Ha pasado medio año desde que la inhabilitación de Quim Torra dejó a todo el Govern en funciones y en una situación de provisionalidad que todavía dura. Ahora, dos meses después de unas elecciones que arrojaron el mejor resultado histórico para los independentistas, la negociación entre ERC y Junts está encallada, con avances mínimos y sin un horizonte claro. Una situación que ya se ha saldado con dos votaciones de investidura fracasadas para Pere Aragonès y que comienza a tomar tintes trágicos para los republicanos, que se sienten como en la obra de Samuel Beckett, atrapados a la espera de su particular Godot.
Lo que anhela ERC es un pacto de investidura como meta final pero, en el corto plazo, están pendientes de la respuesta de Junts al último documento remitido por los republicanos. Los negociadores de Esquerra formularon a principios de esta semana una propuesta por escrito que trataba de cerrar las tres grandes cuestiones sobre las que buscan un acuerdo: una estrategia unitaria sobre la independencia, un programa de gobierno y un reparto de carteras y áreas en el Ejecutivo. en los tres ámbitos hay escollos, pero si algo ha demorado las negociaciones hasta el momento ha sido el primer punto.
Ambas formaciones tienen opiniones radicalmente diferentes sobre lo que el movimiento soberanista debe hacer, y eso genera un choque respecto a la posición en el Congreso, la participación en la mesa de diálogo con el Gobierno o el papel del Consejo por la República de Carles Puigdemont, entre otras cuestiones. Fuentes de la negociación subrayan algunos acercamientos, como el hecho de que Junts haya seguido el camino de la CUP y haya aceptado dejar margen a la mesa de diálogo. O su contrapartida, que ERC se haya mostrado dispuesta a involucrarse en una reforma del ente privado del expresident que reimpulse el Consejo de la República como voz internacional del independentismo.
Hay pasos, según subrayan las voces más optimistas de ambas orillas. La portavoz de Junts, Elsa Artadi, aseguraba este viernes que el acuerdo está “cerca”, al tiempo que quitaba hierro al documento enviado por ERC, del que aseguraba que no contenía novedades respecto a lo ya tratado. A la vista está que, si hay pasos, son lentos. Contenga novedades o no, lo que sí está en la última propuesta de los republicanos evita otorgar al Consejo por la República ningún papel de tutela ni competencia gubernamental y propone que todo el control sobre el acuerdo de coalición recaiga en nuevos órganos de coordinación mixtos.
En concreto y según detalló el propio Pere Aragonès en declaraciones a Catalunya Ràdio, la propuesta de ERC pasaría por formar tres comisiones de seguimiento conjuntas: una sobre la actividad parlamentaria y de los grupos, otra más amplia para coordinar Ejecutivo y Legislativo y una tercera que se reuniría cada seis meses para evaluar el cumplimiento del acuerdo de legislatura. Respecto a la dirección del movimiento independentista, ERC apuesta por una “mesa estratégica” desligada del Govern, como ya incorporaba el acuerdo con la CUP. Si ese espacio puede ser o no el Consejo por la República es parte de la negociación.
ERC, a la espera de la “digestión” de Junts
En la dirección de ERC circulan hasta tres teorías –no excluyentes– para explicar por qué Junts está demorando el acuerdo. La primera remite a una mala digestión del resultado del 14-F. Según opinan fuentes republicanas, la formación de Puigdemont las había planteado como un órdago y en clave plebiscitaria sobre la estrategia independentista, por lo que haber quedado por detrás les obliga a dar un volantazo.
A eso añaden una segunda idea, que es la supuesta falta de cohesión interna. Tal como revela la polifonía de voces o el caso de Jaume Alonso Cuevillas, fulminado de la Mesa del Parlament tras expresar diferencias respecto a la estrategia en el Parlament, en Junts hay varias corrientes con opiniones diversas que en algunos momentos chocan. “Son muy inestables y eso complica mucho las negociaciones”, explican desde la dirección de Esquerra, que consideran que, al otro lado de la mesa, Junts tiene su propia guerra interna sobre el enfoque de la legislatura.
La tercera teoría que esgrimen diversas fuentes republicanas tiene que ver con una supuesta maniobra de Junts para desesperarlos. Según esta idea, la formación de Puigdemont no estaría demorando el acuerdo por causas internas sino de forma artificial para conseguir, por un lado, que ERC estuviese dispuesta a ceder más y, por otro, a que cometa errores que la dejen en peor lugar. Por esta razón en la formación han optado por un perfil muy bajo en las críticas y, aunque en un primer momento plantaron batalla sobre la renovación de Cuevillas en la Mesa, rápidamente recogieron cable, precisamente para evitar cualquier enredo que pudiese ser señalado como la razón por la que las negociaciones no avanzan.
La técnica de demorar una negociación todo lo posible para desgastar al contrario no sería una novedad en Catalunya. En el 2014, después de la consulta del 9N, ERC exigía elecciones pero Artur Mas reclamaba a cambio una candidatura conjunta, que acabó consiguiendo bajo las siglas de Junts pel Sí. De nuevo un año después, cuando la CUP pidió la cabeza de Artur Mas para votar una investidura, Convergència optó por negarse hasta el último momento, convencida de que los anticapitalistas se ablandarían. Sin embargo, en esta ocasión finalmente la técnica no ocurrió y Mas se vio obligado a apartarse para evitar elecciones. En la actual tesitura, en ERC no creen que Junts se atreviese a forzar una repetición de elecciones.
Junts, por gobernar y a la expensas de su congreso
Si algo ha dejado claro el secretario general de JxCat, Jordi Sànchez, es que su partido no especula con una repetición electoral, que ha prometido que evitará pase lo que pase en la negociación con ERC. Sobre esta cuestión el partido se ha mostrado muy sólido pero, a partir de aquí, hay ideas diferentes sobre qué conviene más. En las últimas semanas ha sonado con fuerza la opción de investir a Aragonès y pasar a la oposición si no se lograba un acuerdo, una vía que alientan sectores como el encabezado por la presidenta del Parlament, Laura Borràs, que aseguró la semana pasada que su partido estaba más “cerca de no entrar al Govern” que de lo contrario.
Esta semana, sin embargo, caras visibles de otras corrientes han salido a achicar agua en la dirección contraria. La última ha sido Elsa Artadi, pero antes que ella la consellera de la Presidència Meritxell Budó aseguró de forma inequívoca que, a su modo de ver, Junts debía repetir en el Govern. “Somos una formación política con vocación de gobierno. Nos hemos presentado con un programa y con un proyecto de país, y esta huella debe estar en el futuro Govern”, afirmó quién, a día de hoy, representa el primer cargo institucional de Junts en el Ejecutivo.
Los cargos de JxCat que están en el Govern y algunos dirigentes de la cúpula se decanta a día de hoy por entrar en el nuevo Ejecutivo pero, también, por cerrar un acuerdo que satisfaga a sus sectores más belicosos contra ERC. Para eso necesitan tiempo, como ya pidió el propio Sànchez en la conferencia en la que avanzó que no darían aún el favor a Aragonès. Un tiempo que, pese a que han pasado dos meses desde las elecciones, aún creen que se les puede quedar corto. En este contexto, la formación ha aplazado su congreso extraordinario, que inicialmente celebraban a finales de este mes, y ahora pasará a ser entre los días 7 y 8 de mayo. Es decir, a menos de tres semanas del fin del plazo para que la legislatura se disuelva si no hay una investidura antes.