Cuando habitualmente se habla de tercera vía, los politólogos, juristas o todólogos, está nueva categoría profesional tan propia de los tiempos que corren, hablan de una formula jurídica y política que permita acomodar la realidad catalana al resto de España. Se habla por lo tanto, de una conexión, una interacción, un espacio compartido a nivel político, jurídico y financiero que se ha de trasladar a las relaciones entre los propios ciudadanos a un lado y otro del Ebro. En definitiva, hablamos de puentes que atraviesen las diferencias lingüísticas, culturales e identitarias entre las dos partes y que destaquen aquello que nos une confluyendo en un modelo de país determinado que sea compartido por la gran mayoría de ciudadanos catalanes y españoles. Tal y como aseguraba Ernest Renan, uno de los principales teóricos del nacionalismo: una nación es un plebiscito diario de convivencia y, en nuestro caso, este plebiscito no puede darse sin la existencia de un proyecto compartido por una mayoría de ciudadanos de ambos territorios. Por lo tanto, es necesario que haya una verdadera tercera via que una buena parte de los catalanes con el resto de españoles en la búsqueda y en la creencia en un modelo de país compartido. Esta tercera vía, que se habrá de formalizar en un entramado legal e institucional determinado, deberá ser desarrollada y liderada por los partidos políticos. Ahora bien, que partidos políticos están en disposición de articular este modelo de país compartido?
En Cataluña actualmente, dejando de lado las fuerzas nacionalistas e independentistas, tenemos hasta tres fuerzas políticas que pueden actuar como puente entre ciertos sectores de la sociedad catalana y amplias capas de la población española, ya que tienen relación o son parte de fuerzas políticas estatales. Estos tres partidos son el PP, ICV y el PSC. De estos tres, los dos primeros han tenido históricamente un techo de votos y de representantes, tanto a nivel catalán como en Madrid, muy determinado por sus especificidades ideológicas que no les ha permitido liderar la construccion de estos puentes. No se puede decir lo mismo del PSC. El socialismo catalán siempre ha contado con una buena parte del poder político en Cataluña gobernando una gran cantidad de ayuntamientos, entre ellos el de Barcelona, las Diputaciones e incluso, la Generalitat de Cataluña llegando a ser el partido más votado un par de veces, superando en número de votos a CiU. A todo esto le tenemos que añadir su continua presencia en las cámaras legislativas españolas y en diferentes gobiernos de España. Ahora bien, todo parece indicar que este papel de puente que ha jugado el PSC se agota. Des de las elecciones autonómicas de 2010, comicios tras comicios el número de votos y de representantes políticos de los socialistas catalanes tanto en el Parlamento de Cataluña como en los Ayuntamientos o en el Congreso decrece peligrosamente, y los recientes estudios demoscópicos no parecen indicar que esta tendencia tenga fin. Ante esta falta de organizaciones políticas que actúen de puentes entre Cataluña y el resto de España y en medio del proceso soberanista, hay algún actor político que pueda evitar aquello que el politólogo Pablo Simón denomina la flamenquización de la política catalana, es decir, la desconexión entre esta y la política española a causa de la diferenciación de sus respectivos sistemas de partidos?
Es en este contexto de deterioro de las opciones políticas que anteriormente actuaban de puentes entre la sociedad catalana y española donde hemos de entender la irrupción de Podemos en el mapa político catalán. La formación política de moda en España también comienza a hacerse notar en Cataluña. Aunque antes demos una ojeada a su evolución. Desde que se publicaron las encuestas posteriores a la gran sorpresa electoral de las elecciones europeas, Podemos no ha hecho más que crecer a nivel estatal: del 15% de los votos y 58 escaños que le daba GESOP en su barómetro político de junio hasta el 24,1% que le otorgaba la encuesta de Sigma 2 para Telecinco este sábado pasado. Queda claro Podemos comienza a ser percibido a nivel estatal como una alternativa política seria y su progresión parece, a día de hoy, no tocar techo. En Cataluña, pese a su escasa implantación, comienza a ser un actor a tener en cuenta. El barómetro político de Cataluña de GESOP mostraba la entrada de Podemos al Parlamento de Cataluña con un 8,5% de los votos y una horquilla de entre 9 i 10 diputados, y el estudio de Sigma 2 publicado en El Mundo el pasado mes de septiembre situaba a la formación de Pablo Iglesias como cuarta fuerza política con un 12,4% de los votos. Próximas encuestas parecen consolidar esta tendencia. Cabe destacar también, la continua y creciente aparición de círculos a lo largo del territorio catalana y la integración de muchos de estos en las candidaturas municipalistas que se están gestando bajo la marca Ganemos. Este crecimiento de los círculos ha situado a Podemos como la tercera fuerza política en número de militantes en Cataluña. Si combinamos pues, estas pinceladas demoscópicas con los datos sobre la presencia de Podemos en el territorio, podemos observar como una parte significativa y creciente de los catalanes comienza a sentirse participe del modelo de país que defiende Podemos y conectan con el cada vez mas números numero de españoles que también lo defiende. Comienza a crearse, pues, un nuevo espacio político compartido entre parte de la ciudadanía catalana y española donde Podemos ocupa el lugar dejado por el PSC y por el PSOE. Una nueva tercera vía donde la formación nacida en la Complutense actúa de enlace entre los anhelos políticos, sociales y económicos de muchos catalanes y españoles.
Visto todo esto, puede alguien pensar que la clausura de la Asamblea Sí se puede el pasado domingo 19 de octubre con L'Estaca de Lluis LlachL'Estaca es casualidad? Dicen que en política no existen las casualidades, sino las causalidades. Y este caso es un buen ejemplo. A Podemos le interesa Cataluña y a muchos catalanes comienza a interesarles el modelo de país y la manera de hacer política que proyecta Podemos. Hasta que punto llegue este incipiente idilio político nos lo dirán las futuras convocatorias electorales.