Marc Marginedas: “Cuando estás secuestrado ves lo mejor y lo peor de la condición humana”
Marc Marginedas (Barcelona, 1967), descendió hasta el infierno y logró salir de ahí. Otros compañeros que estuvieron con él no tuvieron la misma suerte. Este reportero de guerra de El Periódico de Catalunya, curtido en decenas de conflictos, estuvo secuestrado durante seis meses en Siria a manos del ISIS, cuando la organización se convirtió en el grupo terrorista más temido del planeta.
Marginedas compartió parte de su cautiverio junto a una veintena de periodistas y trabajadores humanitarios de distintos países, en una historia durísima que, sin embargo, no hizo más que reforzar su compromiso con el reporterismo. Al cabo de tres meses de ser liberado volvía a estar cubriendo otra guerra.
El reportero cuenta ahora su historia en el documental Regreso a Raqqa, dirigido por Albert Solé y Raúl Cuevas, que se estrena en salas este viernes. La cinta, en la que hablan familiares y otros periodistas de todo el mundo que estuvieron secuestrados junto a Marginedas, es un doloroso testimonio en el que se da cuenta del horror que vivieron en una bonita casa abandonada en Raqqa, a orillas del río Eufrates. Seis de ellos acabaron decapitados frente a una cámara.
En el documental cuenta que, tras ser liberado, no quiso dar entrevistas porque le daba miedo que el Marc Marginedas secuestrado se comiera al Marc Marginedas periodista. ¿Qué le empujó finalmente a hacer el documental y querer explicar la historia?
El documental es un proyecto a largo plazo, surge prácticamente a partir del minuto cero y solo se podía hacer con una persona, que es Albert Solé. Es una historia muy delicada, que solo podía hacer con alguien con quien yo tenía afinidad, la garantía de que respetaría los límites y que sería un trabajo de calidad. Vino a Moscú [país en el que fue corresponsal hasta marzo de 2022], ha sido un rodaje de años. Me gustó mucho el proyecto, sobre todo porque suponía enlazar la guerra de Siria con Rusia y Ucrania.
¿La peor parte es tener que atender entrevistas como esta? ¿Cómo lleva esta exposición pública?
Lo que me gusta es que mis historias llegarán más lejos. Yo continuaré haciendo mi trabajo, con mi puesto de redactor como tú o cualquier otro compañero, haciendo mis viajes… Pero lo que me parece interesante es el impacto que tendrán mis historias. Sobre todo porque creo que en las guerras de Ucrania y de Siria ha habido muchísima desinformación. Y lo que más me indigna es que esa desinformación ha venido de una parte de la izquierda, que durante la guerra de Siria jugó a la equidistancia en un conflicto en el que un régimen era el responsable del 90 y pico por ciento de los muertos civiles, que utilizó armas químicas…
Hace 10 años, Siria se convirtió en uno de los peores sitios para trabajar. Murieron reporteros con mucha experiencia, hubo decenas de secuestros… ¿Es la guerra más difícil que ha cubierto?
Sin duda. Desde el principio fue una guerra terriblemente difícil de cubrir. Por ejemplo en Libia no había un frente fijo, pero había un cierto territorio controlado por cada bando. En Siria era como un leopardo: un pueblo controlado por el régimen, otro por los rebeldes… Y eso hacía que moverse fuese muy difícil. Además había miles de personas trabajando para los servicios secretos y te podían identificar muy fácilmente como extranjero. Teníamos que entrar al país ilegalmente: una vez entré cruzando un río, otra vez a caballo hasta la frontera y luego pasé por el agujero en una verja… El nivel de violencia también fue mucho más fuerte que en la guerra de Ucrania, por ejemplo. Lo que pasa es que en Siria no se generó la misma empatía porque no es Europa, es el mundo árabe y porque la máquina de desinformación rusosiria funcionó muy bien.
¿Qué fue lo primero que pensó cuando entendió que le habían secuestrado? ¿Pensó que tal vez iba a ser más breve?
Lo primero que hice fue intentar identificar a dónde me llevaban. Me tranquilicé al constatar que no me trasladaban a Irak sino que íbamos hacia el Norte, hacia Alepo, que era una zona que conocía. Más que miedo es una lucha por intentar identificar qué pasará contigo. Los secuestradores, que son todos bastante psicópatas, juegan mucho a la desorientación.
Hay un momento en el documental en el que describe su llegada a un edificio de Alepo en el que le reúnen con el resto de periodistas secuestrados...
Estuvo muy bien. Cuando me trasladaron a esa casa abandonada no sabía qué querían hacer conmigo. Fue muy intimidatorio porque me cogieron, me metieron en una furgoneta y la persona que conducía estaba como una cabra, era el tipo que atentó contra el museo judío [en Bruselas, en mayo de 2014]. Estaba con una venda, bastante inquieto, y deduje que estábamos en una casa abandonada. Pensé que igual me ejecutaban. Hasta que escuché en árabe “dónde está la llave” y eso me tranquilizó porque vi que el secuestro iba a continuar.
El documental es cada vez más duro a medida que avanza el secuestro. Sobre todo a partir del momento en el que toma las riendas un grupo de yihadistas británicos conocidos como The Beatles y dan rienda suelta a su crueldad. ¿Por qué cree que fueron más duros que los anteriores captores?
Yo por ejemplo a Jihadi John [uno de los secuestradores británicos, responsable de varias ejecuciones sumarias] nunca le vi un componente religioso demasiado fuerte. Así como escuchaba rezar a otros captores, a él nunca le escuché rezar. Para él, el Estado Islámico era el marco perfecto para desarrollar sus tendencias psicópatas. Imagino que también había un componente de humillación. El hecho de tener a 20 rehenes de los países más poderosos del mundo empodera muchísimo a gente que ha sufrido pequeñas humillaciones. Llega un momento en el que, si estás en un marco de violencia, tal vez pierdes la condición humana.
¿Cómo vivió la noticia de la muerte de Jihadi John? [Fue asesinado en un ataque estadounidense con drones]
Fue triste que no pudieran llevarlo ante un tribunal. Pensé además que probablemente su muerte elevaría su figura y se crearía un nuevo mártir. Me pareció poco efectivo, asesinado con un dron…
Hay un tema que sobrevuela de manera implícita en el documental, que es cómo las relaciones con el resto de secuestrados se fueron enrareciendo paulatinamente, sobre todo por la falta de comida
Es cierto que había peleas y problemas, la situación era extrema. Pero yo no pienso como dice Javier [Espinosa, reportero de El Mundo con el que compartió el secuestro] que en una situación así solo ves lo peor de la condición humana. Creo que ves lo mejor y lo peor. Hubo problemas entre nosotros, pero por ejemplo los tres españoles decidimos no dejarnos llevar por esto. No quisimos entrar en el juego que querían los captores, que era que nos peleásemos por la poca comida que había.
Es cierto que hubo peleas y problemas con el resto de secuestrados, la situación era extrema.
También sobrevuela en la cinta la diferencia que había entre los secuestrados estadounidenses y británicos y el resto del grupo, porque Estados Unidos y Reino Unido se negaban a negociar con los terroristas y pagar cualquier rescate.
Yo no tengo ninguna constancia de si se financiaron o no rescates.
Pero en el documental aparece el padre de un secuestrado estadounidense. Cuenta que el Gobierno le dijo que no iban a pagar el rescate y que si negociaba él por su cuenta podía acabar en la cárcel
Fíjate que después de este incidente, EEUU ha modificado mucho su política sobre secuestros. Yo solo puedo decir que estoy orgulloso de ser de un país que no deja atrás a sus ciudadanos.
“Había hecho las paces con la idea de morir y eso me daba paz y tranquilidad. Lo había aceptado”, es una de sus frases en el documental que se me quedó grabada
Yo no asumí que moriría, sino que podía morir. Dije: bueno, he tenido la vida que he querido, he hecho lo que he querido, mi vida no ha sido en vano. Hay gente que se planta con 90 años y no ha hecho nada.
¿Cómo es la vida después de haber asumido que tal vez la perdería?
Me siento mucho más vivo. Ayer paseaba por Madrid y pensaba ‘qué bonito es Madrid’; otro día estaba en Vilafranca y pensaba ‘qué bonito es Vilafranca’. Después está otro aspecto: se ha fortalecido mi vínculo y mi compromiso con esta profesión y con explicar las injusticias del mundo.
Relata en el documental que la fase post secuestro fue casi tan dura como su secuestro
El post secuestro fue muy complicado porque fui el primer liberado y la primera persona que traía noticias. A los tres días de ser liberado yo estaba recibiendo en mi casa a 10 personas que venían de Italia, Francia, Alemania…
¿Eran familiares del resto de secuestrados?
Sí. Nadie lo supo pero la madre de James Foley [fotoperiodista estadounidense] estuvo en Barcelona cuando su hijo aún no había sido ejecutado. Después vino otra vez. En ningún momento pensamos que podía pasar lo que ocurrió... Era muy complicado. Fue un secuestro muy mediático y estaban muchos países involucrados con intereses muy distintos. Había unas presiones brutales.
Después trata de retomar su vida, se va a Moscú de corresponsal y al poco tiempo estalla la guerra de Ucrania. ¿Cómo fue el regreso a un conflicto bélico?
La primera cobertura que hice fue cuando derribaron el avión ucraniano en julio [de 2014, cuando un misil ruso derribó un avión de pasajeros en la región de Donetsk], apenas tres o cuatro meses después de haber vuelto del secuestro. Era interesante ver cómo iba a ser mi reacción. Yo evidentemente fui mucho más prudente. Recuerdo un día en que fuimos detenidos por las fuerzas especiales rusas porque no querían que nos acercáramos a una morgue y tuve una sobrerreacción que no había tenido nunca. Pero aparte de eso, nada.
Cuando el conflicto en Ucrania dejó de afectar al Donbás y se trasladó a todo el país, buena parte de los medios occidentales retiraron a sus corresponsales de Moscú. ¿Fue fácil adaptarse a Barcelona? En el documental asegura que estar en casa “le ahoga”
Salí porque había tenido avisos y no del Ministerio sino del FSB [el servicio de inteligencia ruso], que es otra cosa. En Barcelona no ha cambiado demasiado mi vida porque sigo haciendo lo que hacía antes: muchos temas sobre Ucrania, viajo mucho, acabo de ir a Bulgaria… Creo que ahora mismo se puede obtener más información desde fuera de Rusia que desde dentro. Y he podido hacer algunos temas que se me habían quedado pendientes y que desde dentro ya no podía hacer. Mi vida no ha cambiado demasiado, lo único es que a las nueve de la noche me iría a patinar al parque que estaba al lado de mi casa y ahora no puedo.
En el documental dice que pasar hambre significa no dejar de pensar en comida durante todo el día. ¿Qué fue lo que comió al regresar a casa?
¡Una hamburguesa! En principio no puedes retomar la alimentación como si no hubiese pasado nada, pero me lo salté y al cabo de dos días me comí una hamburguesa y no pasó nada.
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