El director de la unidad de COVID-19 del Hospital Arnau de Vilanova de Lleida, José Luis Morales-Rull, sitúa en la última semana de junio el inicio de los rebrotes que han acabado provocando el cierre de la comarca del Segrià. Primero eran pacientes que procedían de un matadero y ahora la mayoría son trabajadores del sector del campo. De los 16 brotes detectados, 12 están relacionados con empresas destinadas a la recolección de la fruta. En el hospital han conseguido evitar el colapso y de momento están respetando los turnos de vacaciones del personal sanitario.
A la hora de analizar por qué se ha llegado a unas tasas de contagio preocupantes, Morales-Rull apunta a que los servicios epidemiológicos se han visto superados por la dificultad de rastrear los contactos de los temporeros y advierte de que una situación como esta requiere de medidas que van más allá del ámbito sanitario.
¿Cuándo fueron conscientes de que el volumen de casos en Urgencias empezaban a dispararse?
Percibimos que un poco antes de San Juan [23 de junio] empezaban a aumentar los casos. Me cogí el lunes y martes como festivo porque el viernes solo había un paciente ingresado y cuando regresé el día 25 ya había 16 pacientes ingresados. O sea que el principio del brote podríamos situarlo en el 22-23 de junio.
¿Cuál es el perfil del paciente?
Es un perfil que ha ido cambiando cronológicamente. Primero era el de trabajadores vinculados al sector cárnico. Eran pacientes que trabajaban en un matadero, inicialmente los que estaban directamente en la parte del género y posteriormente a los del resto de la cadena. Una parte era migrante ya establecido aquí, muchos de ellos viven en pisos pequeños y por lo tanto nos dimos cuenta que no solo el entorno laboral es una fuente de contagio sino que también lo es el entorno social.
Luego vino el brote de la residencia, que fue muy fácil de tratar y controlar, y después se dio el gran salto con el del sector hortofrutícola. En este caso es todo más complejo porque ya no es el trabajo en una fábrica como pasaba con la empresa cárnica sino que se dispersan mucho más. Y también ha llegado al resto de la cadena, la manipulación, almacenaje, etc...Vemos que las personas que viven hacinadas o incluso en la calle es un foco de contagio importante. Ahora, un 20% de los casos son los llamados comunitarios, aquellos en que ya no está clara la vía de contagio.
¿Considera que debería haberse cerrado antes la comarca del Segrià?
La decisión de no cerrarla fue porque los brotes estaban muy identificados. Si hay un brote en unas residencias o unas empresas parece que son controlables. Lo que ha puesto en jaque a todo el sistema es el brote en el sector hortofrutícola porque ahí es muy difícil la trazabilidad del caso. Muchos temporeros no tienen domicilio fijo, tampoco un médico de cabecera asignado, y por lo tanto el intentar recabar información del propio caso y de sus contactos es muy complicado. Eso ha sobrepasado a los servicios de vigilancia epidemiológica. Posiblemente el cerrar es una solución parcial que se debe acompañar de medidas más profundas como identificar bien los perfiles. La decisión de cerrar ha sido decir 'cómo ya no lo podemos controlar hay que pararlo de alguna manera'. No es una solución a largo plazo, es un parche.
Pero hace meses que los temporeros están en Lleida y se sabe en qué condiciones están. ¿Qué ha fallado?
Desde el hospital avisamos de que empezábamos a tener casos. Es complejo porque no solo depende de Salut, sino que está también Servicios Sociales o Agricultura, y de cómo se regulariza la situación de estas personas. Ahora se ha hecho más evidente porque son una fuente de contagio pero hay un problema de fondo que supera el ámbito puramente sanitario.
Si cerrar la comarca del Segrià es un parche, ¿qué más habría que hacer?
Hay que ayudar a toda esta gente que está en unas condiciones sociales tan malas que se convierten en un factor de transmisión entre ellos y al resto de la población. Como sociedad debemos tomar decisiones de calado. Hay que ayudarles porque son enfermos y a la vez son un factor de transmisión al resto de la población.
¿En el hospital tienen facultativos suficientes o necesitan ya un refuerzo de personal?
Lo que nos hace falta son manos. Ahora nos coge con muchos compañeros de vacaciones porque lo teníamos preparado para una segunda oleada en septiembre u octubre. Nos hemos reorganizado. Hoy hemos conseguido darle la vuelta al marcador y hemos conseguido tener más altas que ingresos. Ahora mismo estamos con una buena capacidad para asumir más casos.
¿Se han planteado suspender vacaciones?
Se está intentando no tocarlas porque la gente necesita descansar y porque si esto va a durar necesitamos que los que regresen lo hagan frescos.
¿La situación de ahora es parecida a la de marzo y abril?
Nos recuerda a marzo en número de casos pero la diferencia es que en ese momento no conocíamos la enfermedad. Los pacientes llegaban a urgencias con síntomas y era entonces cuando los detectábamos. Ahora las pruebas PCR se están haciendo en ambulatorio y por lo tanto sabemos que hay aproximadamente un 20% de los casos que a la semana o los 10 días tendrán síntomas y algunos deberán ingresar. Por lo tanto podemos prever la capacidad que necesitaremos a una semana vista y eso es muy importante a la hora de planificar los recursos.
Pese a que sea más fácil planificar, ¿les preocupa llegar a una saturación?
La saturación se produciría si no tuviésemos suficientes camas de hospital. Si se consigue frenar los focos de contagio podremos dar respuesta. Nos ocupa más que nos preocupa. Estamos planificando y siempre tenemos que tener previsto el escenario peor.
¿Habría que dar un paso más y confinar a los colectivos vulnerables?
Es un paso complicado. Creo que la gente mayor y vulnerable se confina sola. Estos días muchos pacientes que tenían cita en consultas externas han llamado para decir que no van a venir precisamente porque tienen ese perfil. Quizás lo que hace falta es más conciencia para no relajarnos con medidas como el lavado de manos o la mascarilla.
El uso de la mascarilla es obligatorio en Catalunya pero hay un cierto debate porque, más allá de esta protección, si no funcionan bien los sistemas de rastreo, no será suficiente.
Las entidades que tienen que hacer el rastreo se han visto superadas porque nunca se han encontrado con algo similar. Se han visto desbordadas igual que nos pasó a los médicos en su momento. Que la mascarilla sea obligatoria es una medida, pero como ciudadanos pensar que con una medida única será suficiente es una visión muy simplista. Hay que ir analizando cada día porque los cálculos de hoy son diferentes a los de mañana. Si nos sentamos a pensar y esperar una solución óptima se nos pasa el tiempo. A veces es mejor tomar una decisión incorrecta que no tomar ninguna.
A riesgo de que fuese incorrecta, ¿usted qué decisión tomaría?
En el hospital ya se está bajando la actividad quirúrgica que no sea urgente y ya se está hablando con otros centros para si es necesario derivar pacientes que no sean de gravedad o con otras enfermedades. En cuanto a nivel general, además de insistir en las medidas que ya sabemos, nuestra obligación es conocer mejor los perfiles de los pacientes y las vías de contagio. Lleida es ahora el banco de pruebas, pero esto puede pasar en otros territorios del Estado. Toda la gente que tenemos viviendo en la calle se va a marchar a otros puntos.