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Puigdemont transmitió al Govern la idea de que el Estado respondería con “un uso indiscriminado de la fuerza”

Puigdemont durante su última comparecencia en una sede de la Generalitat

Neus Tomàs / Arturo Puente

Carles Puigdemont fue quien explicó a su Govern, a los dirigentes de los partidos que le daban apoyo y a los representantes de las entidades que tenía indicios de que el Ejecutivo central respondería con un “uso indiscriminado de la violencia” si se declaraba la independencia. El president ahora cesado trasladó esta información en más de una reunión. La más multitudinaria fue la celebrada la noche del miércoles 25 de octubre, en la que se estuvo debatiendo la conveniencia de adelantar las elecciones.

Ese día, el llamado 'estado mayor' (integrado por algunos asesores externos y representantes de los partidos), los consellers, algunos diputados y los dirigentes de las entidades independentistas se reunieron en el Palau de la Generalitat para decidir si había que aprobar la DUI o adelantar los comicios. En ese encuentro, como ya había explicado en algún otro de carácter más restringido, según confirma uno de sus interlocutores, Puigdemont insistió en que si se seguía adelante con la proclamación de la república la respuesta del Estado incluiría la “violencia”.

La noche del 25 de octubre uno de los que estuvo en el Palau fue el Síndic de Greuges (defensor del pueblo catalán), Rafael Ribó. Amigo personal del presidente de la ANC Jordi Sánchez, aquel día le había visitado en la cárcel de Soto del Real. Ribó había quedado con Puigdemont que cuando regresase a Barcelona le explicaría cómo había visto a Sánchez.

Al llegar a Palau, según relata Ribó a eldiario.es, se encontró con la multitudinaria reunión de dirigentes independentistas. El Síndic de Greuges, que junto al lehendakari, Íñigo Urkullu, y al cardenal Juan José Omella, actuaban como mediadores entre ambos ejecutivos, explicó que la información que tenía era que si se aprobaba la DUI, el Estado respondería de forma “contundente”. Ribó asegura que en ningún caso habló de violencia o de baño de sangre. El Síndic estuvo solo media hora en la reunión, entre las 21.20 y las 21.50 y evitó expresar su opinión sobre qué debía hacer el Govern, pese a que alguno de los presentes se lo pidió.

Un “salto cualitativo”

El vicepresidente de la ANC, Agustí Alcoverro, también mantuvo un encuentro privado con Ribó al día siguiente, el 26 de octubre. La reunión versó sobre el estado de Sànchez en prisión, pero también se habló de la respuesta contundente a la que había apelado Ribó por la noche. La idea que el dirigente independentista sacó de aquella reunión es que el escenario de violencia daría “un salto cualitativo” respecto a lo vivido en el referéndum del 1 de octubre.

Según explican fuentes conocedoras de las reuniones del 'estado mayor' en el Palau de aquellos días, el temor a que hubiera violencia contra la población civil era una idea que Puigdemont ya había dejado caer en algunos momentos. Algunos testigos presenciales también hablan de que una alerta en los mismos términos habría sido transmitida en las reuniones por el expresident Artur Mas y su estrecho colaborador David Madí.

El Govern rechazó atrincherarse en el Palau

Pese a la inconcreción de la alerta proferida por Puigdemont y de que Ribó, según explica él mismo, no habló de violencia, en el grupo de dirigentes independentistas cundió la idea de un escenario así podría suceder. Según explican fuentes del Govern cesado, esta fue la razón por la que se desechó la idea de la resistencia en la calle.

En el Ejecutivo catalán se había pensado en la posibilidad de convocar una manifestación multitudinaria en las inmediaciones de la sede gubernamental, en plaza Sant Jaume, y aprovechar ese margen temporal para aprobar los decretos que desarrollaban la ley de transitoriedad, que estaban preparados. Según esta versión, fue el miedo a una intervención violenta del Estado lo que llevó al Govern a rechazar esta posibilidad y a desistir de aguantar la declaración de independencia.

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