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Ada Colau: “La monarquía no sirve para nada”

Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona

Neus Tomàs

Ada Colau (Barcelona, 1974) rememora en esta entrevista la última década, un periodo en el que ella pasó de ser una desconocida a convertirse en el rostro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y de ahí a ser la alcaldesa de Barcelona. Diez años en los que ha concentrado “las vivencias más importantes”. Hoy sigue emocionándose a menudo, reconoce que ahora las lágrimas son más amargas y le cambia la cara cuando explica que ha comprobado cómo trabajan los ejércitos de abogados de algunas grandes empresas.   

En el 2010 usted estaba en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Fue el año en el que la PAH lanzó la campaña Stop Desahucios. ¿Una década después qué queda de aquella Ada Colau?

De Ada Colau queda todo. Soy exactamente la misma persona solo que en esta década he concentrado las vivencias más importantes de mi vida: la PAH, el lugar en el que más aprendí a hacer buena política, la responsabilidad de ser alcaldesa de mi ciudad, y por en medio, tener a mis dos hijos.

Poco después irrumpe el 15-M. Visto en perspectiva, ¿el balance es agridulce?

No. El 15-M fue un momento maravilloso de democracia activa por parte de la población. Cuando alguien se mueve es porque le importa qué está pasando, su vida y que la democracia pueda ser mejor de lo que es. Porque tiene esperanza. El 15-M fue un momento de empoderamiento colectivo y de afirmación. Mucha de esa gente se politizó y se organizó en asambleas de barrios o de cooperativas de consumo. Fue una gran escuela de democracia para toda una generación.

Fue también un momento de una cierta implosión de la desobediencia civil. Usted, que la defiende, ¿cree que en estos últimos tiempos se ha tergiversado este tipo de protesta?

Soy una defensora porque la he practicado en la PAH y en otros movimientos ciudadanos. Hay otras experiencias concretas, la conquista del voto de las mujeres, el fin de la esclavitud...Hay un montón de conquistas de derechos y libertades que se han logrado con múltiples movilizaciones, entre ellas, la desobediencia civil. Pero es verdad que en los últimos tiempos ha habido una confusión del término a raíz del procés. Se ha confundido desobediencia civil con desobediencia institucional. Son conceptos distintos que no se pueden equiparar. Por definición la desobediencia civil son actos de la ciudadanía contra el poder para que no cometa abusos y conquistar derechos y libertades.

Defendía que el activismo era para usted “una fuente de felicidad absoluta”. Pero en el 2014 deja de ser portavoz de la PAH y en una carta escribió que necesitaba poder opinar sin ser las 24 horas la cara. ¿Lo vivió como un desgaste personal?

Yo solo tendré siempre palabras de agradecimiento para la PAH. Fue muy intenso porque le dimos la vida pero también nos dio la vida. Era como una segunda familia y una escuela del mejor activismo. Creamos un espacio de afectos, de apoyo mutuo, en un momento desgarrador, el de la estafa llamada crisis que tuvo unas consecuencias devastadoras para miles de familias.

¿Una organización sin líderes es igual de efectiva que una que tiene un claro referente?

Son cosas distintas. Ser portavoz fue un honor y un privilegio durante esos años pero luego quieres seguir con tu trayectoria y hacer otras cosas. Lo que no quieres es comprometer al movimiento porque es tu decisión. En la PAH se han generado muchos liderazgos y eso es una muestra de buena política.

¿Es lo que Lenin llamaba los revolucionarios profesionales?

No, creo que hay mucha gente imprescindible en los movimientos sostenidos en el tiempo. Todo el mundo lo es porque todas las tareas en un movimiento como la PAH lo son. Nadie es más importante que el otro y todos somos imprescindibles.

Pronto volvió a complicarse la vida porque un año después, el 13 junio del 2015, se convierte en alcaldesa de Barcelona. Pasó de ser incómoda para el poder a formar parte de él.

En parte sí y en parte no. Es verdad, pasé a formar parte del poder institucional y eso no cambia la persona ni los objetivos individuales y políticos. Siguen siendo los mismos: mejorar la democracia, que las instituciones trabajen para la gente y no para unos pocos privilegiados, que se acabe la corrupción y mejorar las condiciones de vida en general de la gente y especialmente de aquellos que las tienen peor. El paso no fue individual sino de mucha más gente y eso explica que alguien como yo lo diese.

Cuando llegó a la alcaldía prometió un ayuntamiento con paredes de cristal. ¿Cuándo se dio cuenta de que las paredes eran más gruesas de lo que se había imaginado?

Paso a tener una responsabilidad institucional como es ser alcaldesa de una ciudad importante como Barcelona y a tomar decisiones. Eso significa confrontar con otros poderes menos visibles. Son poderes fácticos, oligopolios, grandes corporaciones que estaban acostumbrados a tratos de colegueo con la institución pública y con nosotros eso se acabó. Hubo mucha gente que el primer año pasó por este despacho y me miraban con extrañeza porque no me había visto nunca antes, no habían comido ni cenado conmigo, no compartíamos lazos familiares ni tenían mi teléfono. Eso ha sido muy saludable. Tienen muchos recursos pero hemos cambiado las reglas del juego.

Hemos hecho el primer operador energético público, hemos multado a entidades financieras por tener pisos vacíos, hemos perseguido el fraude fiscal de grandes corporaciones, hemos creado una unidad antidesahucios... Nos queda mucho por hacer pero ahora los temas de la agenda política son completamente distintos.

Pero algunos de sus grandes proyectos, el tranvía o la remunicipalización del servicio del agua, han topado con los tribunales. ¿Ha comprobado que en política no se trata solo de querer sino también de poder hacer lo que se promete?

El programa electoral es un compromiso. Luego consigues unos resultados que en este momento político son muy plurales porque se han acabado las mayorías absolutas. Tienes que pactar con otros partidos y ese es uno de los primeros límites. ERC nos estuvo bloqueando el tranvía durante cuatro años por partidismo. O esas grandes corporaciones que tienen grandes recursos e influencias para judicializar temas que son políticos como es el caso de la gestión pública del agua. Seguimos diciendo que en Barcelona se privatizó de manera fraudulenta pero Agbar es una potentísima corporación, con un ejército de abogados, con mucha capacidad de influencia a muchos niveles, que nos ha hecho la vida imposible.

¿Ha descubierto que esos poderes fácticos son más poderosos de lo que se imaginaba?

No, digamos que he conocido más los detalles. Lo que es que te vayan poniendo querellas a cada cosa que haces o cómo alguna de estas empresas ponen publicidad en los medios de comunicación. No solo nosotros, toda la población es consciente de que una de las imperfecciones que tiene nuestra democracia está en la separación de poderes o en que no haya más controles para las puertas giratorias.

¿Toda esa gente que cuando entró en su despacho no la conocía y no tenía su teléfono, ahora ya tiene su número?

Pocos. Tampoco me lo han pedido mucho. Creo que han entendido el cambio. Es normal que haya gente con la que te tratas y con la que te acabas dando el teléfono por si alguna vez hay alguna cosa que se tenga que hablar. Pero intento hacerlo todo muy formal, con reuniones en la agenda pública, algo que antes tampoco se hacía.

¿Cuál ha sido su mejor momento como alcaldesa?

Es muy difícil decir uno solo. Si mezclamos la emoción personal y la política, recuerdo que un momento que me rompió por dentro de emoción fue cuando al principio del anterior mandado empecé a hacer los encuentros con la alcaldesa. Me he inventado una forma de institucionalidad que garantiza que la alcaldesa va a todos los barrios cada 15 días. Es un encuentro con vecinos, no es un mitin, y se habla de lo que ellos quieren durante tres horas. Uno de los primeros fue en una escuela del barrio de La Pau y allí la directora pidió la palabra y me agradeció que hubiese ido porque ninguno de los anteriores alcaldes lo había hecho, pero me pidió que mirase alrededor porque la escuela se estaba cayendo a trozos. Gracias al plan de barrios que impulsamos, hoy esa escuela está irreconocible. No solo se ha dignificado sino que se ha hecho un refuerzo social. Cuando al final del anterior mandato pude visitarla y nos vimos con la directora nos pusimos a llorar juntas. Todavía se me pone la piel de gallina cuando lo pienso.

¿Y el peor?

Indiscutiblemente es el atentado de La Rambla. El momento duro en que ves que todo se para, ves la parte más cruel de la humanidad y te pones la autoexigencia de estar a la altura frente a una situación que no tiene remedio porque hay un montón de personas asesinadas. Eso es el peor con mucha diferencia, aunque tiene la otra cara y es que la ciudad respondió de una manera increíble.

Reconoce que se emociona a menudo. Por victorias y por derrotas. ¿Lloraba más como activista o después en su etapa al frente de la alcaldía?

Es verdad que me emociono fácilmente. Lo hacía como activista y lo hago como alcaldesa. Las lágrimas normalmente son más amargas en la época de alcaldesa. En la PAH estabas en un grupo que piensa como tú, con un mismo objetivo. Ahora las lágrimas se producen en contextos mucho más adversos, donde no tienes personas amigas y cercanas.

¿Tiene a menudo la sensación de que tiene que escoger entre dos males o quedarse con la solución menos mala?

La política institucional a menudo es eso o también es intentar hacerlo lo mejor posible, sabiendo que no podrás conseguir al 100% lo que quieres porque no tienes mayoría absoluta o porque no todo depende del ayuntamiento ya que la mayoría de competencias son de la Generalitat o el Estado. Somos la administración más cercana a la ciudadanía y la gente espera mucho de nosotros aunque tengamos menos presupuesto y menos competencias. Eso a mí me gusta. El ayuntamiento es como la mamá porque siempre está ahí, se le pide todo y solo que falle un día no se le perdona. A mí me gusta ser la mamá y que esperen mucho de nosotros aunque en el día a día te genere muchas frustraciones.

¿Qué pensó cuando Félix de Azúa la llamó “pescadera” para criticar su gestión?

Félix de Azúa es otro señoro más de estos que se dedican a insultar a las mujeres. Se las da de una élite cultural cuando lo que demuestra es que es un auténtico patán. Pensar que pescadera es un insulto es ya toda una definición de si mismo, no solo como machista sino como clasista. A menudo el machismo va con el clasismo y yo como alcaldesa lo he vivido cotidianamente.

¿Si fuese un hombre habría recibido menos críticas?

Estoy convencida. No solo las críticas machistas explícitas sino todo tipo de comentarios como que se opine sobre mi forma de vestir, mi peinado, si siendo madre tengo o no que hacer la baja, sobre dónde está mi hijo... No recuerdo que se opinase tanto sobre la vida de otro alcalde. En general se hace con todas las mujeres que llegan a lugares de decisión y mucha visibilidad. No creo que yo sea una excepción sino que se nos pretende hacer pagar el haber llegado a lugares que estaban ocupados habitualmente por hombres. Soy consciente pero no me victimizo porque sé que la inmensa mayoría de mujeres viven situaciones peores.

En esta década ha conocido a mucha gente, también personalidades. ¿Quién le ha impresionado más?

Todavía hoy me pasa que estoy con gente a la que he admirado toda la vida y me cuesta creer que una chica de barrio de familia humilde como yo pueda estar al lado de Joan Manuel Serrat, Eduardo Mendoza o hace poco con Judith Butler. O con Pepe Mujica o Alexandria Ocasio, gente increíble que nunca hubiese pensado que conocería o con los que incluso hemos hecho cosas. Tengo esa sensación de extrañeza y de pensar qué suerte tengo.

También habrá quien le haya decepcionado.

No diría un nombre. Te decepciona aquel de quien esperas más. De quien nada esperas no te decepciona. Hablaría de partidos de izquierdas de quien esperas en momentos concretos que se comporten de otra manera. Eso es lo más difícil de llevar. Entiendo que cada partido tenga su estrategia electoral pero hemos vivido momentos muy duros en los que esperas que los partidos de izquierdas prioricen a la gente y el interés general.

¿Se refiere a ERC?

Antes de ser alcaldesa lo podría decir del PSOE porque fue profundamente decepcionante que fuera tan insensible a la movilización popular para frenar los desahucios de la gente más vulnerable y para implementar la dación en pago, que es algo de mínimos. Se dejó presionar por la banca y los intereses inmobiliarios. Y en la política institucional con quien más me ha pasado ha sido con ERC, tanto en la política institucional y un ejemplo es el del tranvía como a nivel estatal. Fue una decepción enorme que bloqueasen los presupuestos sociales de hace un año.

Repasar estos últimos diez años obliga a analizar qué ha pasado en Catalunya. ¿Se atreve a resumirlo casi a modo de tuit?

Me pide un imposible y no creo que haya nadie que pueda hacerlo. Intento un hilo de tuits. Un resumen podría ser que en un contexto de malestar social real y complejo, con la crisis y las políticas de austeridad, pero también un malestar propio de Catalunya por el Estatut no resuelto y el ninguneo del Estado a unas aspiraciones legítimas ha habido muy mala política. Tanto en Catalunya, cuando Mas, en un momento de crisis y con la corrupción saliéndoles por las orejas, utilizó el malestar social para llevarlo únicamente al ámbito nacional y generando unas falsas expectativas en la población. Y la mala política del Estado fue dar una respuesta autoritaria y represiva, judicializando la política.

Todo ello ha llevado a una situación de bloqueo terrible en el que las instituciones catalanas y del Estado no están gobernando para la gente. Se ha aparcado la agenda social y eso es una vergüenza. Hay que abandonar la polarización y empezar una etapa de diálogo y pacto.

Su relación con la monarquía ha dado para muchos titulares y minutos de tertulias. ¿Para que sirve hoy una monarquía?

Yo creo que para nada, para mantener el statu quo. La monarquía es una cosa del pasado, totalmente antigua y desde el punto de vista democrático no se sostiene. Una cosa que sea por herencia sanguínea y encima machista en democracia no se aguanta. Yo he sido toda la vida republicana, no lo he ocultado, pero porque soy demócrata. No es por una cuestión romántica. La ciudadanía tiene que elegir a sus representantes. Si el señor Felipe quiere presentarse, que se presente a unas elecciones de jefe del Estado. Eso yo no se lo voy a objetar. Pero que le vote la ciudadanía, tan fácil como eso.

¿La de Felipe VI es una monarquía “republicana” como la ha definido el escritor Javier Cercas?

Eso no se sostiene. Es una 'monarquía monarquía' y de republicana no tiene nada.

¿Qué ha pasado para que la extrema derecha haya logrado una influencia y unos resultados que hace 10 años seguramente muy pocos habrían pronosticado?

Lo de la extrema derecha es uno de los principales desafíos que tenemos en democracia. No está pasando solo aquí sino también en Europa y en el mundo. Tiene que ver con una crisis democrática profunda que algunos venimos denunciando desde hace tiempo, con el 15M y con muchas movilizaciones que hemos vivido en los últimos tiempos en las que la población está avisando de que hay poderes fácticos que mandan más que todo el voto ciudadano. Eso puede provocar una profunda desigualdad y una fractura social.

Por desgracia las instituciones van demasiado lentas y no se está a la altura de esos retos, especialmente las socialdemocracias,que deberían preocuparse más por ese malestar social. La lucha por el poder ha hecho que demasiados partidos y no solo aquí hayan priorizado su pugna electoral. La situación es totalmente insostenible. Hace falta un nuevo pacto social que redistribuya la riqueza y garantice igualdad de condiciones.

Ha dicho en más de una ocasión que seguramente esta será su última legislatura en el ayuntamiento. ¿Dónde se ve en el 2030?

No me lo planteo en absoluto. Una vez que das el salto a la política institucional te planteas que lo lógico es hacer dos mandatos para ver resultados de muchas de las políticas que estamos haciendo, para consolidar la agenda del cambio. Más allá no me he planteado que voy a hacer. Lo que sí sé es que me siento libre para ser cualquier cosa. No necesito quedarme en política porque en mi vida he hecho miles de trabajos distintos, algunos muy precarios y otros muy hermosos. Tengo miles de vidas posibles y dos hijos preciosos a los que me encantaría poder ver más.

¿Incluso ser presidenta de la Generalitat?

No me lo he planteado en ningún momento. No sé por qué me lo preguntan siempre todos los periodistas.

Entrevista completa a Ada Colau

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