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Opinión - Tócala otra vez, Sam. Por Esther Palomera

PJ Harvey convierte el cierre del Primavera Sound en un aquelarre sonoro bajo la lluvia

PJ Harvey durante su actuación en el Primavera Sound 2024

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Primero en Barcelona y después, en pocos días, en los Conciertos del Botánico de Madrid. Estas son las fechas que Polly Jean Harvey (Somerset, Inglaterra, 1969) tiene apalabradas en España. De momento ha cumplido con la primera. Lo hizo este 1 de junio en una tarde que ya declinaba bajo un tiempo amenazante, plomizo, con nubarrones oscuros y densos que viajaban a lo largo de la costa.

Ya llevaban días asentados en el cielo del Parc del Fòrum, pero parece que prefirieron esperar al concierto de la británica como si ella, delgada en extremo, con su clásica cabellera oscura y su nariz prominente, su androginia rememorando a otra gran sacerdotisa, Patty Smith, los hubiera convocado para crear la atmósfera perfecta para su recital.

Llamaba la atención su sayo, que le cubría hasta más allá de las rodillas, era beige e incorporaba en su superficie estampados de ramas secas de árbol y dibujos de lineas circulares, similares a petroglifos, recordando temáticas esotéricas que parecían querer dar a la escena un aire de conciliábulo de druidas o aquelarre. A su alrededor cuatro músicos de pelo cano que ejecutaban su trabajo con sobrada solvencia. Entre ellos John Parish, con quien Harvey ha colaborado en numerosas producciones.

Detrás, en el fondo del escenario, la pantalla mostraba un enorme panel cuarteado, una especie de escamas encarnadas entre las cuales se deslizaban grietas de un amarillo encendido. Semejaba una superficie que se fuera desprendiendo y desconchando; recordaba a la tierra seca de los pantanos catalanes.

Inicios fríos y acústicos

Y entre la creciente lluvia comenzó el concierto con un abordaje parco, elemental y acústico que tal vez desconcertó un poco al público, ya que no parecía lo más adecuado para calentar una escena cuya temperatura comenzaba a bajar debido a la tormenta, que se mantuvo un buen rato como calabobos. De todas formas, los asistentes, buena parte de ellos septentrionales y especialmente anglosajones, no se arrugaron ante un clima que no les es en absoluto extraño.

Arrancó con Prayer at the Gate, tema de su último disco de aires nocturnos en los que brilla su voz sobre unas bases muy oscuras y muy lineales. Insistió en los temas del nuevo disco con The Nether-edge e Inside the old year dying. El ambiente estaba cada vez más pasado por agua y ella seguía enfundada en su sayo ritual, ahora tocando la guitarra española, luego pasando a una suerte de tambura, una especie de guitarra sin mástil empleada en Asia.

A medio concierto, alternando temas más acústicos y espartanos con otros que implicaban cierto ritmo, abordó Led England shake, de su celebrado álbum homónimo y después pasó a The words that Maketh Murder, tema del mismo disco que es una crítica acerada a la intervención británica en las guerras de Irak y Afganistán. El público celebró y coreó la canción. Un par de canciones más y por fin un salto a la segunda mitad del concierto, decididamente eléctrico.

Segunda parte eléctrica

Poco antes Harvey había pedido disculpas por alejarse del borde del escenario, ya que la insistente lluvia la salpicaba. A partir de ese momento se quitó el sayo y apareció con un traje sin mangas ajustado, dispuesta para dar una vuelta de 180º a los temas y atacar 50ft queenie, de su legendario trabajo Rid of Me, precisamente producido por el fallecido Steve Albini, un asiduo del Primavera con su banda Shellac y que este año tiene un escenario con su nombre.

El público celebró el cambio y bailó y coreó el tema, al que sucedió un crescendo de canciones eléctricas que subieron la temperatura del concierto hasta llegar al éxtasis de Man-Size –también de Rid of Me–, Dress, Down by the water y, finalmente, To Bring you my love, temas todos ellos ricos en riffs y distorsiones que, no obstante, la banda abordó en una linea más cercana a la Velved Underground más oscura y experimental que en las texturas del grunge de los primeros trabajados de Harvey.

John Parish dejó la guitarra y tomó el violín mientras que Harvey se ató una Fender Jaguar; junto al resto de músicos, desgranaron las canciones de la recta final entre acordes interminables y chirriantes del violín y aullidos hipnóticos de la cantante, recordando a John Cale y Lou Reed interpretando Venus in furs. Así, en este final extático, cubierto por la insistente lluvia, todo terminó oliendo a cuero negro y moqueta enmohecida del pasillo del Chelsea Hotel.

PJ Harvey terminó el concierto, que fue de menos a mucho más, despidiéndose entusiasmada y agradeciendo al público su fidelidad a pesar de la tormenta. Luego dejo de llover, como el cielo quisiera indicar el final de una ceremonia telúrica, extraña y salvaje.

SZA, mucho más que una voz maravillosa

Pero la reina de la noche tenía que ser otra mujer: el trono estaba reservado para la norteamericana SZA, la nueva diva del r&b que une a su espectacular voz sus elaboradas y exitosas composiciones. Se convirtió en fenómeno mundial con su álbum SOS y se espera que saque el siguiente trabajo en los próximos meses, con el nombre de Lana, curiosamente el de la diva que la antecedió en la noche del viernes.

Lógicamente SZA superó con creces la convocatoria que un par de horas antes había hecho PJ Harvey; la de Misuri es carne de grandes eventos, de llenar estadios, tiene hits y voz para ello y además se hace acompañar de una escenografía espectacular, la mejor seguramente de todo el festival, si bien tanto Lana del Rey como Pulp han querido, y sabido, jugar con el doble plano que presentaba el gigantesco escenario Santander/Estrella Damm, con unos 200 metros de largo por 100 de ancho.

Así, mientras el concierto se desarrollaba dentro del escenario, las enormes pantallas que se situaban a los lados del mismo ofrecían planos cercanos de la artista. Y mientras en el escenario prevalecía un decorado de temática marinera, simulando una especie de barco pirata, en la pantalla del fondo, que daba cobertura al decorado, se sucedían numerosas imágenes de cielos, de océanos y de puestas de sol evocadoras.

La artista supo aprovechar en todo momento estos fondos para aparecer en las grandes pantallas con una imagen distinta a la del escenario, incluso en ocasiones la imagen que captaba la cámara era tratada digitalmente antes de aparecer en las pantallas. Por otro lado ,SZA se hizo acompañar de un potente combo de bailarinas, siendo ella, gracias a su potente físico, una parte más de la coreografía.

Cantó de este modo todos sus éxitos, que fueron coreados por las decenas de miles de espectadores, todos jóvenes y entusiasmados, grabando cada tema de la norteamericana con sus teléfonos móviles. En este sentido la fidelidad del público fue similar a la del de Lana del Rey, aunque en el caso de SZA las lágrimas y la emoción se transformaron en bailes y aplausos.

Fue su actuación sin duda un excelente colofón al Primavera Sound 2024 que, según la organización, ha superado las cifras de asistencia del año anterior, con 268.000 entradas en los cuatro días de festival, que descontando los abonos por tres días vienen ser 130.000 asistentes únicos.

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