“Estamos perdiendo el derecho a la ciudad y esto tiene implicaciones en la salud mental y física”
46 familias pierden su casa cada día en Catalunya, según los datos del Consejo General del Poder Judicial, casi 10 al día sólo en la ciudad de Barcelona. Los precios de los alquileres se encuentran en máximos históricos, con una media de más de 800 euros en Barcelona y con una subida creciente desde el año pasado de un 11,69% de incremento, según datos de la Generalitat. Además, la proliferación de pisos turísticos expulsa a la población de los barrios más céntricos, apartándola hacia la periferia de la ciudad. Todo esto está comportando que muchas personas se vean forzadas a dejar su casa, ya sea por un proceso de gentrificación o por impago del alquiler o la hipoteca. Hablamos con Hugo Vásquez-Vera y Andrés Peralta, investigadores en el Grupo de Investigación en Vivienda y Salud de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, sobre las consecuencias que tiene para la salud, física y mental y de cambio de hábitos, pasar por un proceso de pérdida de la vivienda.
¿Qué entendemos por vivienda?
Hugo Vásquez-Vera (H.V.): Una vivienda es mucho más que la parte física. Es un refugio, un lugar de protección y de seguridad. Involucra aspectos sociales muy relevantes. Allí aprendemos a relacionarnos, a entender que hay unas normas, nos da seguridad, nos hace estar bien, aumenta la autoestima... Todos estos aspectos muchas veces se dejan de lado y sólo se tiene en cuenta el aspecto físico. Por otra parte, la vivienda también involucra el barrio. Esto es muy relevante a la hora de hablar del acceso a los servicios públicos, al transporte, a las escuelas, los lugares de trabajo... Todo esto se debe tener en cuenta en la definición más integral de la vivienda.
¿Qué consecuencias tiene para la salud romper con la vivienda, como por ejemplo cuando hay un desahucio?
H.V.: Antes que nada hay que tener en cuenta que la salud de la gente está influenciada por aspectos sociales, políticos y económicos, no sólo por la sanidad o por los medicamentos. Estos aspectos sociales son los que más impactan en la salud de los colectivos. Cuando hay juicios de ejecución hipotecaria, desahucios, problemas de asequibilidad o la gentrificación, todo ello son procesos que van más allá de la parte física de la vivienda. Esto repercutirá directamente en la salud de los afectados, tanto física como mental. Hemos comprobado que hay más probabilidad para una persona que está viviendo un desahucio desarrolle depresión, ansiedad, estrés psicológico e incluso ideas suicidas. En 2014 hicimos un estudio con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) donde mirábamos la situación de salud de la gente de la Plataforma comparado con la población general. Encontramos cifras como que algunas mujeres presentaban una probabilidad del 90% de presentar problemas de salud mental, en comparación con el 15% de las mujeres de la población general.
Por lo tanto, ¿los efectos en hombres y mujeres son diferentes?
H.V.: Sí. En la sociedad heteropatrialcal en la que vivimos, las mujeres tienen peores efectos en la salud en un proceso de desahucio. Esto es porque, en general, hay diferencias de poder, de decisión, de cargos... Son una serie de factores que hacen que haya menos capacidad de control por parte de la persona.
Andrés Peralta (A.P.): Tiene que ver con la división injusta del trabajo y de cómo se cargan las tareas de cuidados a las mujeres. Como colectivo están más ligadas a la casa. Esto hace que ante un proceso de desahucio o de corte de suministros estén más expuestas a enfrentarse con ello en su día a día.
¿También en relación al cuidado de los niños?
H.V.: El discurso que se transmite de intentar no transmitir a tu hijo el problema hace que el adulto responsable acumule todo el estrés, la tristeza y la preocupación, porque no lo está externalizando. Hay muchos casos de personas que no lo han querido compartir con la familia por miedo a no preocuparles. A los hijos, un proceso de pérdida de la vivienda les afecta directamente en cuanto al fracaso escolar y también porque rompen los vínculos con la escuela y con los amigos.
A.P.: En el caso de pobreza energética también se ven directamente las consecuencias para los niños, sobre todo encontramos peor desarrollo psicomotor, además de los resultados escolares. Cuando una familia se preocupa porque tiene que elegir entre pagar el alquiler o comprar comida de calidad, o incluso intentar que tu hijo pueda ir de excursión con la escuela, esto aumenta el estrés y la ansiedad. También tiene una consecuencia directa en la calidad de la alimentación y la nutrición, ya que si una familia tiene que pagar los suministros, querrá decir que estará gastando menos en comida sana, como frutas y verduras.
Por lo tanto, estaríamos hablando de problemas en la salud física y mental, pero también de hábitos saludables.
H.V.: Los impactos en la salud mental implican un mayor riesgo de depresión, estrés, ansiedad y aumento del riesgo de suicidio. Hay un estudio en Estados Unidos que demuestra cómo la gente que está en las primeras etapas de retraso en el pago tiene cuatro veces más riesgo de depresión que quien no tiene ningún impago. En cuanto a la salud física, hay más riesgo de sobrepeso y obesidad y de contraer enfermedades crónicas. También problemas de hipertensión arterial y de mayor mortalidad por problemas cardiovasculares. El tercer punto, y esto es clave, es el tema de hábitos. Una persona que está viviendo un proceso de desahucio cambiará sus conductas. Hay quien empieza a fumar por el estrés o que ya no podrá seguir teniendo una dieta saludable. ¿Qué elegirías, pagar la luz o comprar verduras? También hay casos de gente que tenían una vida saludable y hacían deporte que lo han dejado de hacer a raíz del problema con la vivienda.
Uno de los mensajes que más repite la PAH es que “no es tu culpa”.
H.V.: Hay un problema muy grande en cuanto a los desahucios que es la sensación de culpabilidad y vergüenza. Esto afecta a los procesos psicológicos por culpa de esta sensación de fracaso, vergüenza, aislamiento... La PAH, además de la lucha política, busca apoderar a la gente y ayudarles a no sentirse culpables. La sensación de no controlar tu futuro es una de las más terribles que hay.
Por tanto, ¿el sentimiento de grupo es importante en cuanto a la salud mental?
H.V.: Siguiendo con el ejemplo de la PAH, por un lado hay un apoyo mutuo claro, de cohesión social, de hacerte sentir acompañado. Pero hay otro factor que no se tiene en cuenta en un primer momento y es que la persona que está allí se da cuenta que también puede ser útil para alguien y que le puede ayudar. Esto lo resignifica todo y hace que la persona vuelva a dotarse de identidad. Hace que entiendan que ellos también son importantes.
A.P.: Tenemos que cambiar de chip, como personas y como sociedad. Debemos dejar atrás la culpabilización y entender que la vivienda es un derecho. Aunque no pague no me pueden dejar en la calle con mi familia. No se puede negociar con la vivienda.
Recientemente hemos visto la creación del Sindicato de Inquilinos .creación del Sindicato de Inquilinos
H.V.: Todas estas iniciativas colectivas son un factor protector que atenúa los efectos negativos de la crisis de la vivienda. Por el apoyo social, por la ayuda mutua, por el hecho de sentirte acompañado, que no eres el único al que le pasa. Te ayudan a apoderarte ya quitarte la sensación de fracaso y aislamiento, a organizarte para luchar y cambiar las cosas.
A.P.: Todo va ligado. Una persona que tiene problemas para pagar el alquiler o la hipoteca, muy probablemente también tendrá para pagar los suministros como el agua o la luz. Cuando tenga que irse del barrio, seguramente irá a un menos servicios y que estará alejado del tejido social de la persona. Además, no pagar las deudas crea un estigma social que hace que la persona limite las interacciones sociales, causando estrés y ansiedad que puede terminar ocasionando problemas físicos también.
H.V.: En la PAH las personas afectadas reencuentran la red social que han perdido. Muchos han perdido los amigos que tenían o los círculos por donde se movían han dejado de existir, algunos de manera traumática y otros que por situaciones de la vida o por haberse ido del barrio. Todas las iniciativas sociales que promuevan la integración, la cohesión y el trabajo conjunto, como la PAH o el Sindicato de Inquilinos, en términos de salud colectiva son muy necesarios.
¿Cómo afecta saber que un contrato de alquiler puede vencer a los tres años y pueden renegociarse las condiciones del contrato?
H.V.: El alquiler aquí se ha precarizado mucho y hoy por hoy no es una alternativa segura y sostenible. Con la finalización de un contrato, y con el estrés de la posible subida de precio, el inquilino tiene dos opciones. O te quedas en ese piso y, como no puedes pagar, te enfrentas a un desahucio, o te vas y buscas un piso asequible en el extraradio. Pero esto significa romper con el entorno, con los vecinos, la escuela, el trabajo o las actividades. Estamos perdiendo el derecho a la ciudad y esto tiene implicaciones directas en la salud mental y física.
A.P.: Establecer un proyecto a largo plazo, cuando tienes un alquiler de tres años, es muy difícil. Cuesta establecer vínculos y crear proyectos, porque no sabes qué te va a pasar en un futuro próximo. La gente se ve obligada a ir cambiando de piso cada tres años y eso te hace perder seguridad y estabilidad.
Un barrio con una alta tasa de desahucio, como por ejemplo Ciudad Meridiana, ¿qué consecuencias tiene para el conjunto de vecinos?
H.V.: En un barrio que tiene una alta tasa de desahucios, no sólo afecta a la salud de los que están afectados directamente, obviamente, sino también de los vecinos del barrio que no están afectados por procesos hipotecarios. Se verá perjudicada la salud de todos por motivos tales como el efecto de las casas vacías. Esto puede llevar a disminuir la calidad de la infraestructura pública, los servicios, a aumentar la sensación de inseguridad... Todos estos efectos en el barrio perjudicarán la salud de las personas.
A.P.: A esto hay que añadir el estigma que se crea en el barrio. La sensación de orgullo de barrio se pierde. Además del tejido social del barrio que también se pierde. Sin embargo, esto contrasta con el hecho de que se crean procesos de reivindicación vecinal que consiguen unir a los vecinos para luchar contra el sistema. Esto no quiere decir que las condiciones no se deterioren, pero sin el tejido social, los resultados y los efectos aún serían peores. Hablando con gente de la PAH, ellos definen el tejido social como un factor de protección ante todos los problemas y los efectos negativos en la salud.
¿Qué puede hacer la administración para mejorar la salud, en relación a la vivienda?
H.V.: Hay que entender que la salud está influenciada por aspectos sociales, económicos y políticos, más allá de la sanidad y de la atención al CAP o al hospital. Cuando se hacen políticas públicas se deben tener en cuenta cuáles serán los efectos que esto tendrá para la salud. Por eso recomendamos aumento del parque de alquiler social, fomentar leyes que permitan contratos de alquiler más estables, potenciar la dación en pago, escribir leyes que apunten hacia los suministros y la pobreza energética, la regulación de los precios del alquiler... Son medidas que puede parecer que están lejos de la salud, pero que tienen mucho que ver.
A.P.: Una de las cosas perversas del sistema de vivienda es que muchas veces las intervenciones de las administraciones, como construir parques o reformar pisos, crean un proceso de gentrificación. Esto se debe a que no hay un parque de alquiler social o leyes que estabilicen el precio del alquiler. Por lo tanto no estamos permitiendo que los vecinos se queden en el barrio. En el contexto macro que hay actualmente, es muy difícil la actuación de las administraciones sin crear procesos de desplazamiento de vecinos.