Moción de censura a Torra: la precampaña comienza en el Parlament

Cuentan las crónicas de la época que el comunista Josep Benet, tras perder la moción de censura que había planteado con Jordi Pujol en 1982, se felicitó por el debate que se había dado y fue a tomarse una copa de cava junto a rivales de CiU. Hubo un tiempo en el que la política era así. Poco tiene que ver con la sesión que este lunes se espera en el Parlament, donde se debatirá la moción de censura que Lorena Roldán ha presentado contra Quim Torra, después de el Ciudadanos haya presentado una denuncia en la que se vincula al president con la violencia.

Roldán se sumará a una ilustre lista de políticos catalanes que han encontrado en la moción de censura una herramienta, no para destituir al jefe del Govern, pero sí para ganar visibilidad. Pero, en el caso de Ciudadanos, la idea no es tanto reforzar a Roldán como reforzar al líder, Albert Rivera, colocándolo como el político más opuesto a los independentistas. La formación quiere comenzar así la carrera hacia el 10N: denunciando a Torra –incluso penalmente– y, de paso, vinculando a los socialistas con el secesionismo por no apoyar su moción.

Como le pasaba a Roma hasta muchos siglos después de la caída de su Imperio, dos años después de la fallida declaración de independencia todos los caminos de la política española siguen llevando a Catalunya. Rivera lo demostró el lunes, en el aniversario del 1-O, cuando regresó personalmente al Parlment para presentar la moción de censura. Un día antes, el líder del PP, Pablo Casado, había llevado su Comité de Dirección a Barcelona, desde donde había recetado aplicar la ley de Seguridad Nacional o intervenir las cuentas de la Generalitat. 

El Gobierno de Pedro Sánchez, lejos de acobardarse ante un tema, el territorial, que tradicionalmente no ha sido su preferido, esta vez ha decidido tomar la delantera en la respuesta al independentismo, contando con que esta posición de avanzadilla puede beneficiar al PSOE en la campaña gracias a su apuesta por ocupar el espacio central de la estabilidad. Así que el Consejo de Ministros decidió este viernes impugnar ante el Constitucional unas resoluciones aprobadas por la Cámara catalana en julio pasado y que se suponían ya olvidadas.

El presidente Sánchez reclamó además al Constitucional que apercibiera al presidente del Parlament, Roger Torrent, y el resto de la Mesa de las posibles consecuencias penales que tendría no impedir que se desarrollaran los preceptos impugnados. Esto, si el TC lo acepta, significa que Torrent deberá negarse a tramitar ninguna iniciativa parlamentaria de los grupos en las que, por ejemplo, se vuelva sobre alguna de las ideas impugnadas, como fue la reprobación del rey Felipe VI. Estos apercibimientos personales, que el Gobierno de Sánchez pone en marcha por primera vez, son el primer paso para una eventual acusación penal.

Ciudadanos y el PSOE mostraban así dureza contra los secesionistas, aunque lo hacían desde dos posiciones diametralmente diferentes. Mientras que Rivera cree que es el momento de salir con toda la fuerza de la que pueda disponer, Sánchez, gracias a su posición de Gobierno, prefiere apretar a la Generalitat sin enseñar fotografías ni grandes aspavientos, simplemente aprovechando los recursos legales a su favor.

Esto es, en realidad, el reflejo de lo que se espera este lunes en el Parlament y de lo que ya se vio en el último debate de política general. Mientras Lorena Roldán tiraba de histrionismo para sacar a los independentistas de sus casillas –llegó a blandir ante Torra una fotografía del atetando de ETA en la casa cuartel de Vic de 1991 donde murieron 10 personas exigiendo que se desmarcase–, Miquel Iceta optaba por las formas exquisitas y la ironía para dejar en ridículo la gestión que lleva a cabo el Govern y pedir a Torra que se fuera.

Este lunes los independentistas tratarán de quitar importancia a la cuestión de confianza. La consigna es la de no hacer discursos de más de 10 minutos, pese a que los grupos tienen media hora. Incluso se tantea la opción de que, como hiciera Jordi Pujol en la moción de censura planteada por Pasqual Maragall en 2001, el president ni siquiera comparezca y lo haga, en nombre del Govern, la portavoz Meritxell Budó. Está por ver, sin embargo, si en la batalla entre Ciudadanos y el PSC la sangre llega al río, sobre todo si se tiene en cuenta que este sábado Rivera levantó el veto a pactar con Sánchez en el Congreso.

Una moción imposible pero rentable contra el PSC

A Iván Redondo se le atribuye la frase de que la política es “el arte de lo que no se ve”. Pues bien, en el pasado debate de política general lo que se vio fue el choque entre Ciudadanos e independentistas, a gritos en algunos momentos, y lo que no, la batalla soterrada pero cruda entre la formación de Roldán y la de Iceta. Ahí, a juicio del asesor de Sánchez con fama de gurú, debería estar la política.

Saber sumar es suficiente para saber que Ciudadanos no puede ganar la moción de censura planteada contra Torra. Necesitan 68 diputados, y, incluso si convencieran al PSC y los 'comuns' de llevar a Roldán al Palau, solo sumarían 65. La iniciativa, por tanto, busca cavar un foso más profundo entre su electorado y del PSC, hartos de que los socialistas mejoren en las encuestas a fuerza de recuperar votos entre los catalanes castellanoparlantes del cinturón barcelonés que, en el momento más álgido del procés, optaron por Inés Arrimadas como el más claro voto del 'no' a la secesión.

En el PSC han optado por la abstención dando un voto de confianza a la estrategia de la Moncloa que asegura que, para ganar en la carrera anti-independentista, no hace falta comprar los argumentos de la derecha sino simplemente mostrarse más garante de la estabilidad. Así que el argumento que blanden los de Iceta es que solo él puede garantizar cumplimiento de la ley y diálogo con la mitad independentista de Catalunya. Con todo, entre los socialistas no puede esconderse cierta incomodidad ante la perspectiva de tener que rebatir durante toda la campaña la acusación de Ciudadanos de preferir a Torra que a Roldán.

El debate territorial, en el centro

“No sé si están calculando bien eso de poner el debate territorial en el centro de la campaña”, aseguraba esta semana un dirigente independentista con una frase que denota como pocas el vuelco que ha dado la situación política catalana. “En otros sitios ganarán votos de la derecha, pero sin Catalunya ni Euskadi los socialistas nunca han podido gobernar España”, razonaba el político. Pero en el PSC hacen otros cálculos. A Iceta le vale con repetir el resultado de la anteriores generales, cuando quedó solo 50.000 votos por detrás de ERC, si a cambio puede lanzarse a por el electorado de Cs en las próximas autonómicas.

De hecho, fuentes de ERC creen que, pese al impulso que puede darles la sentencia y a que juzgan positivamente el papel jugado por Gabriel Rufián durante las negociaciones en el Congreso, en esta ocasión tendrán más difícil volver a quedar primeros en Catalunya por el contexto de repetición electoral y por la aparición de un competidor directo: la CUP.

Por esta razón, la campaña de los republicanos será casi enteramente de corte antirrepresivo y con Oriol Junqueras como protagonista absoluto, pueda o no presentarse por estar inhabilitado. Los republicanos han crecido en las etapas de relativa calma que ahora vuelven a ver lejanas. Que la crispación vuelva a la campaña y que esta tenga, además, epicentro en un enfrentamiento entre Torra y Roldán en el Parlament, anticipa unas elecciones en las que las posiciones más radicales volverán a captar buena parte de la atención.