo el día que empezaba la campaña electoral. No participábamos en la campaña electoral. Sólo alentábamos a los catalanes a que votasen a alguna fuerza federalista y de izquierdas. En un primer momento, nos quedamos ahí.
¿Qué les motivó a dar un paso más?
CiU ganó las elecciones, pero perdió 12 escaños. Y Artur Mas en vez de llevar a cabo una reflexión analizando los resultados que había obtenido, una autocrítica, dijo que lo mantenía todo igual, solo que se aliaba con otra gente. Esa gente fue ERC, lo que se tradujo en una profundización de la deriva soberanista. Nos preocupó. Elaboramos un segundo manifiesto y nos constituimos como asociación. Somos una asociación que ha llevado a cabo distintas actividades. La más visible fue una invitación al político y profesor canadiense Stéphane Dion. Lo trajimos a Barcelona. Fue también a Madrid, donde dio una conferencia en el Congreso de los Diputados. Se entrevistó con el ministro José Manuel García Margallo. Fue un acto de afirmación federalista. Posteriormente trajimos al profesor Jacques Leclerc. Nuestra idea es difundir la cultura federal y mostrar que la salida federal es la mejor solución para el encaje de Catalunya en España.
¿En qué consistiría esta propuesta federal?
Se ha dicho muchas veces que España es un estado prefederal. Para evolucionar hacia un estado federal pleno habría que introducir una serie de cambios. Sería necesaria una cámara de representación territorial. Haría falta establecer de una forma muy clara las competencias del gobierno federal y el de las federaciones. Habría que elaborar, en el caso de España, una fiscalidad adecuada. Pero los principios fundamentales del federalismo tendrían que ser la transparencia, la lealtad, la cooperación y la solidaridad. En un estado federal lo que está pasando estos días en España a propósito de las balanzas fiscales sería impensable. Eso demuestra que en España no hay cultura federal. No hay lealtad ni transparencia. Cómo puede ser que las cuentas de un país sean objeto de discusión, que no se sepa si se está aportando de más, de menos. Cómo puede ser que un país que lleva cerca de 40 años con un sistema autonómico esté todavía planteando que se hace con el dinero o qué formas de solidaridad acepta. No puede haber esta opacidad. Un estado federal es aquel en el que las entidades federadas forman parte de un todo. En un estado federal no tienen sentido las relaciones bilaterales. Lo que se tiene que aceptar es que cada una de las partes se sienta parte de un todo y pueda asumir la representación del todo.
El proceso federal que plantean implica necesariamente reformar la Constitución. ¿No es así?
Nosotros somos partidarios de una reforma en profundidad de la Constitución. Catalunya es el epicentro de la crisis del sistema español, y esa crisis es una crisis económica, social y política. Todas las instituciones están en cuestión, desde la Judicatura hasta hace un mes la Jefatura del Estado. Hay una enorme desafección. Esto parece necesitar una cirugía en profundidad. Pero se tiene que ir más allá del tema catalán. La reforma tiene que abarcar muchas más cosas. También la ley de partidos, la ley electoral. Y se le tendría que conceder a la ciudadanía, en el momento que fuera oportuno, la última palabra sobre la forma del Estado que se quiere: monarquía o república. Eso no quiere decir que tenga que ser ahora. Hay que plantearlo en el marco de una reforma constitucional. El programa de máximos sería una reforma en profundidad de la Constitución. Es posible que ese horizonte de máximos sea muy complicado y haya que rebajar las expectativas. En una negociación siempre es así. La izquierda no puede pretender modificar la Constitución ella sola. La Constitución es para todos. No la hace solo la derecha o solo la izquierda. Hay que hacerlo de común acuerdo.
¿Tal y como está planteada ahora, cree se va a hacer la consulta?
No creo, la verdad. Es altamente improbable. Más allá de los elementos de chismorreo, lo que dicen unos y lo que dicen otros, hay un dato objetivo y es que la consulta no es legal y las personas que tienen la capacidad de decidir y el poder para que no se haga la consulta, ya han dicho que no están dispuestas a qué se haga. Se puede llevar al Tribunal Constitucional. Si quien tiene el poder para desencadenar los mecanismos que impidan la consulta dice que no la va a permitir, hay muy pocas probabilidades de que se haga. Incluso, en ocasiones, antes de entrar en un programa de televisión, quien en directo defiende que la consulta se va a realizar, entre bambalinas reconoce que muy probablemente no se hará.
El otro día, en la reunión entre Artur Mas y Mariano Rajoy, Rajoy volvió a dejar claro que la consulta es ilegal, y Mas que tiene previsto convocarla amparándose en la legalidad catalana.
El mantenimiento de las posiciones previas en el asunto de la consulta se podía dar por descontado. Tanto Rajoy como Mas estaban demasiado presos de sus palabras como para, de un día para otro, virar tan rápidamente de opinión, y menos en público. Pero el hecho de que esta vez Mas no haya querido repetir la escenificación que hizo hace dos años con el pacto fiscal es al menos un indicio positivo de que no ve posibilidad alguna de sacar rendimiento a un supuesto portazo de Rajoy. Me atrevo a aventurar que en los próximos tiempos, junto a los tópicos mensajes para reafirmar a los convencidos, según los cuales, se mantiene intacta la hoja de ruta, el proceso es imparable, etc, empezaremos a escuchar, cada vez con mayor frecuencia, mensajes alternativos que insistirán en lo que ya se ha empezado a decir: que esta batalla va para largo, que el día 9 de noviembre no se acaba todo, etc., indicadores claros de lo que, por lo demás, es un secreto a voces: que hasta los más fervorosos defensores de la consulta dan por descontado que no se hará. La cuestión es si no merecen algún tipo de reproche político quienes continúan inflamando a la ciudadanía catalana presentando como inminente un acontecimiento que ni ellos mismos tienen ninguna fe en que se vaya a producir.
La publicación de las balanzas fiscales y la confesión de Pujol suponen una pérdida de credibilidad muy severa para el bloque soberanista“
Si se tiene tan claro que la consulta no se va a realizar, ¿cree que se está engañando al pueblo catalán?
Visto así es un planteamiento un poco duro. Prefiero plantearlo de otro modo. Hay un sector de fuerzas políticas catalanas, el llamado bloque soberanista, cuya cohesión pende de un hilo. Y ese hilo es la consulta. Dicen que representan a un 80% del Parlament, pero lo que les une sólo es la consulta. Es muy llamativo que haya fuerzas políticas que han hecho bandera de la consulta y sin embargo cuando se les pregunta que propondrán a su electorado que voten, resulta que no lo tienen decidido.
¿De quién habla?
Estoy hablando de ICV y de Unió Democràtica de Catalunya. Concretamente, Unió, en su consejo nacional de hace unas semanas, decidió que aplazaba a finales de septiembre qué votaría en la consulta. Es muy chocante que una fuerza política que está defendiendo de forma tan clara la consulta no sepa que propondrá votar.
Justo estos días, Josep Antoni Duran-Lleida ha anunciado que dejará la secretaría general de Unió. ¿A qué lo achaca?
Ya lo había estado anunciando de alguna manera. Duran es un gran especialista en hacer críticas agudas y pertinentes pero siempre a toro pasado, después de los acontecimientos. Desde el punto de vista político está en la estela del poder, pero desde el punto de vista intelectual mantiene una distancia crítica. Recuerdo unas declaraciones suyas después de que terminara el proceso estatutario en las Cortes Españolas, con muchos recortes, que eran muy criticas con el proceso estatutario en Catalunya denunciando que había ido muy mal. Las declaraciones eran aceptables. Lo sorprendente es que no las hubiera hecho cuando se estaba elaborando el Estatut en Catalunya. Creo que, en términos generales y aplicables a Unió y al resto de grupos parlamentarios, menos al PP y ERC, el proceso está dividiendo a las fuerzas políticas en Catalunya. Incluso, pensándolo bien, se podría añadir al PP. Acabamos de saber que la señora Montserrat Nebrera se va a presentar por CiU. Una señora que quiso ser la líder del PP catalán se va a CiU porque dice que las actitudes del PP la han arrojado en brazos del independentismo. Parece que hasta en sectores del PP, la consulta o el proceso soberanista ha provocado divisiones. Excepto ERC, el resto de fuerzas están dañadas por el proceso.
¿Por qué no conviene una ruptura entre Catalunya y España?
La opción independentista es una opción absolutamente legítima. Lo que se tiene que discutir es si las razones que se ponen encima de la mesa para llevar a cabo un proceso tan traumático como es el de la independencia son proporcionales.
¿Y lo son?
La sensación que tengo es que los motivos que se esgrimen son extremadamente contingentes. Uno de los habituales es el maltrato fiscal, España nos roba, y ahora parece que roba menos, o roba más a los madrileños. El agravio fiscal o el maltrato fiscal es algo corregible. El mismo gobierno de la Generalitat decía hace tres años que el acuerdo fiscal alcanzado era el mejor que se había conseguido. ¿Es posible que, en los últimos tres años, se hayan torcido tanto las cosas que la única solución pasa por la independencia? ¿Qué otros elementos hay que se diga que no son subsanables? Por descontado, que hay toda una serie de elementos de agravio. En cualquier estado autonómico o federal, hay motivos de agravio. En las anteriores balanzas fiscales, no en las que presentaron el otro día, había una comunidad, Baleares, que era contribuyente neta, y nadie sacaba la conclusión que tenía que ser independiente. La mayor parte de argumentos que se plantean son sobrevenidos. Recientemente se ha añadido la ley Wert. Pero creo que nada de lo que se está diciendo compensa un proceso tan traumático, desde el punto de vista de la vida en común, como es el proceso de autodeterminación. A eso hay que añadir todas las pérdidas que se sufrirían. Escucho a las autoridades europeas y todas dicen que Catalunya no se va a poder mantener en Europa de la manera actual. Creo que la propuesta de la independencia no se corresponde con el agravio, que parece subsanable, y parece que tal como se plantea ahora, la propuesta para solucionar el agravio crea más problemas. ¿Para qué queremos la independencia si nos vamos a empobrecer más? No vamos a tener acceso al euro, ni al crédito europeo, ¿de qué nos servirá?
¿Considera que todo el proceso soberanista, si no se celebra la consulta, puede ser el fin de la carrera política de Artur Mas?
El final de la carrera política de Mas ya se ha producido. El filósofo francés Jean Braudillard utilizaba una metáfora que siempre me pareció brillante. Decía que, a veces, en la historia de las sociedades hay una apariencia de vida que es engañosa. Pasa como con los cadáveres. Cuando alguien acaba de morir, durante un período corto de tiempo, le siguen creciendo el pelo y las uñas. La metáfora es esa. Creo que el fin de la carrera política de Mas se ha producido aunque él siga actuando. ¿Por qué lo digo? Mucha gente sobre las propuestas que hace el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dicen que ERC no las aceptará. No dicen que Mas no las va aceptar. Se da por descontado que Mas no tiene autonomía política. Y en política si no tienes autonomía política, no tienes autoridad. Y si no tienes autoridad, estás muerto. Es como el cadáver al que le sigue creciendo el pelo. La sensación que transmite Mas es la de un político que ya no tiene autonomía.
Si, como usted dice, no se celebra la consulta, ¿Mas convocará unes elecciones plebiscitarias?
Lo veo posible, pero me parecería muy insensato. Lejos de resolver nada, solo serviría para hacer más grande el problema. Según todas las encuestas, CiU seguiría perdiendo votos. En las últimas elecciones europeas, CiU perdió votos. Y, ¿cuál fue la interpretación de Convergència? Decir que no pasaba nada. Lo que hemos perdido se lo ha llevado ERC, así que el proceso continúa adelante. Imaginemos por un momento que Alfredo Pérez Rubalcaba, la noche del 25 de mayo, hubiera dicho que, aunque su partido, el PSOE, hubiera perdido votos él estaba contento porque Podemos había sacado muy buenos resultados. La gente le hubiera dicho si estaba loco. Mas no podía estar contento porqué un partido próximo hubiera ganado votos. Rubalcaba dimitió y a todo el mundo le pareció normal. Sin embargo aquí, Mas sigue perdiendo votos y el argumento que se da es que ERC sube. Ese es el suicidio del partido y del líder que lo está llevando a la destrucción.
¿Cuándo y cómo se produce según usted este auge del soberanismo?
El otro día lo intentaba explicar en un artículo que se titulaba ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Creo que hay elementos de diferente rango o profundidad. Hay una serie de soberanistas que piensan que la situación se torció en 1714, cuando, según ellos, Catalunya perdió sus libertades institucionales y pasó a ser prácticamente colonizada por España. Estos independentistas creen que Catalunya es un sujeto político. Da igual que esté José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero o Rajoy. La razón de su independentismo no es coyuntural. Luego estarían los nacionalistas, que durante décadas han sido la gran base social de Catalunya. Hay una cosa importante en el nacionalismo, una pulsión consustancial, y que es la aspiración a un estado propio. Eso siempre está ahí. Y en Catalunya también. En los primeros años de la década del 2000, cuando hubo un problema de infraestructuras con Renfe, hubo una manifestación encabezada, entre otros, por Josep-Lluís Carod-Rovira y Mas. La pancarta era Dret a decidir en letras muy grandes y debajo, en pequeñito, en infraestructures. La campaña por el Dret a decidir no es algo que haya surgido ahora.
¿Muchos dicen que la sentencia del Tribunal Constitucional del Estatut, en 2010, ha sido una fábrica de independistas?
Creo que la cosa se empezó a torcer y se descontrola como consecuencia del proceso estatutario. Es un proceso absolutamente disparatado a muchas bandas. Aquí si que suscribiría aquella frase de Pujol de: “No hemos gustado y no nos hemos gustado”. La cantidad de errores políticos que se cometieron fueron enormes. Creo que lo mejor que podrían hacer Catalunya y España es borrón y cuenta nueva. No conviene darle más vueltas a este proceso desafortunado por todos los lados, aunque no todo el mundo tiene la misma responsabilidad. No es lo mismo lo que dijo Zapatero de aprobar el Estatut que saliera del Parlament que la mala fe del PP montando mesas contra el Estatut. Sobre la sentencia, el propio Mas dijo que él no era independentista pero que la sentencia le hizo volverse independista. He hablado con constitucionalistas, gente que sabe de esto, y dicen que no es verdad que la sentencia del Constitucional sea un golpe definitivo contra el autogobierno de Catalunya. Lo que el Constitucional le reprochaba al legislador no era el fondo sino la forma. Se había intentado introducir una seria de reformas a través de un esquema de bilateralidad, como si fuera una relación foral, algo que constitucionalmente no era admisible, pero que se podía plantear por otras vías. Tanto es así que el gobierno de Zapatero, en un primer momento, intentó recuperar a través de leyes orgánicas algunas de las propuestas que se habían perdido con la sentencia del Constitucional. Creo que ha habido una interpretación de la sentencia del Constitucional política y sesgada.
En su libro, Una comunidad ensimismada, habla usted de una Catalunya silenciada. ¿No son plurales TV3 y Catalunya Ràdio?Una comunidad ensimismada
No lo son. Es muy grave. Y me preocupa la respuesta que dan cuando se les reprocha eso. O bien niegan la evidencia, cosa bastante llamativa, o dicen que TVE y Telemadrid hacen lo mismo. Yo no quiero para Catalunya una Telemadrid catalana. Este tipo de actitudes implican un déficit democrático y enrarecen la vida colectiva.
¿Esta Catalunya silenciada, afecta a otros campos?
Es muy curioso que muchos de los que reprochan erróneamente a los españoles que usan la Constitución como si fuera un texto sagrado e intocable no permiten que se planteen en Catalunya determinadas cuestiones, temas tabús. Cualquier ciudadano catalán sabe que el tema de la lengua es un tema minado, en el que es muy difícil entrar. Ni siquiera para plantear cuestiones técnicas. Ernest Maragall [exconseller de Educación de la Generalitat por el PSC], que no es ningún españolista, planteó incluir una hora más de castellano en las escuelas. Se puso el grito en el cielo. ¿No tendría sentido que después de cerca de 40 años aplicando la inmersión, nos sentáramos y viéramos cómo va y qué se hace en otros países, o si es de verdad un modelo de éxito? Pero, hoy por hoy, ese debate no se puede plantear en Catalunya.