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La vacunación también va por barrios: el mapa de Barcelona que muestra diferencias entre ricos y pobres

El coronavirus se ha cebado durante meses con la población más pobre. Lo que inicialmente era una sospecha, el mayor impacto de de la COVID-19 en grupos de población desfavorecida, se ha acabado confirmando en ciudades como Barcelona, donde las tasas de contagios de algunos distritos de menor renta han duplicado la de los más ricos. Más de un año después desde su inicio, la situación de la pandemia ha dado un vuelco. La vacunación avanza viento en popa en toda España. Pero, de nuevo, lo hace a distinta velocidad en función del código postal.

Las diferencias no son insalvables, puesto que la campaña de vacunación verdaderamente masiva ha empezado este mes de mayo, pero sí son lo suficientemente relevantes como para que se hayan encendido algunos farolillos rojos en la Administración. En Barcelona, una ciudad con amplias diferencias económicas entre distritos, se observa con claridad. Con datos oficiales del Departamento de Salud del jueves, la cobertura con primera dosis de la población de entre 60 y 65 años en Ciutat Vella, el distrito más desfavorecido, era del 72%. En Sarrià-Sant Gervasi, el más acaudalado, del 85%.

Esta distancia entre zonas de distinta renta se constata más allá de Barcelona, entre los centros de otras ciudades catalanas y sus periferias, aunque tiene algunas particularidades. Una de ellas es que la brecha es mayor entre las franjas más jóvenes que se están vacunando, como los de 50 a 55 años –que empezaron a ser llamados hace dos semanas–. A partir de los 70 y sobre todo 80 años, las diferencias entre barrios se reducen. 

Aún así, entre los que tienen de 60 a 65 años, que en Catalunya están siendo inmunizados desde hace casi dos meses, existen trece puntos de diferencia entre Sarrià y Ciutat Vella. La mayoría de distritos se mueven en porcentajes en torno al 80%, pero Nou Barris, de renta baja, queda en 78%, mientras que Les Corts, de renta alta, en un 82%. Por áreas básicas de salud, que alcanzan perímetros más pequeños, se observa lo mismo: desde un 76% de vacunados en centros como Les Hortes del Poble-sec hasta un 85% en Les Corts-Pedralbes.

Las diferencias en materia de salud entre barrios ricos y pobres no son algo nuevo. Al contrario. Sin ir más lejos, la esperanza de vida media de la capital catalana puede ir de los 78 a los 83 años en función del distrito. Cinco años más de vida si naces en la zona alta. Desde la obesidad infantil hasta los ictus, está ampliamente demostrado que la población vulnerable sufre más problemas de salud debido a sus condiciones de vida y a sus hábitos. Pero, ¿por qué debería ir más lenta su vacunación, si las dosis son gratuitas y se distribuyen equitativamente por todos los centros de salud?  

Tanto los expertos como las autoridades sanitarias trabajan principalmente en dos hipótesis. La principal es que sea una cuestión de brecha digital. Si al inicio de la campaña se llamaba a los mayores de 80 años por teléfono desde el centro de salud, ahora en las franjas por debajo de 70 años se les convoca por SMS, en el caso de los que tienen patologías, o directamente se les anima a que sean ellos los que entren a la web de la Generalitat a pedir hora. Pero no todo el mundo se maneja con la misma facilidad en los formularios internet. Esta podría ser una de las razones que mantenga rezagadas a las capas más desfavorecidas de población.

El otro motivo que barajan los profesionales es que los mensajes confusos acerca de las vacunas, con el debate sobre AstraZeneca a la cabeza, estén generando un mayor recelo entre personas con menos capital social y cultural. Es decir, con menos capacidad de contrastar la información.

“La vacunación se ha planteado como una campaña universal, para todo el mundo y sin coste, y esto es algo positivo, pero en materia sanitaria tú puedes ofrecer unos servicios y que no todo el mundo tenga la misma capacidad de recibirlos”, advierte Carme Borrell, gerente de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB). A esta especialista en salud pública, medicina comunitaria y desigualdades sociales, las diferencias iniciales no la han sorprendido. “Lo que me hubiese extrañado es lo contrario”, constata, y añade que están trabajando ya en una serie de acciones para corregirlo.

Esta no es la primera vez que se observan diferencias por renta en una vacunación en España. A diferencia de las inmunizaciones infantiles, donde las coberturas alcanzan índices cercanos al 100%, en el caso de otras campañas que afectan a población adulta, como la de la gripe, sí se observa una brecha similar. Los datos del Ministerio de Sanidad reflejan que la población desfavorecida, con menos de 18.000 euros anuales de media, se inmuniza contra este virus en torno a un 40%, mientras que el resto supera el 50% (a excepción de los muy ricos, que bajan del 40%). También hay diferencias entre autóctonos y extranjeros.

En el caso de la COVID-19 no hay todavía estudios de inmunización por estratos sociales, en gran medida porque las campañas todavía está en marcha en todo el mundo. Pero en algunos países, como Estados Unidos, sí se ha monitorizado con mayor detalle. A mediados de marzo, una publicación advertía que la distancia entre grupos sociales muy y poco vulnerables era de siete puntos (25,8% y 32,5%, respectivamente). 

La brecha digital y la mirada optimista

Meritxell Sánchez-Amat, médica de familia en el centro de Atención Primaria (CAP) Besòs, fue una de las primeras que dio la voz de alerta. Lo vio venir antes de que lo reflejasen los datos. “Cuando nos dijeron que iban a convocar a la población por SMS, porque todo el mundo tiene móvil, nosotros alucinamos. ¿En qué país viven?”, expresa esta doctora, que recuerda que sí, ya queda poca gente que no tenga un smartphone, pero una cosa tener el aparato y la otra saber confirmar una cita a través de una web de la Administración. O, cuando menos, tener cerca a un hijo, hija u otro familiar para que te ayude. 

Para Sánchez-Amat, la falta de competencias digitales de una parte de la población es la principal causa de estas diferencias. Y esto, paradójicamente, podría ser una buena noticia. Una señal de que esto es así es que esas diferencias de vacunación por renta se van reduciendo a medida que se aumenta la franja de edad. En los de 50 a 55 años la distancia entre Nou Barris y Sarrià-Sant Gervasi es del 24% al 41%. Pero entre los mayores de 80, los distritos están ya mucho más pegados entre ellos y estos dos, de renta muy baja y muy alta, se sitúan en un 92% y un 97%, respectivamente. 

Dicho de otro modo, podría ser que las personas con más recursos respondan más rápido a la llamada de la Administración. Porque tienen un mejor manejo de las herramientas digitales o puede que también porque están más atentos a los anuncios de los medios de comunicación, porque tienen mayor disponibilidad horaria o porque se pueden permitir desplazarse a otro municipio para recibir el pinchazo. Si esta acaba siendo la razón de mayor peso, los porcentajes se tendrían que ir equilibrando con el paso del tiempo. Pero, aun así, todas las fuentes consultas coinciden en que habrá que hacer campañas específicas para lograrlo. 

La hora de corregir las diferencias

“La única solución es aplicar criterios de equidad en salud. Donde más se necesitan, más recursos y dinero se tiene que poner”, razona Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcalá y experto en desigualdades y enfermedades, que se muestra convecido de que las mismas diferencias que se observan en Barcelona se verían en otras grandes ciudades españolas si hubiese datos disponibles. De hecho, los datos de Salud reflejan disparidades entre barrios de otras ciudades como Badalona o L’Hospitalet de Llobregat, o entre Girona y su vecina Salt, con una renta mucho más baja. 

En el caso de la capital catalana, Borrell asegura que desde la Agencia de Salud Pública de Barcelona están trabajando en varias acciones que anunciarán en los próximos días. En Barcelona, las competencias sanitarias en la ciudad son compartidas entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. Algunas de esas actuaciones podrían ir dirigidas también a la población extranjera, muy numerosa en distritos con menor cobertura vacunal como Ciutat Vella, y a la que temen que no les estén llegando con la misma facilidad unas campañas hechas solamente en catalán y castellano. 

Para Pepi Estany, enfermera de Atención Primaria y miembro del Consejo Asesor de Vacunaciones de la Generalitat, la campaña se ha planteado inicialmente “a lo grande”. Cuando no hace ni cinco meses que llegaron las primeras dosis, en la capital catalana ha recibido al menos un pinchazo el 40% de la población mayor de 16 años. Esto es positivo, defiende, pero añade que ahora hay que pensar en peinar de nuevo a la población que por lo que sea no se ha vacunado y, de esta forma, corregir las desigualdades entre territorios. “Esto se está haciendo ahora con los mayores de 70 y se tendrá que ir avanzando”, defiende. 

Esta enfermera, una de las mayores expertas en vacunación de Catalunya, admite preocupación por ello, pero no alarma. “Me preocupa porque nos podemos poner en verano sin haberlo solucionado, y entonces será mucho más complicado porque hay vacaciones, tienes que ir mucho más detrás de la gente…”, enumera esta sanitaria. 

Los llamados vacunódromos, como el pabellón de la Fira de Barcelona, en Catalunya, o el Wanda Metropolitano, en Madrid, ofrecen velocidad en la inyección de dosis, pero no equidad. Miles de pinchazos al día, pero más a unos perfiles sociales que a otros. Por eso tanto Estany como Sánchez-Amat reivindican que el centro de gravedad de la campaña se devuelva en la medida de lo posible a los centros de Atención Primaria. No solo para salvar la brecha digital, sino también porque la proximidad y la confianza son las mejores bazas entre aquellas personas que sienten un mayor recelo.