Que Barcelona y el área metropolitana sufren un grave problema de calidad del aire ya empieza a ser un hecho ampliamente conocido. Los últimos meses hechos como el fraude de los vehículos diesel o la llegada de macro cruceros al puerto han aparecido en los medios y han llamado la atención de la ciudadanía sobre las causas de la casi permanente contaminación en la ciudad.
Respirar puede matar es la frase que llevaban en los dorsales los participantes de la Pantumacona, una bicicletada mensual para reclamar el espacio perdido en favor del coche y promover un modelo de ciudad sostenible, y que se celebró el mes pasado en Barcelona con miles de participantes. ¿Exageraban? En absoluto.
El caso es que según un estudio del CREAL se producen unas 3.500 muertes anuales en el área metropolitana de Barcelona por enfermedades respiratorias y cardiovasculares debidas a los altos niveles de partículas contaminantes. Este es un dato muy alto (cerca de 10 muertes al día) comparado con otros que tienen mucho más eco mediático, como las muertes por accidentes de tráfico (27 personas en Barcelona ciudad en 2015), pero que por razones inexplicables no llega al subconsciente de la ciudadanía ni de los dirigentes políticos.
Pero vamos a las causas. En Catalunya se superan sistemáticamente los límites fijados por la OMS de partículas en suspensión (PM10 y PM2.5), óxidos de nitrógeno (NOx), ozono troposférico (O3), y dióxido de azufre (SO2), los contaminantes más importantes. En la conferencia AIRUSE sobre calidad del aire celebrada en abril en Barcelona, la Generalitat presentó un Plan de Calidad del Aire donde se parte de que el tráfico rodado produce el 51% de las emisiones de NOx y el 53 % de las PM10; y se estima la densidad de vehículos en 6000 / km2, una de las más elevadas de Europa. El transporte marítimo representa un 14% de los NO2 y un 23% de los PM10.
Y en este contexto, la llegada del crucero más grande del mundo no hace más que agravar el problema. El ya celebérrimo Harmony of the Seas pertenece a una familia de barcos que emite tanto CO2 como 84.000 coches, tanto NO2 como 425.000 coches, tantas PMx como 1 millón de coches, y tanto SO2 como 376 millones de coches. Mientras están atracados en puerto consumen un fuel-oil de baja calidad para mantener sus instalaciones en marcha que contamina 100 veces más que el diesel. Cada uno de los 2 motores del Harmony quema 5200 litros de este combustible por hora. De junio a octubre, el barco nos visitará una vez por semana y estará en el puerto unas 10 horas, quemando pues 104.000 litros de este combustible cada domingo. El impacto de estas estancias en los planes de calidad del aire puede ser muy grande, por imprevisto.
Recientemente se constituyó una Mesa para la Calidad del Aire donde hay más de 70 entidades y organismos públicos. Esta mesa ha desarrollado ya un borrador de protocolo de episodios de contaminación y anunció que avanza en las medidas para reducir el número de vehículos rodados entre un 25 y un 30%, pero no contempla el impacto de los macro cruceros.
La Mesa está trabajando en medidas como la creación de Zonas Urbanas de Atmósfera Protegida (ZUAP), reducción de velocidad en los accesos a la ciudad, eliminación de las bonificaciones a los diesel, planes de movilidad, promoción de vehículos de bajas emisiones, renovación de la flota de vehículos o incremento de los precios de peajes y plazas de parking. Todo ello debe ir acompañado por una mejora del transporte público y una pacificación del tráfico con medidas de movilidad, como la peatonalización de calles, la creación de nuevas supermanzanas y la mejora y ampliación de la red de carriles bici, por mencionar solo unas cuantas.
Todas estas medidas deben ser valientes, pues deben poner la salud de la ciudadanía por delante de los intereses económicos, y deben implicar a todas las administraciones, incluida la autoridad portuaria. La ciudadanía debe entender que las medidas, muchas de ellas impopulares para los conductores, buscan su bienestar y una ciudad más habitable. Por ejemplo, Noruega prohibirá los vehículos impulsados por combustibles fósiles de aquí hasta el 2025, y Estocolmo hace 10 años que hace pagar peaje para utilizar los puentes que dan acceso a la ciudad.
En cuanto a los cruceros, la solución a corto plazo pasa por electrificar el puerto (con energía de producción renovable) para que los barcos puedan conectarse y no quemar combustibles fósiles. Recordemos aquí que la propuesta de algunos políticos de apostar por la gasificación, a pesar de ser más limpia que el fuel-oil, también produce emisiones. Es cierto que los barcos necesitan una pequeña adaptación para conectarse, pero también es cierto que la inversión inicial se amortizaría rápidamente con el ahorro de combustible.
Por tanto, para poner freno al problema es necesaria la intervención de las administraciones pero también la colaboración e incluso la presión de la ciudadanía, exigiendo firmeza en la aplicación de políticas de energía y movilidad que velen por nuestra salud.