Barcelona y otras ciudades tienen muchos metros cuadrados robados desde hace mucho tiempo. El espacio público parece que no siempre se aprecia como un bien común y en cambio se permite ocupar por uso privado. A estos espacios robados los vecinos y las vecinas no podemos acceder porque alguien decide que es suyo sólo porque es el primero que llega. Además de ocuparlo ilegítimamente, se hace sacando beneficio particular. Cada día que pasa, aquel metro cuadrado es explotado y impunemente expropiado a los vecinos por una ganancia privada.
Anclajes de bicicletas
Desde hace unas semanas hay una polémica en la red sobre la utilización que hace una empresa de alquiler de bicicletas de los anclajes públicos para atarlas. La controvertida marca distribuye su flota por toda Barcelona y utiliza el mobiliario público para que sus clientes tengan un mejor servicio. Hemos visto muchas fotografías de una ocupación que, para muchos, además es desproporcionada. La polémica aumenta cuando la misma empresa responde a las quejas sugiriendo que en vez de quejarnos pedimos al Ayuntamiento que pongan más anclajes. Es decir, que la sugerencia va encaminada a que entre todas le paguemos los puntos de servicio a la empresa privada. Por lo menos, es una manera peculiar de entender la ciudad.
Pero esta polémica tiene muchos puntos de relación con otras prácticas que quizás hemos normalizado y que, como mínimo, habría que poner sobre el debate de la ocupación del espacio público en las ciudades.
Talleres de motocicletas
Cualquier persona que monta un negocio sabe que las herramientas o los productos que necesita los deberá tener dentro de su establecimiento. Las papelerías no tienen los libros y libretas en la calle, las queserías tampoco tienen fuera los quesos y las colchonerías tampoco tienen los colchones fuera.
Pero en muchos casos, los talleres equivalen a una hilera infinita de motocicletas en la acera. Esto, si no hay a pocos metros un espacio de estacionamiento permitido que está sobreocupada para el establecimiento impidiendo el uso para el que está diseñado.
La cuestión de las motocicletas en las calles de las ciudades es un tema urgente de abordar y quizás es que tenemos que empezar por la reivindicación vecinal tal como han hecho un grupo de personas de Vía Augusta donde hace años que la ocupación era claramente desmesurada. Han conseguido hacerlas fuera.
Vehículos de empresa sobreocupando el espacio
Similar al caso anterior, las pizzerías suelen hacer una hilera de motos frente a la puerta del establecimiento para hacer la entrega a domicilio y en muchos casos se hace obviando las normativas municipales que impiden que cualquier acera sea susceptible de ser ocupada por las motos. A 100 metros del Ayuntamiento de L'Hospitalet esta situación se produce cada día. No es necesario explicar lo que supone tener debajo de casa un grupo de motos ruidosas que entran y salen constantemente durante horas.
Sillas y mesas de bar encadenadas en la calle
No hace falta explicar que hay bares que hacen un mal uso de los espacios que tienen reservados, hace pocas semanas salía la noticia de que 2 de cada 3 de la Avenida Gaudí tenían más mesas de las permitidas. Otra de las modas que se pueden ver en las ciudades son las mesas y sillas encadenadas en plena calle durante las noches o los días en que los bares no están abiertos. Rompiendo normativas y el sentido común, se hace más cómodo dejar tu mobiliario en el espacio público en vez de hacerlo a tu espacio personal. Esto impide que las vecinas puedan hacer uso y además genera un impacto visual de desorden. Sobre este tema también hemos normalizado que el espacio público esté lleno de jardineras y cartelería diversa alrededor de las terrazas fuera de las zonas autorizadas para este uso.
Incluso hay quien se atrevía a hacerlo en plena Plaza Cataluña de Barcelona sin que nadie se lo impidiera. Las redes sociales sirvieron para que el FNAC rectificase hace pocos días y dejara de llevar esta práctica de empleo irresponsable del espacio público. En cambio, en plena plaza del Ayuntamiento de L'Hospitalet se puede ver como la mayoría de bares dejan su mobiliario cada noche en la calle sin problemas. En la ciudad de L'Hospitalet estamos acostumbrados a no ser noticia y es por eso que hace años que se denuncia que en la Rambla Just Oliveras hay bares que ni siquiera tienen marcado su espacio de forma clara, hay sobrecupació de carteles y jardineras en el espacio público y cada noche es un auténtico Ikea de muebles encadenados en la calle, en el espacio público. Quizá el resto de vecinos tendremos que optar por bajar algún armario de casa y nos haría vivir más espaiosament.
El carril bus para aparcar autocares
De forma sistemática el Hotel Hilton ocupa el carril bus para aparcar los autocares que trasladan sus clientes. Lo hacen cada mañana impunemente. Aunque esta situación se ha podido reducir sensiblemente tras múltiples denuncias y tras salir a medios de comunicación, la práctica continúa produciéndose. Aquel espacio es de la ciudad, es para que el transporte público sea más eficiente y no para aparcar un servicio privado. Pasa lo mismo con los autocares que cada mañana ocupan la Plaza Francesc Macià a las 8 para trasladar los empleados del empresario más rico de España. Sus beneficios también son gracias a que se le permite un aparcamiento de manera gratuita cada mañana del año. Seguro que todos conocemos de situaciones similares a nuestro alrededor, nuestros 'Hoteles Hilton'.
Alfombras y grandes plantas para visibilizar el negocio
Una alfombra roja encima de una calle de la ciudad de moda da mucha elegancia, pero también es un robo del espacio público. Muchos hoteles y algunos bares de la ciudad decoran las entradas de la calle con alfombras y grandes plantas a un lado y la otra de la entrada para tener una imagen más majestuosa. También lo hacen con un espacio que es de todos y no privado. Además, habitualmente estas decisiones generan peligro para las personas ciegas o de baja visibilidad y, como en muchos casos de los que hemos analizado, contribuimos a tener una ciudad menos accesible.
La gente puede montar negocios y sacar todo el provecho que puedan si lo hacen responsablemente. Pero parte del beneficio no puede venir de la ocupación del espacio público. No puede hacer que banalizamos este tema generando prácticas abusivas ni tampoco puede pasar que los ayuntamientos no se activen para evitarlo.
Hemos normalizado que nos tomen las calles y el espacio público. Y es por eso que este tipo de situaciones se convierten en cotidianas y ni siquiera nos llaman la atención para comunicarlo a nuestros ayuntamientos para que eviten que nos tomen las calles. El espacio público es un bien común que permite que la gente pasee, pase un rato, intercambien ideas o simplemente disfruten de la ciudad. Dependiendo del valor que le damos a este bien entenderemos que esto que pasa es un problema importante o simplemente sucumbiremos a la generación de una ciudad mucho menos amable y respetuosa por los que tenemos derecho a disfrutar dignamente.