Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
Diga lo que diga el FBI, el origen más probable del SARS-COV-2 es zoonótico. Ciencia frente a geopolítica
“#FBI Director Wray confirmed that the Bureau has assessed that the origins of the COVID-19 pandemic likely originated from a lab incident in Wuhan, China”.
#FBI Director Wray confirmó que la Oficina ha evaluado que los inicios de la pandemia COVID-19 probablemente se originaron a partir de un incidente de laboratorio en Wuhan, China.
Este tuit del FBI del pasado 1 de marzo de 2023 se hacía viral a los pocos minutos de ser publicado, para gran regocijo de toda la legión de conspiranoicos que parece crecer cada día. Se trata de un tuit altamente especulativo que contradice el consenso de la comunidad científica, que apunta a un origen zoonótico del virus, es decir a un salto desde una especie animal al ser humano. Como era de esperar, a las pocas horas China respondía airada, “oponiéndose a la utilización del COVID-19 para cualquier forma de manipulación política”.
¿Qué ha llevado al FBI a publicar en Twitter que, “probablemente”, la pandemia del COVID-19 pudo originarse en un laboratorio chino? No lo sabemos, aunque creemos que se trata de simple (y peligrosa) propaganda. La única prueba esgrimida es la dificultad encontrada por los inspectores internacionales para sus investigaciones en suelo chino, una justificación que no es científica, sino política. Ahora bien, ¿el FBI dejaría a China inspeccionar sus laboratorios de alta seguridad? Lo dudamos. La hegemonía histórica de EEUU les ha permitido aplicar sistemáticamente la ley del embudo, imponiendo a los demás países lo que nunca aceptarían para ellos mismos.
A diferencia de lo que afirma el FBI, desde que comenzó la pandemia miles de científicos de todo el mundo han estudiado el virus llegando al amplio consenso de que es “muy improbable” que se originara en un laboratorio. Como Jon Cohen argumentaba hace ya un año en la revista Science: “Tres nuevos estudios ofrecen una incontestable conclusión sobre el origen del SARS-CoV-2: a pesar del paso de dos años y de la falta de transparencia del gobierno chino, hay datos que pueden iluminar el mayor misterio de la pandemia. Y aunque estos nuevos análisis no llegan a la misma conclusión sobre cómo se desencadenó el COVID-19, cada uno de ellos socava la teoría de que el virus escapó, de alguna forma, del Wuhan Institute of Virology, el foco de sospechas durante mucho tiempo”.
Toda la evidencia científica existente apunta al mercado de Wuhan donde se hacinaban, en condiciones muy insalubres, animales silvestres comercializados para consumo humano. Al inicio de la pandemia, en enero de 2020, un equipo del CDC chino tomaba muestras ambientales en las que detectaba ARN del virus junto a ADN humano, confirmando la sospecha de que el mercado era uno de los primeros sitios, si no el primero, donde comenzó a propagarse el virus. El trabajo, hecho público en formato de preprint a principios de 2022, también indicaba que ninguno de los animales testados había dado positivo al virus. A principios de marzo de este año una investigadora francesa del CNRS encontraba en la base de datos GISEAD, el repositorio online internacional abierto a toda la comunidad científica de secuencias del virus, algunas “secuencias metagenómicas” ambientales utilizadas por el equipo chino. El análisis de estas secuencias era presentado el pasado 21 de marzo ante el “Grupo Asesor Científico para los Orígenes de Nuevos Patógenos” (SAGO), un grupo de expertos convocado el año pasado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), mostrando que junto al ARN del virus también había ADN de perros mapache entre otros animales, casualmente en el mismo rincón del mercado donde se detectaron los primeros casos humanos.
Cabría preguntarse cómo es posible que estos datos, que parecen tan importantes para la búsqueda del origen del virus, hayan tardado tanto en salir a la luz y lo hayan hecho tan brevemente… El equipo internacional que acaba de hacer público su análisis solicitó más datos al equipo chino, algo que este rechazó hacer, lo que acompañó de una acción impredecible: eliminar de GISEAD las secuencias publicadas. Preguntado por la revista Science el Dr. Gao, investigador principal del equipo chino, argumentó que se trataba de una “investigación que aún está en curso”. Es posible que las secuencias encontradas por la investigadora francesa aparecieran en GISEAD tras una solicitud de datos adicionales hecha por el revisor del trabajo del equipo del CDC chino, y estos las hubieran eliminado posteriormente para que no fueran accesibles hasta que su artículo, aún en formato preprint, fuera aceptado formalmente para publicación. En cualquier caso, la secuencia de eventos no ayudó a tener confianza en la transparencia del proceso por parte del equipo investigador del CDC chino.
Aunque estos nuevos datos no prueban que los animales cuyo ADN aparece en las secuencias sean el origen del virus, sí que los sitúan como buenos candidatos a ser el animal intermedio entre los murciélagos y los humanos. La evidencia que apunta al origen zoonótico del virus, ya señalada por otros trabajos, sale así reforzada, restando credibilidad a la hipótesis promovida por las autoridades chinas de que el virus entró a ese mercado a través de productos importados de otros países También resta toda la credibilidad a la hipótesis que sitúa el origen de la Covid-19 en un laboratorio chino, tal y como sostiene el FBI.
Según la opinión fundamentada de la comunidad científica, la mayoría de las enfermedades emergentes que nos han azotado durante los últimos 30-40 años, incluida la COVID-19, son de origen zoonótico. Nuestra depredación de los hábitats naturales y la relación insana y cruel que mantenemos con muchas especies animales de las que nos beneficiamos (tráfico, sobreexplotación, hacinamiento…) se sitúan en el origen de de la mayoría de estas enfermedades animales que saltan a humanos. La degradación y destrucción de entornos naturales hace que patógenos de todo tipo, en ausencia de sus hospedadores habituales, encuentren refugio en las populosas ciudades humanas, en instalaciones de cría intensiva, y en otros lugares donde los animales viven hacinados y en malas condiciones sanitarias. El resultado de este comportamiento irrespetuoso con el medio natural y hacia otros seres vivos incrementa la probabilidad de que los virus salten de especie y acaben infectándonos, con las terribles consecuencias que nos resultan muy conocidas. En el mundo académico esta situación ha sido bautizada como ecología de la enfermedad.
El ser humano tiende a ser altamente egocéntrico, y vive con la falsa idea de que cualquier innovación inteligente debe proceder de una mente humana. Sin embargo, la naturaleza tiene infinidad de estrategias evolutivas y una capacidad de crear que apenas alcanzamos a comprender. Ayer fue el SARS-COV-2, precedido poco antes de la emergencia de otros dos coronavirus, SARS-COV en 2003, que tras un esfuerzo global sin precedentes dejó tras de sí 8.000 infectados y cerca de 800 muertos, y MERS-CoV, que causó 145 infectados y 62 muertos. Sin olvidar la expansión global del ébola, que había sido restringido a África occidental y central desde su descubrimiento en 1976 hasta su expansión en 2014-2016. Podemos tener la certeza de que la naturaleza mañana nos va a volver a sorprender con un nuevo virus que será, muy probablemente, también de origen zoonótico, algo para lo que debemos prepararnos reduciendo los factores que facilitan su emergencia (como la degradación de la biodiversidad y el paisaje), y creando mecanismos de respuesta rápida. Para hacer frente a esas más que probables nuevas zoonosis es imprescindible luchar también contra la propaganda y las conspiranoias varias y sin fundamento alguno que solo favorecen intereses espurios, además de dificultar la labor de la comunidad científica.
La propaganda nos hace más vulnerables ante la enfermedad y la desigualdad. Estudios desarrollados durante la última pandemia muestran, por ejemplo, que la predisposición a creer en narrativas conspirativas estaba asociada negativamente a la predisposición a aceptar la vacunación y los comportamientos preventivos. De hecho, la irresponsabilidad política combinada con propaganda negacionista ha causado centenares de miles de muertos en Brasil y EEUU, y decenas de miles en Madrid.
El mejor antídoto contra la propaganda es el pensamiento crítico. En el caso que nos ocupa sobre el posible origen del SARS-COV-2, el buen juicio nos lleva a depositar nuestra confianza en la opinión de la comunidad científica, cuyo único objetivo es comprender cómo se propaga el virus, cómo muta, cómo ha saltado entre distintas especies hasta llegar a los humanos, cómo enferma a sus huéspedes, y cómo puede prevenirse y combatirse la enfermedad. Mientras que los intereses de la geopolítica son más oscuros e inciertos, la verdadera ciencia sólo busca el conocimiento y defender la vida, razón por la cual el sistema científico se ha dotado de mecanismos para garantizar la transparencia y protegerse de comportamientos mezquinos o egoístas. Por eso, entre la ciencia y la geopolítica nosotros apostamos por la ciencia.
Este artículo ha sido escrito por Ana Campos, Luis Santamaría, Raquel Pérez Gómez y Fernando Valladares.
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