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“Trump lucha tan fuerte porque sabe que los días del hombre blanco en el poder están contados”

Cecillia Wang, en una conferencia

Oriol Solé Altimira

La abogada Cecillia Wang lleva más de dos décadas defendiendo los derechos civiles en Estados Unidos, ahora como subdirectora legal de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), la entidad estadounidense de referencia en materia de derechos y libertades y de defensa de las mujeres, inmigrantes y el colectivo LGTB. Ha participado en los casos contra el sheriff racista de Arizona, Joe Arpaio, y ha presentado varias demandas contra la excluyente política migratoria de Donald Trump.

De visita a Barcelona para participar en las jornadas 'Cities 4 Rights', organizada el pasado mes diciembre por el Ayuntamiento de Ada Colau, Wang diagnostica una polarización entre progresistas y conservadores populistas como Trump, que a su juicio “se reactivaron” tras la segunda victoria de Barack Obama “porque sentían que estaban perdiendo el control” de su país. El extremismo del presidente de la primera potencia del mundo se explica precisamente, según Wang, porque los hombres como Trump “no conciben que su país no pueda estar dirigido por hombres blancos tradicionales” ante el auge de las mujeres y de las otrora minorías.

¿Es el peor momento para derechos y libertades civiles en EE. UU. desde fin de la Guerra Fría?

En los 25 años que llevo ejerciendo como abogada en favor de los derechos civiles sí que es el peor momento, aunque no se puede llegar a comparar con los años 60 y 70. Hay una circunstancia única en la administración Trump: ha atacado y ataca a una variedad muy amplia y diferente de comunidades: mujeres, LGTB, inmigrantes, por supuesto.... Trump ha mostrado un desprecio general a las minorías y un racismo de maneras que nunca habíamos visto en un presidente de EE. UU.

¿La administración Trump es la mayor amenaza a día de hoy para estas comunidades?

No solamente es la administración Trump. Lo que está pasando a día de hoy es un movimiento regresivo, de marcha atrás, que recorre varios elementos de la sociedad civil. Trump es uno de sus mayores exponentes y tiene mucha influencia para dividir a la sociedad, pero hay otros líderes: en EE. UU., gobernadores estatales, funcionarios de alto rango, líderes de opinión.... Por ejemplo Kris Koback, exsecretario de Estado de Kansas y candidato que perdió las elecciones estatales es uno de los arquitectos de las estrategias antiinmigración y de extrema derecha. El vicepresidente Pence, cuando era gobernador de Indiana fue uno de los primeros líderes en atacar a los refugiados. EE. UU. vive una polarización real entre estados y ciudades progresistas que quieren defender los derechos civiles y los que quieren ir hacia atrás.

¿Esta división es aplicable al resto del mundo occidental?

Vemos un patrón en muchas partes del mundo consistente en el incremento del nacionalismo, el sexismo, el odio al inmigrante... Pero creo que esto no debe hacer olvidar el contexto en el que se desarrolla: hay gente asustada, vivimos en un mundo complicado y muy cambiante, en especial en la economía. Gente que podía asegurarse una vida con trabajos tradicionales ya no puede hacerlo. Muchos políticos, en vez de hablar de la complejidad de estos asuntos y la irreversibilidad de algunos cambios económicos prefieren provocar atizando los discursos xenófobos y sexistas.

¿Desde posiciones liberales y progresistas se ha fracasado manejando este conflicto, dejando todo el espacio para gente como Trump?

Un error ha sido demonizar al otro en vez de hablar con tranquilidad sobre la naturaleza humana y los conflictos que tenemos. Hay una tendencia a demonizar al otro bando: los extremistas derechistas demonizan a la izquierda y la gente en el medio está atrapada en la polarización, que por ejemplo en los Estados Unidos se ha vuelto incluso geográfica. Hay ciudades progresistas y periferias y pueblos más conservadores y menos diversos racialmente. La falta de empatía es un error. En vez de evitar hablar de temas LGTB, de igualdad o de inmigrantes con nuestro crazy uncle [el equivalente estadounidense a la figura del 'cuñado'] en las comidas de Navidad, tenemos que hablar con ellos. Los progresistas no podemos simplemente obviarlos, porque si no gente como Trump los captura.

Uno de los ejes de trabajo de su organización es batallar contra las políticas migratorias de Donald Trump.

En los últimos dos años hemos promovido más de 80 demandas contra la administración Trump. Por ejemplo por la separación de familias solicitantes de asilo. Separar a los padres y madres de sus hijos es una política que busca deliberadamente aterrorizar a la gente y disuadir a los solicitantes de asilo. Para nosotros y muchos estadounidenses fue un shock y es algo ilegal tanto bajo nuestras leyes nacionales como los tratados internacionales. Y aunque Trump proclame su éxito, la mayoría de americanos está horrorizado.

Otra política de Trump que es una violación fragante de la ley es la de encerrar a los solicitantes de asilo mientras dura el procedimiento para decidir si se concede.  Cuando Tump llegó a la presidencia vimos que el número de solicitantes de asilo encarcelados ascendió en casi un 200% en 14 ciudades de los EE. UU. Y una tercera demanda que promovemos es contra la reciente orden presidencial de limitar la concesión de asilo a los migrantes que llegan por la frontera con México.

¿Con la separación forzosa de padres y madres migrantes de sus hijos, Trump ha traspasado una línea roja ante una sociedad que otorga un gran valor a la familia?

Creo que sí. Como otros gobiernos de extrema derecha, la administración Trump centra sus esfuerzos, y en algunos casos tiene éxito entre la gente, en convertir a los inmigrantes y a los refugiados en algo de lo que asustarse haciéndolos pasar por criminales. Pero cuando la gente en sus casas ve las imágenes de niños recluidos en cárceles... creo que incluso ellos se dan cuenta de que han ido demasiado lejos y de que les saldrá el tiro por la culata. A una mujer que representamos le quitaron literalmente a su hija de nueve años de los brazos y su hija fue detenida y enviada a un hogar de acogida en Chicago mientras su madre permanecía en Arizona.

¿El desembarco conservador en la alta magistratura que promueve Trump es un peligro para que los casos que ha promovido la ACLU puedan ganarse?

Creo que está sobrestimado. Cuando demandamos a Donald Rumsfeld por las torturas en las prisiones de Irak y Afganistan, jueces de ambos bandos aceptaron la tesis de que era un asunto de seguridad nacional y terrorismo y que no debían interferir. Fue el inicio de un tiempo oscuro, empezamos a ver que el poder judicial abdicaba de su responsabilidad como controlador del poder ejecutivo. Pero ahora muchos jueces, promovidos por ambos partidos, tienen el coraje de llevar a cabo su deber democrático de comprobar detenidamente si el poder ejecutivo actúa bajo la ley y la constitución, y es algo que nos anima. Fue un juez conservador, por ejemplo, quien prohibió al sheriff de Arizona Joe Arpaio seguir con sus detenciones racistas.

En Europa vemos que postulados duros con la inmigración han sido asumidos también por fuerzas progresistas. ¿Hasta qué punto hay un riesgo de contagio?

Es verdad que Europa y EE. UU. son muy distintas y la fleixiblidad europea ha sido inspiradora en muchas ocasiones, aunque también hay un contragolpe de movimientos nacionalistas como el Brexit. Como hija de inmigrantes, estadounidense de segunda generación, estoy orgullosa de muchas cosas de mi país, como mucha gente. Pero ese orgullo y ese patriotismo, y es algo que le puede pasar a todo el mundo, pueden rápidamente convertirse en nacionalismo extremo. Hay que abordar cuestiones relativas a las fronteras, pero lo que hace la extrema derecha es capitalizar y explotar el miedo irracional de la gente a lo desconocido. Y lo hace mintiendo, porque las familias de inmigrantes que llegan a EE. UU. quieren una vida mejor y huyen de la violencia. La asociación que hace Trump con la delincuencia y la criminalidad es una mentira interesada.

¿Cómo se evita esa conversión de orgullo patriótico en nacionalismo extremo que comentaba?

Siempre hay una especie de disputa. Los Estados Unidos se fundaron en base a la esclavitud y el sometimiento de personas negras, al igual que el colonialismo europeo, pero a su vez desde hace muchos años hay una convicción muy extendida de que somos un país diverso y que no importa de donde vengas, si trabajas duro podrás tener éxito. Y eso al mismo tiempo compite con el miedo de mucha gente a lo que no conoce, como las personas inmigrantes, que en cierto modo es irracional. Hay que luchar contra este impulso porque sabemos que la experiencia nos dice que la gente nueva nos hace mejores. Y esto se tiene que recordar.

El movimiento #metoo, el aumento de solidaridad con los migrantes... ¿han despertado los estadounidenses contra Trump?

Creo que sí e incluso en algunos sitios los ciudadanos concienciados en favor de los derechos ya se organizaban antes de que llegara Trump. Como abogada trabajé 10 años en el caso contra sheriff Joe Arpaio de Arizona, un racista notorio contra la comunidad latina. En este caso vimos que la comunidad mexicano–estadounidense del área de Phoenix estaba totalmente aterrada por Arpaio y las autoridades locales. Tenían miedo de salir de sus casas porque la policía podía pararles por la calle y llevarles a la oficina de inmigración porque hablaban en castellano y por el color de su piel.

Al principio poca gente tenia la valentía para decir que había que luchar, y era sobre todo gente con la nacionalidad. Llamaron a la ACLU, promovimos una demanda y ganamos en el juzgado, pero lo importante es que el procedimiento judicial contra las identificaciones raciales del sheriff nos sirvió como catalizador para que la comunidad luchara organizándose, haciendo campañas y expulsando a Arpaio del cargo después de 30 años. Cuando se emplean las herramientas conjuntamente, las del sistema judicial y las sociales y de organización de la comunidad, influenciando en los medios de comunicación, se puede forzar un cambio.

¿Hay razones para el optimismo?

Pese al auge de movimientos de nacionalismos y extrema derecha con tintes fascistas en el mundo creo que sí. Hay que seguir luchando cada día, pero creo que EE. UU. solo seguirá atascada con Trumo durante dos años y no seis. En una charla en la Universidad de Nashville hace unos meses hablamos de las leyes antiinmigrantes de Arizona y critiqué a Kris Kobach. Cuando terminamos un hombre se me acercó y quiso tomar un café conmigo. Resultó ser Roger Conner, uno de los fundadores de FAIR, que es uno de los grupos supremacistas más importantes del país. Me dijo: “La razón por la que nuestro bando lucha tan fuerte es porque sabe que sus días están contados”. Los hombres blancos tradicionales que no conciben que su país no pueda estar dirigido por hombres blancos tradicionales ven que la nación está cambiando, se asustan y por eso luchan tan fuerte. Y Donald Trump lucha por esto, él es inteligente en aprovechar para sus intereses ese sentimiento de miedo que él mismo y otras personas tienen por razones que, efectivamente, sí son reales. Es un sentimiento que tenemos que tratar como país. Hay un consenso en que la reelección de Barack Obama fue un momento que reactivó a la gente que como Trump sentía que estaba perdiendo el control.

También vemos como crece la resistencia de la gente y en especial de los que viven en ciudades diversas y que acogen a inmigrantes y refugiados. Es en estas ciudades donde se vive en primera persona el beneficio para nuestra sociedad y nuestras naciones que supone la diversidad en las comunidades. Tenemos que ser optimistas, vemos a hombres y mujeres corrientes, no solo los políticos, que se movilizan por los derechos civiles y que están preparados para luchar contra extremistas como Trump.

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