El nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, conocerá el miércoles de primera mano el ‘plan A’ del presidente de la Generalitat, Artur Mas. El plan que pasa por la aprobación de la ley de consultas catalana y la convocatoria del 9-N, a sabiendas de que será recurrida ante el Constitucional y, con toda seguridad, suspendida. A partir de aquí, empieza el ‘plan B’, del que, evidentemente, hablarán ambos políticos y en los que el PSC y el PSOE tienen un papel a jugar. O mejor dicho, una alta responsabilidad a la hora de encontrar una alternativa al conflicto abierto entre las aspiraciones de una amplia mayoría de la sociedad catalana y el inmovilismo del Gobierno del PP.
Pedro Sánchez escuchará a Artur Mas, pero a quien debería oír es a la compleja y plural sociedad catalana. A quienes han llegado a la conclusión que el único camino es la independencia porque ya no se creen ninguna propuesta de las grandes fuerzas políticas españolas y, especialmente, a quienes aún ven posible un nuevo pacto que permita a Catalunya mantener un proyecto conjunto con el resto de España. Y debe escuchar con mucha atención a uno de sus compañeros, a Miquel Iceta. En los dos meses que lleva en el cargo, el nuevo secretario general del PSC ha ido construyendo una propuesta política para llenar de contenido la hasta ahora etérea y confusa tercera vía.
La ‘fórmula Iceta’ pasa por una reforma de la Constitución que permita el pleno reconocimiento de Catalunya como nación en el marco de un Estado Federal, un pacto fiscal solidario y el blindaje de competencias en lengua y cultura. Es decir, en recuperar el espíritu del Estatut, votado por los catalanes y tumbado por un Tribunal Constitucional de dudosa credibilidad. Una ‘fórmula’ que, como sabe Iceta, sólo tendrá legitimidad si se decide en las urnas, en una votación que él quiere ‘legal y acordada’ con el Estado, pero que sabe inevitable.
La ‘fórmula Iceta’ consiste en concretar la ‘declaración de Granada’ en la que el PSOE dio forma a su proyecto federal con tantas vaguedades que desde Catalunya muchos ven como una simple reedición del café para todos. La propuesta de Miquel Iceta consiste en dar una respuesta clara a la pregunta de si la modificación constitucional incluiría el reconocimiento de Catalunya como nación. A esta cuestión, planteada en una entrevista en El Periódico, Pedro Sánchez contestó: “reconozco el principio de nacionalidad del artículo 2 de la Constitución y reconozco el sentimiento de nación que viene en el preámbulo del Estatut”. Es decir, una respuesta ya superada para la mayoría social en Catalunya que reivindica una nación de pleno derecho y no sólo la consideración de un sentimiento. Miquel Iceta lo sabe perfectamente.
Sin tener claro que el punto de partida es el estatus de nación para Catalunya, el PSOE no podrá ofrecer una alternativa creíble. Porque una vez Catalunya sea reconocida como nación, una parte de la sociedad seguirá defendiendo que, como tal, tiene derecho a un Estado independiente. Es una opción legítima, pero tanto como la de quienes sentirían colmadas sus aspiraciones en una nación catalana integrada en un Estado plenamente plurinacional. Sólo una profunda reforma constitucional que fuera refrendada en las urnas en Catalunya puede esgrimirse como alternativa a la reivindicación del 80 por ciento de los catalanes que quiere decidir su futuro.
Este es el único ‘plan B’ posible que Pedro Sánchez debería tener en cuenta a la hora de hablar con el President Mas. Todo lo demás es política en minúsculas, estrategias de supervivencia ante las horas decisivas que afronta CiU. Y también el PSOE, porque Pedro Sánchez sabe que Catalunya es una pieza clave en la construcción de su alternativa política. Si se equivoca, su proyecto nacerá muy débil y Catalunya y España perderán, de nuevo, una oportunidad trascendental. Por eso es tan importante que escuche a la sociedad catalana. Y a Miquel Iceta.
El nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, conocerá el miércoles de primera mano el ‘plan A’ del presidente de la Generalitat, Artur Mas. El plan que pasa por la aprobación de la ley de consultas catalana y la convocatoria del 9-N, a sabiendas de que será recurrida ante el Constitucional y, con toda seguridad, suspendida. A partir de aquí, empieza el ‘plan B’, del que, evidentemente, hablarán ambos políticos y en los que el PSC y el PSOE tienen un papel a jugar. O mejor dicho, una alta responsabilidad a la hora de encontrar una alternativa al conflicto abierto entre las aspiraciones de una amplia mayoría de la sociedad catalana y el inmovilismo del Gobierno del PP.
Pedro Sánchez escuchará a Artur Mas, pero a quien debería oír es a la compleja y plural sociedad catalana. A quienes han llegado a la conclusión que el único camino es la independencia porque ya no se creen ninguna propuesta de las grandes fuerzas políticas españolas y, especialmente, a quienes aún ven posible un nuevo pacto que permita a Catalunya mantener un proyecto conjunto con el resto de España. Y debe escuchar con mucha atención a uno de sus compañeros, a Miquel Iceta. En los dos meses que lleva en el cargo, el nuevo secretario general del PSC ha ido construyendo una propuesta política para llenar de contenido la hasta ahora etérea y confusa tercera vía.