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Desigualdad olímpica

Los atletas españoles Álvaro Martín y María Pérez reciben el oro tras la prueba de maratón mixto de marcha de los Juegos Olímpicos de París 2024

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Las delegaciones olímpicas que compiten entre sí en el mayor acontecimiento deportivo mundial representan a países y participan bajo sus banderas. Como ha ocurrido en eventos anteriores hay excepciones, como la delegación de atletas independientes que compite en París formada por un combinado de deportistas rusos y bielorrusos, cuyas delegaciones nacionales han sido vetadas por la invasión de Ucrania, y el equipo de refugiados que compiten bajo la bandera olímpica agrupando atletas que han debido huir de sus países por distintos motivos. 

Más allá de estas excepciones las olimpiadas son un juego entre países. Los medalleros por país lo dejan claro, y también lo ponen de manifiesto los deportistas al expresar la responsabilidad que sienten representando a su país en un evento de una dimensión semejante. 

La Carta Olímpica establece los principios fundamentales del olimpismo, cuyo espíritu exige “comprensión mutua, espíritu de amistad, solidaridad y juego limpio”, con el objetivo de “favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”. La carta también explicita un principio de igualdad basada en la no discriminación “ya sea por raza, color, sexo, orientación sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, riqueza, nacimiento u otra condición”. 

Este espíritu lo vemos entre los atletas, quienes no sólo regalan emoción y espectáculo sino ejemplos de superación y esfuerzo, y también de solidaridad, respeto, admiración mutua y amistad. Desafortunadamente corren tiempos en los que legiones de descerebrados viralizan su odio, que también extienden a algunos atletas llegando a faltar al respeto a la dignidad humana. Estos odiadores representan el espíritu del anti-olimpismo y tan sólo merecen ser ignorados. 

En este artículo vamos a poner el foco en un hecho desafortunado pero cierto: en un juego deportivo entre países es imposible que impere la igualdad de oportunidades. Aunque la competición entre atletas sí esté en pie de igualdad garantizada por una multitud de normas y reglas, al elevarse al nivel de país la cosa se complica. 

En primer lugar tenemos que recordar que no todos los países tienen el mismo número de habitantes, lo que obviamente influye en los resultados. Es mucho menos probable que salga una Carolina Marín, una María Pérez, una Ana Peleteiro, un Álvaro Martín o un Carlos Alcaraz en un país de cien mil habitantes que en uno de 50 millones. Estos atletas, oro para nuestro país (como escribió Antonio Banderas a Carolina Marín, “el oro no es la medalla, el oro eres tú”), son el equivalente a un boleto ganador de la lotería, y sabido es que cuantos más boletos tienes más altas son las probabilidades de que uno sea ganador. Esto, que es de Perogrullo, en principio parecería fácil de corregir sin más que dividir el número de medallas obtenidas por la población del país.  

En segundo lugar se encuentra el nivel económico del país. Los países que disfrutan de economías más saneadas están en mejores condiciones de invertir dinero en infraestructuras deportivas accesibles para todos donde sus atletas desarrollen sus capacidades. Y es que no basta con tener “boletos ganadores”, estos necesitan un lugar donde cultivarse hasta que eventualmente puedan florecer. 

En lo que sigue vamos a tratar de ilustrar esto con números. Como indicador del desempeño olímpico de cada país hemos sumado las medallas ganadas en las seis olimpiadas y paralimpiadas del siglo XXI anteriores a la actual, aún en curso. Es decir, las medallas correspondientes a los juegos de verano 2000, 2004, 2008, 2012, 2016, 2020 y a los de invierno 2002, 2006, 2010, 2014, 2018, 2022. Cuando en lo sucesivo hablemos de “número de medallas” nos referiremos siempre a esta suma, distinguiendo entre juegos de verano e invierno, olimpiadas y paralimpiadas según vayamos especificando.  

Este número de medallas lo vamos a analizar en función del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de cada país estimado por el Banco Mundial para 2022, y de su población. Ambos datos han sido obtenidos de la iniciativa Our World in Data

Impacto de la población del país

En la Figura 1 mostramos el número de medallas olímpicas (verano + invierno) obtenidas por cada país frente a este mismo número dividido por la población del país (por millón de personas). El punto rojo corresponde a España. 

Vemos en la figura que las potencias que encabezan el ranking en número absoluto de medallas dejan de serlo cuando corregimos por la población del país, pues en general se trata de países muy grandes. Por poner algunos números, Estados Unidos, Rusia, China y Alemania tienen 2,4; 4,0; 0,4 y 5,2 medallas por millón de habitantes respectivamente, a comparar con las 2,3 medallas que tiene España. 

En la Figura 2 mostramos el ranking de los 20 primeros países en número absoluto de medallas (arriba) y por millón de habitantes (abajo). Al promediar por número de habitantes algunos países muy pequeños que cuentan con algún atleta brillante que ha conseguido subir al pódium saltan a lo más alto del ranking. Es el caso de los minúsculos San Marino, que sorprendió en Tokio llevando una delegación de 5 atletas que consiguieron 1 medalla en lucha y 2 en tiro, Liechtenstein con 1 medalla en esquí alpino en Pieonchang, y Bermudas, con un oro en Triatlón en Tokio. Con una población algo mayor encontramos en el ranking a Granada, con 3 medallas en atletismo conseguidas por un mismo atleta en 3 olimpiadas consecutivas, y a Bahamas, que acumula 11 medallas en atletismo en lo que llevamos de siglo. 

Notamos que corregir de la población del país no es tan directo como promediar las medallas por habitante ya que el número total de medallas no es muy grande ni en los mejores desempeños, mientras que el rango de población varía enormemente, de pocos miles de habitantes a más de mil millones en India y China. Esto provoca un efecto estadístico que va en la dirección de favorecer a los países más pequeños frente a los más grandes cuando consiguen alguna medalla.  

Impacto de la riqueza del país

En la Figura 3 agrupamos los países por las medallas conseguidas por millón de habitantes por una parte, y su PIB per cápita por la otra, distinguiendo las medallas obtenidas sólo en verano (abajo) y sumando verano + invierno (arriba). Es inmediato ver que la inmensa mayoría de los países que no han obtenido ninguna medalla, o que han ganado menos de 1 medalla por millón de habitantes, son países pobres o con una economía modesta. 

También vemos que en las dos agrupaciones de menor PIB sumar las medallas de los juegos de invierno a las de verano no altera los resultados, a diferencia de lo que ocurre con las de mayor PIB. La razón se debe a que el medallero de invierno está dominado por países europeos con un alto PIB. Encabezando el ranking de medallas de invierno promediadas por población encontramos a Noruega seguida de Austria, Eslovenia, Suiza, Suecia, Finlandia y Estonia. En el puesto 2 de este ranking se sitúa el tan pequeñísimo como riquísimo Liechtenstein, con su medalla en esquí alpino. 

Resulta bastante elocuente que el PIB per cápita promedio de los 33 países que han obtenido alguna medalla en los juegos de invierno del siglo XXI sea 47K, a comparar con los 28K de los 123 países que han obtenido medallas en los de verano, y los 22K promedio cuando se consideran los 200 países participantes.

En la Figura 4 mostramos el PIB per cápita de los países frente al total de medallas (verano + invierno) promediadas por población. Ambos ejes se han pintado en escala logarítmica. El punto rojo corresponde a la posición de España, y los puntos amarillos a países con menos de un millón de habitantes. Vemos que estos tienen menos probabilidad de obtener medallas olímpicas por la sencilla razón de ser más pequeños, pero cuando lo consiguen al promediar por habitante pasan a la parte alta de la figura. 

Aunque hay bastante dispersión, pues además del efecto estadístico de la población hay otros factores que afectan al desempeño deportivo de un país, la relación entre éxito olímpico y riqueza económica no deja lugar a dudas. La mayor parte de los países sin medallas con más de un millón de habitantes son países muy pobres, y entre los que han obtenido medalla notamos una clara correlación entre medallas por habitante y PIB per cápita. Algo que, por otra parte, no resulta sorprendente.

En la Figura 5 mostramos la misma información que en la Figura 4 pero para el medallero paralímpico. La lectura vuelve a estar clara: a mayor riqueza, mejor desempeño deportivo. 

Como curiosidad notamos que España tiene un desempeño paralímpico mejor que el olímpico. La media de nuestro país en las olimpiadas es de 2,3 medallas por millón de habitantes, número que asciende a 7,5 en las paralimpiadas. No obstante, para poder comparar estos números debemos corregir del hecho de que durante el siglo XXI se han repartido más medallas paralímpicas (10.724) que olímpicas (7.453) dado que, por razones obvias, hay más modalidades paralímpicas. Al corregir de este efecto para poder comparar los números las 7,5 medallas promedio paralímpicas pasan a 5,14, lo que supone más del doble que las 2,3 olímpicas.

También notamos que hay 13 países, en general muy pobres, que no han obtenido ninguna medalla olímpica pero sí se han subido al pódium paralímpico. Entre estos países aparece Irak con 15 medallas y Palestina y Pakistán con 3 medallas cada uno. Con 8 medallas encontramos a Angola, todas ellas obtenidas por un atleta que perdió la vista con 26 años, José Sayovo, cuya historia de superación es un ejemplo para todos.

Las olimpiadas y paralimpiadas nos hacen disfrutar a través de las hazañas de los atletas y de su comportamiento, fiel al espíritu olímpico. Pero también nos recuerdan que el mundo es un lugar desigual y que esta desigualdad, tan injusta, también impacta de lleno en el deporte. 

En la medida de nuestras posibilidades todos debemos esforzarnos por erradicarla para hacer del mundo un lugar mejor, y qué mejor que inspirarnos en el afán de lucha y superación de los atletas. Como dijo Ana Peleteiro tras quedar fuera del pódium en París, “unas veces se gana, en otras se aprende”. Frente a las dificultades y sinsabores no hay que venirse abajo y tirar la toalla. Ese debe ser el espíritu.   

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