La risa de Xavier
El periodismo de investigación tiene varios representantes en Cataluña. Xavier Vinader era uno de los más veteranos. Investigar, meter la nariz donde molesta, y, además, publicar lo que se ha descubierto en un medio de gran difusión es, a menudo, peligroso. Y lo era mucho durante el franquismo y los primeros años de la democracia. En 1979, cuatro años después de morir el dictador, Vinader publicó dos artículos en el semanario 'Interviú' sobre los grupos de extrema derecha que actuaban en el País Vasco. Dio nombres y apellidos de algunos de los miembros de estos grupos. El grupo terrorista ETA mató, poco después, a dos de las personas mencionadas en esos artículos. La Audiencia Nacional responsabilizó al periodista, le acusó de “imprudencia temeraria” y lo condenó a siete años de prisión.
España vivía momentos de tensión. El teniente coronel Antonio Tejero había intentado dar un golpe de Estado el 23 de febrero. Vinader huyó del país y se instaló en París. Su domicilio de Sabadell sufrió un atentado. Volvió a España, en 1984, cuando el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, lo convenció de que estaría poco tiempo en prisión. Fue así. Estuvo tres meses en la cárcel de Carabanchel y fue indultado.
Su nombre, desde entonces, ha estado ligado a la defensa de la libertad de expresión. De salud frágil, ha tenido que ir en silla de ruedas desde hace muchos años, pero eso no le había incapacidado para llevar a cabo una actividad notable. Mantenía unas relaciones curiosas con las fuerzas de seguridad. Tenía muy buenas amistades con los consejeros de Interior y los responsables de los Mossos d'Esquadra. Daba clases en la Escuela de Policía de Catalunya. Pero, al mismo tiempo, mantenía su espíritu crítico con los excesos policiales.
En el programa “TotsxTots”, que hacíamos en COM Radio, cada semana nos traía un representante de estas fuerzas y, junto con Ramon Company, le hacían una entrevista a fondo. Pocos periodistas habrían logrado reunir, en el mismo estudio, al expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y al consejero de Interior, Felip Puig. Vinader obró el milagro. Era julio de 2012 y fue uno de los momentos periodísticos más divertidos, entretenidos e interesantes de mi trayectoria periodística. Supongo que es la confianza que les daba Vinader lo que animó a que ambos políticos hablaran con cierta desinhibición. Pujol se permitió recriminar a Puig que hubiera demasiados Mossos d'Esquadra que se dirigían a los ciudadanos en castellano. Eso sí, lo hizo fuera de antena.
Vinader se documentaba mucho. Esto hacía irrebatibles sus artículos. Por eso eran tan lacerantes sus trabajos de denuncia de las fuerzas para-policiales. Con todo, su actividad profesional no se limitó al periodismo de investigación. Informó de la guerra de Afganistán cuando cayó en manos soviéticas, de la revolución de los claveles en Portugal o de las tensiones entre China y la URSS. Su archivo era impresionante. Parte de este archivo se encuentra en el Centro de Estudios Históricos Internacionales de la Universidad de Barcelona. Su hogar, en la Gran Vía de las Cortes barcelonesa, era otro archivo, a rebosar de libros por todas partes. Las editoriales y los productores de los programas donde trabajaba padecían esta pasión suya por la lectura.
En noviembre pasado lo entrevisté para Catalunya Plural. Hablamos de las alcantarillas del poder español, empeñadas en sacar papeles turbios de los gobernantes de la Generalitat convertidos al independentismo, y de si Catalunya debería tener sus propias alcantarillas secretas si algún día llega a ser un país independiente. Hablamos de su historia personal y de la ilusión que le hacía que TV3 emitiera el documental que Ángel Leiro y Xavier Montanyà le dedicaron: Xavier Vinader, un periodista contra la guerra sucia del Estado. El documental se emitió el pasado 17 de febrero. No hace ni dos meses.
Y hablamos también del periodismo de investigación. Lo echaba de menos. “Me gustaría creer que no ha pasado a la historia. Da la impresión que sí. No se hace porque no hay condiciones. Los medios de comunicación no han tenido el cuidado de ponerlas y al mundo político no le ha interesado. Los equipos de investigación son incómodos, terminan siendo una especie de células que funcionan a su aire, gastan dinero, entran y salen, con una producción que no es diaria, sino a medio y largo plazo. Además, molestan política y jurídicamente. Cuestan querellas, abogados, pasar por los palacios de justicia, fianzas,... Y, a veces, molestan a los amigos económicos, los socios del dueño del medio de comunicación”. Según él, ya no quedan equipos de investigación. Hay individualidades, francotiradores. Como lo era él, en los años setenta y ochenta.
Acompañaba su presencia de una risa simpática, cómplice y pilla que echaremos de menos.