Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El aval del PPE a la ofensiva contra Ribera aboca a la UE a una crisis sin precedentes
Sánchez impone al PSOE evitar el cálculo partidista en la crisis valenciana
OPINIÓN | El extraño caso del doctor Óscar y el señor Puente, por Enric González

Cambios profundos en la ciencia española, lo pide Europa…

En una mañana cálida de verano, con la vista puesta ya en unas urgentes vacaciones, resulta difícil decir algo nuevo sobre la ciencia en España… Llevamos una larga temporada describiendo las carencias actuales y futuras, denunciando atropellos y obviedades, argumentando posibles soluciones para consolidar lo logrado hasta ahora y mejorar las perspectivas de la ciencia en éste país. Hemos firmado manifiestos y pegado con cinta adhesiva cartas abiertas a las puertas de un Ministerio que no lleva la palabra ciencia en su nombre y que es reticente a la crítica. Hemos pasado etapas reivindicativas con manifestaciones y actos de rebeldía y protesta. Nos ha hervido la sangre al ver a nuestros mejores científicos abandonar el país, unos por ser jóvenes y carecer de futuro laboral aquí y otros por ser prestigiosos y recibir ofertas muy estimulantes fuera de España.

En esta mañana de finales de Julio corre una brisa fresca. Se publica en un breve comentario sobre un informe europeo con un análisis y varias recomendaciones para encarrilar la ciencia de nuestro país. El informe no dice nada que no supiéramos. No dice nada que no hayamos dicho ya. Pero dice mucho, lo dice sin paños calientes y lo dice a petición del propio Ministerio de Economía y Competitividad. El frescor de primera mañana y el olor a verano nos hace creer que quizá por ello el informe tenga repercusión y el Ministerio se decida a hacer algo. La Secretaria de Estado, Carmen Vela, dice que el informe es coherente y que el esfuerzo que se plantea es razonable. No sabemos qué significa eso realmente, pero creamos por un momento que el único partido político que no ha firmado la carta por la ciencia y que ostenta la mayoría absoluta se decide a seguir las recomendaciones.

En el informe elaborado por el comité del área de investigación e innovación europea (European Research Area and Innovation Committee, ERAC) se plantean cambios estructurales importantes. No sólo que hay que incrementar la inversión en ciencia, pasando del 0,61% a al menos un 0,70 % del producto interior bruto (ojo que esto supone renunciar a menos de la mitad del objetivo de Lisboa establecido en un 3% del PIB), si no que hay que mejorar la gestión de los fondos, hay que dar continuidad a los programas más allá de los breves periodos de gobierno de uno u otro partido (el famoso pacto de Estado que hemos estado pidiendo desde hace años) y hay que instaurar una cultura de incentivos y apoyos basada en el rendimiento demostrable de cada grupo o institución académica o científica. El incremento de los recursos, siendo necesario, debe basarse en una adecuada planificación estratégica que contemple un horizonte temporal de al menos 10 años y sustentado en un amplio consenso político. Se destaca la fragmentación y aislamiento de los grupos e instituciones dentro del ámbito nacional, la escasísima movilidad geográfica e institucional del personal científico, la precaria planificación estratégica, el incumplimiento de programas de consolidación de investigadores jóvenes (la llamada tenure-track position, planteada y prometida desde hace más de tres años, por ejemplo, e incluida explícitamente en los compromisos de estabilización de los contratos Ramón y Cajal que luego muchas veces no se materializan), y algunas cuestiones más que resultaran familiares a todos los que leemos o escribimos sobre estos temas.

El informe enfatiza la necesidad de un cambio “cultural”, es decir, en la forma en la que se hacen las cosas, se planifican, se evalúan, se financian. Indica la importancia de implantar sistemas de evaluación internacional que sean la base para distribuir los fondos de investigación en función de la excelencia y el rendimiento, de revisar y cumplir los compromisos internacionales en materia científica y de aceptar que los fondos deben dirigirse en una proporción creciente a los grupos e instituciones de mayor calidad y rendimiento. Ya hemos comentado otras veces que dicho cambio en la inversión no tiene porqué concentrarse en unos pocos grupos e investigadores. De hecho, los grupos y centros de tamaño medio son los más productivos, por lo que no es razonable centrarse exclusivamente en los grandes. Pero este cambio sí debe estar íntimamente ligado tanto a la productividad como a la rendición de cuentas sobre los resultados obtenidos por cada centro, departamento o grupo de investigación. Preocupa no sólo el qué sino el cómo: se plantea la transición a una carrera científica no basada en el funcionariado, pero si no estamos bien conformes con cómo se realiza la contratación sobre la base de los méritos, no podemos estarlo tampoco con cómo se procederá con los despidos, en el caso de que lleguen a darse.

Ese cambio cultural no debe aplicarse sólo a los sistemas de evaluación, sino también a la implicación del tejido empresarial en la investigación científica y tecnológica. El informe resalta la baja capacidad de I+D e innovación de las empresas españolas, significativamente más baja per cápita que en el resto de los países del entorno europeo. También retrata la limitada conexión entre empresas tecnológicas e universidades, que frena la transferencia de conocimiento y la competitividad de la industria española. Es obvio que la política de dedicar la mayor parte de los fondos de investigación para empresas a créditos blandos que en su mayoría no se ejecutan no da ni dará frutos tangibles. Hace falta un cambio radical en las propias empresas, tanto en su estructura productiva como en su nivel de inversión en I+D+i –en departamentos propios y mediante convenios con las universidades y centros de investigación.

Aunque aún es de mañana, el sol comienza a apretar. Respiremos hondo, carguémonos de ilusión y optimismo, pero estemos preparados para el sofoco y el calor. No olvidemos el país en el que vivimos, aunque a veces es saludable cerrar por un momento los ojos y soñar. Soñar con unas vacaciones y con un buen regreso. Soñar con un nuevo estado de las cosas donde lo público se defiende, se mejora, se incentiva. Soñar con un clima político en el que es posible generar consensos sobre asuntos de estado que eviten los vaivenes presupuestarios y programáticos en áreas clave. Soñar con un país que respeta el trabajo continuado, que apoya a los innovadores, y que demuestra la confianza en los que estudian e investigan mediante cambios estructurales profundos que potencian su labor.

En una mañana cálida de verano, con la vista puesta ya en unas urgentes vacaciones, resulta difícil decir algo nuevo sobre la ciencia en España… Llevamos una larga temporada describiendo las carencias actuales y futuras, denunciando atropellos y obviedades, argumentando posibles soluciones para consolidar lo logrado hasta ahora y mejorar las perspectivas de la ciencia en éste país. Hemos firmado manifiestos y pegado con cinta adhesiva cartas abiertas a las puertas de un Ministerio que no lleva la palabra ciencia en su nombre y que es reticente a la crítica. Hemos pasado etapas reivindicativas con manifestaciones y actos de rebeldía y protesta. Nos ha hervido la sangre al ver a nuestros mejores científicos abandonar el país, unos por ser jóvenes y carecer de futuro laboral aquí y otros por ser prestigiosos y recibir ofertas muy estimulantes fuera de España.

En esta mañana de finales de Julio corre una brisa fresca. Se publica en un breve comentario sobre un informe europeo con un análisis y varias recomendaciones para encarrilar la ciencia de nuestro país. El informe no dice nada que no supiéramos. No dice nada que no hayamos dicho ya. Pero dice mucho, lo dice sin paños calientes y lo dice a petición del propio Ministerio de Economía y Competitividad. El frescor de primera mañana y el olor a verano nos hace creer que quizá por ello el informe tenga repercusión y el Ministerio se decida a hacer algo. La Secretaria de Estado, Carmen Vela, dice que el informe es coherente y que el esfuerzo que se plantea es razonable. No sabemos qué significa eso realmente, pero creamos por un momento que el único partido político que no ha firmado la carta por la ciencia y que ostenta la mayoría absoluta se decide a seguir las recomendaciones.