La paradoja de Lloret de Mar, el municipio más turístico y con la renta familiar más baja

Eulalia Corralero y su marido representan la mano de obra sobre la que se ha levantado Lloret de Mar, destino por excelencia de la Costa Brava y símbolo del turismo low-cost. Durante más de 30 años, ella se ha dedicado a limpiar habitaciones de hotel mientras él se subía a los andamios para construir apartamentos. Ambos están ahora sin trabajo y en su casa entran poco más de 800 euros al mes por sendos subsidios de desempleo. La noticia de que esta ciudad, por la que pasan cada año más de un millón de turistas, es a la vez la que tiene la renta familiar más baja de Catalunya ha sorprendido a algunos vecinos, comerciantes y empresarios, pero no a una mujer que lleva encadenando empleos precarios de camarera de piso durante casi toda su vida.

La renta familiar disponible por cada habitante de Lloret de Mar es de 10.900 euros al año, un 36% inferior a los 17.000 de media de Catalunya, según los últimos datos disponibles de la Generalitat, de 2016. Pero el municipio está lejos de parecer una ciudad en quiebra. No hay pobreza extrema a la vista ni barriadas degradadas en una ciudad que año tras año recibe a uno de cada cuatro turistas que visitan la Costa Brava, y que mantiene unos índices de ocupación entre el 85% y el 90% en agosto. “Ves a la gente salir a cenar y gastar, las temporadas van bien”, sostiene Eduard Tempranero, presidente de la asociación local de comerciantes.

No hay además sensación de declive en Lloret de Mar porque, pese a que ocupa el último puesto en el ránking de renta, ésta ha aumentado un 12% desde 2011. ¿A qué se debe entonces que el quinto destino de toda España en plazas hoteleras tenga tanto hogares desfavorecidos? Una pista la dan Salou y Castelló d’Empúries, los dos otros iconos del turismo de sol y playa catalán, que figuran también entre los que albergan rentas más bajas. La precariedad de los trabajos, su temporalidad, el turismo juvenil y de borrachera y la economía sumergida, sumado todo a un boom demográfico asociado a la burbuja del ladrillo, son algunos de los factores que explican la paradoja de Lloret y otros municipios parecidos.

Corralero llegó a esta localidad por primera vez en 1979 desde Extremadura, en plena consolidación de Lloret de Mar como destino para el turismo familiar europeo y cuando el pueblo todavía tenía margen para crecer en sus siete kilómetros de litoral. “Como muchas otras mujeres trabajé de camarera hasta que me quedé embarazada; luego pasé a ser camarera de piso en un hotel porque el horario, de 7 a 15h., me permitía cuidar de mi hijo”, explica. Limpió habitaciones e hizo camas hasta 2016, cuando la propiedad del Hotel Mercedes, en el que ella trabajaba, vendió el negocio. El salario era de poco más de 1.000 euros los meses de temporada, de marzo a noviembre en el mejor de los casos. Luego, a cobrar el paro o el subsidio. 

“Esto. las que están según el convenio, porque las hay que cobran 700 o 800 euros”, asegura esta mujer. Y todo ello teniendo en cuenta que la carga de trabajo se ha endurecido, según relata. “Ten en cuenta que en Lloret hay hoteles con habitaciones de hasta tres o cuatro camas de jóvenes que incluso beben allí”, explica. Las duras condiciones a las que ella y sus compañeras estaban sometidas la llevaron en 2014 a abrir un grupo de Facebook que se llamó Las Kellys, uno de los embriones del movimiento para dignificar el empleo de las camareras de piso en toda España

Precariedad y turismo low-cost

“Las poblaciones turísticas que hace tiempo que lo son tienen un mercado laboral muy marcado por la estacionalidad y la precariedad; parte del éxito de su industria se sustenta sobre eso”, sostiene Sergi Yanes, antropólogo social que ha dedicado su tesis doctoral a Lloret de Mar. Los contratos de temporada son en el mejor de los casos de tipo fijo discontinuo, es decir, que el empresario debe contratar al mismo trabajador en primavera después de haberlo despedido en otoño, cuando se marchan los turistas. Pero nadie le ahorra al empleado pasarse el invierno cobrando el paro –si es que ha conseguido acumular 12 meses cotizados– o el subsidio.

La tasa de paro en Lloret oscila tanto que de los meses de verano a los de invierno se suele duplicar. Del 8,1% de paro de agosto de 2018 se ha pasado al 17,8% de enero de 2019, según datos del observatorio laboral local. Un 15,5% de paro de media en el primer trimestre de este año que supera de largo el 11,6% de media en Catalunya. En abril, el último mes del que hay registro, el 87,2% de las nuevas contrataciones en el municipio fueron de carácter temporal.  

Pasado el ecuador del mes de mayo, Lloret de Mar es ya una ciudad que se prepara para recibir la avalancha de turistas. A los 37.000 habitantes censados se le suman estos días parejas de ingleses, alemanes y franceses, la mayoría de ellos jubilados, que toman el sol y pasean por sus calles céntricas medio desiertas. Su presencia es suficiente para que buena parte de las tiendas de souvenirs y de comida hayan levantado la persiana. Además este fin de semana abren los parques acuáticos Water World y Marineland y esto, según Tempranero, es el pistoletazo de salida de la temporada.

Miles de jóvenes extranjeros –y también españoles, pues representan el 25% de los visitantes de Lloret– han comprado a estas alturas 'packs' que incluyen el viaje, una semana de hotel, fiestas, descuentos en bares y bufé libre. Todo esto por 399 euros es, por ejemplo, la última oferta “Fiesta Brava” de Ruf, el conocido tour operador holandés que trae jóvenes a la localidad. “¿Eres un auténtico animal de la fiesta y quieres unas vacaciones a tope? ¿Dónde si no en Lloret de Mar?”, proclama su web. 

Para Frederic Guich, este modelo de turismo potenciado durante décadas ha contribuido al empobrecimiento de la población. Él ha sido directivo en distintos hoteles desde los años 80 y ahora lo es en un gran tour operador. “Muchos optaron en los 90 por el dinero fácil amontonando a turistas jóvenes en una habitación, dándoles de beber y de comer todo lo que podían, sin prever que esto abarata el destino”, sostiene. Pero añade que “la nueva generación de hoteleros ya apuesta más por la calidad que por la cantidad”.

El modelo de turismo low-cost ha caracterizado hasta tal punto a Lloret de Mar durante años que el propio Ayuntamiento reconoció precisamente en 2016 que debían dar un giro. Casi diez años de poner tope a un crecimiento hotelero –desde los años 90 que no se mueven de las 30.000 habitaciones más o menos–, el consistorio anunció un plan de 1,5 millones de euros anuales para potenciar el turismo deportivo, cultural y familiar. “Esto también ha de permitir alargar la temporalidad”, explica Jordi Sais, concejal de Acción de Gobierno. 

A las puertas de las elecciones municipales, en Lloret de Mar lleva gobernando por CiU desde 2003, cuando Xavier Crespo desbancó a los socialistas. El que fuera alcalde hasta 2011 acabó condenado a nueve años de inhabilitación y una multa de 450.000 euros por favorecer los intereses urbanísticos –con bonificaciones irregulares– del empresario ruso Andrei Petrov. A cambio de esos favores el que fue también diputado convergente recibió regalos de lujo como un reloj de 2.200 euros o un billete de avión a Moscú por 3.235 euros. 

El boom demográfico y del ladrillo

Desde el Ayuntamiento señalan el 'boom' demográfico de Lloret de Mar como otra de las razones que explican su nivel de renta. Entre el 2000 y el 2010 duplicó su población, de 20.000 a 40.000 habitantes, un crecimiento calcado al de destinaciones como Salou o Castelló d'Empúries. Los nuevos habitantes llegaron para trabajar en el sector servicios, pero también en el de la construcción. Urbanizaciones enteras como la de Fanals se levantaron en Lloret durante unos años, a principios de siglo, en los que se construían entre 1.000 y 2.000 pisos al año. Por comparar, en Barcelona –con 43 veces más población– se creaban 5.000 viviendas al año.

A partir de 2010, cuando se pasaron a construir menos de 100 viviendas al año, muchos de los que se dedicaban al ladrillo, a menudo inmigrantes, se quedaron sin empleo. Pero no dejaron Lloret. “Buena parte de ellos malvive de trabajos esporádicos relacionados con el turismo”, aventura Guich. 

Para demostrar que no solo el consistorio, sino también los hoteleros se han puesto las pilas para cambiar el modelo turístico, el concejal Sais asegura que entre varios grandes negocios han invertido 100 millones de euros para reformar sus instalaciones y adaptarlas a nuevos públicos. Hay concedidas 25 licencias de obras mayores. “Esto llevará a una mejora del servicio, que revertirá en lo que se pague a los hoteleros y esto, a su vez, en los trabajadores. Si quieres unos servicios de calidad tienes que pagar unos sueldos de calidad”, calcula Sais. 

La mala praxis hotelera

Pero para conseguir turismo de calidad el municipio deberá dejar atrás también la etiqueta que acarrea desde hace años de turismo de borrachera, asociada incluso a estafas hoteleras como la del empresario hotelero que tenía pinchada la luz en varios establecimientos. Un incendio fortuito en el generador del Hotel Sun Village destapó en 2016 que su propietario, José Luis Velasco, cometía fraude eléctrico en ese y otros tres hoteles de su propiedad: el Savoy, el Mediterranean Sand y el Marina Sand. 

Dos años después del escándalo, José Luis Sánchez, camarero de uno de ellos, atiende a eldiario.es mientras el establecimiento se pone a punto para abrir a finales de mayo. Conocido en el pueblo como el antiguo hotel Selvamar, al comprarlo Velasco le cambió el nombre a Marina Sand. Tras conocerse el fraude mantuvo ocupado el establecimiento hasta que la propiedad lo desalojó echando mano de Desokupa. Ahora lo ha adquirido el grupo EcoHotels y se llama Suneo Club. 

Sánchez consiguió que le contrataran conservando las mismas condiciones laborales y pluses como el de antigüedad. Haciendo de camarero gana unos 1.300 euros al mes durante lo que dura la temporada, aunque reconoce que el suyo no es el caso más habitual. Asegura que en el sector hay quien paga en negro una parte de los salarios y empresarios que tiran cada vez más de estudiantes en prácticas para cubrir puestos de trabajo. “Sólo hay condiciones de empleo dignas allí donde los trabajadores estamos organizados y sindicados”, concluye.