¿Sorprenden a los líderes mundiales las imágenes hechas públicas en la CNN mostrando una subasta de esclavos en Libia? No deberían hacerse los sorprendidos ni los indignados: suenan poco convincentes, por no decir nada convincentes, para que los estados europeos han firmado acuerdos de de cooperación migratoria con este país, un auténtico agujero negro, una pesadilla terrible donde cientos de personas, la mayoría del África subsahariana, quedan atrapadas; un país sin ley.
No es sólo que miran hacia otro lado. Países de la UE se han comprometido a proporcionar apoyo y ofrecer asistencia técnica en la gestión de los centros de detención libios donde las personas refugiadas y migrantes son detenidas de forma arbitraria e indefinida y sufren habitualmente graves violaciones de derechos humanos, incluida la tortura. También han hecho posible, con la provisión de embarcaciones por ejemplo, que la Guardia Costera libia intercepte personas en el mar en rescates que no pueden ni siquiera llamarse así y que han provocado pérdida de vidas humanas. Y han firmado acuerdos con autoridades locales libias y líderes de grupos armados para animarles a frenar el tráfico de personas e incrementar los controles fronterizos en el sur del país.
Aparentemente estos acuerdos están dando buenas cifras para la UE: la cifra de llegadas en Italia ha caído un 67% entre julio y noviembre de 2017 en comparación con el mismo periodo en el 2016, y las muertes en el mar también se han reducido con una proporción similar, aunque siguen muy elevadas Pero la UE no puede fingir sorpresa ante el enorme coste humano de estos acuerdos. Europa está apoyando de manera activa a un sofisticado sistema de abusos y explotación de personas y es cómplice y colaborador necesario.
Libia no dispone de ningún marco normativo ni infraestructura práctica que proteja a solicitaciones de asilo o víctimas de trata de seres humanos. De hecho no es ni estado signatario de la Convención sobre el Estatuto del Refugiado de 1951. ¿Cómo pueden los países europeos considerar Libia un estado viable para gestionar llegadas y flujos de personas si ni siquiera es signataria de este texto, sin ni tan sólo una ley de asilo?
El sistema de gestión de la migración en Libia se basa en detenciones masivas, arbitrarias e indefinidas. En la actualidad hay hasta 20.000 personas retenidas en los centros de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Ilegal, en condiciones insalubres y llenos por encima de su capacidad. Personas entrevistadas por Amnistía Internacional han descrito los abusos que presenciaron o partieron en los centros de detención: tortura, trabajos forzados, extorsión u homicidios. Un círculo de explotación al que son condenados por la connivencia entre guardias, traficantes y la Guardia Costera libia.
Se sabe que los agentes de la Guardia Costera libia actúan en connivencia con redes de tráfico de seres humanos y han utilizado amenazas y violencia contra personas a bordo de embarcaciones en peligro. Los acuerdos entre la Guardia Costera y los traficantes hacen que éstos señalen con marcas las embarcaciones para que puedan cruzar las aguas libias sin que las intercepten.
Así no se puede seguir. Los gobiernos europeos deben replantearse su cooperación con Libia sobre migración y deben permitir que la gente llegue a Europa por vías legales y seguras. Los países de la UE deben insistir en que las autoridades libias pongan fin a la política y la práctica de la detención y reclusión arbitrarias de personas refugiadas y migrantes, liberando inmediatamente a todas las personas de ciudadanía extranjera recluidas en los centros de detención y permitiendo que ACNUR y otras organizaciones humanitarias puedan actuar sin trabas.
No hay una solución rápida a esta crisis tan compleja, pero es esencial replantear los objetivos y la naturaleza de la cooperación europea con Libia para poner fin a esta situación inaceptable que está generando tan sufrimiento humano. En última instancia, la penosa situación de estas personas es consecuencia de tendencias económicas y políticas más amplias en el continente africano que las políticas de migración de Europa agravan. No es sostenible ni admisible abordar la situación recurriendo a actores corruptos y proclives a cometer a abusos en los países de tránsito para que estos bloqueen las rutas a medio camino.