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Familias del edificio desalojado en Guadalajara achacan el deterioro del inmueble a la escasa cimentación

Algunos vecinos, afectados por el desalojo del edificio de Guadalajara, esperan ser reubicados en otros pisos durante el periodo que dure la rehabilitación del bloque

Raquel Gamo

Con indignación, incertidumbre y miedo. Así afrontan los vecinos de la comunidad de Laguna de la Colmada el desalojo indefinido que sufrieron de sus casas hace una semana, en Guadalajara. “Pensábamos que se nos iba a caer el edificio encima, porque el desalojo por riesgo de derrumbe se hizo de madrugada y en 20 minutos”, recuerda a eldiarioclm.es Estíbaliz Zahonero, una de las vecinas afectadas, de 40 años, que habitaba en esa vivienda con su hijo Alberto desde hace 13 años. 

Desde entonces, una veintena de familias perjudicadas vive de forma temporal en algunos hoteles de Guadalajara, a la espera de ser realojados en distintas viviendas de alquiler de la capital alcarreña durante los próximos días. “Mi hijo tiene siete años y es angustioso vivir en un espacio tan pequeño tantos días. Necesitamos una solución rápida, afirma Rubio a este medio. Otros vecinos optaron por aceptar la ayuda económica ofrecida por los servicios de Bienestar Social para gestionarse personalmente el arrendamiento.

Alberto Rojo, delegado de la Junta en Guadalajara confirma a eldiarioclm.es que “los técnicos están trabajando incansablemente para poder informar próximamente sobre qué obras han de realizarse en el edificio y en qué plazos”, al tiempo que “se garantiza lo antes posible una vivienda en la ciudad para cada una de las familias durante el periodo que dure la rehabilitación del bloque”. 

Cuando concluya el trabajo integral que los técnicos están desarrollando en las áreas afectadas del bloque, se conocerá el alcance de las deficiencias del edificio, en qué consistirán las obras de rehabilitación y el tiempo en el que los vecinos podrán regresar a sus hogares. Algunas familias achacan el origen del deterioro del edificio y posterior desalojo a la pobre cimentación de unos de los inmuebles. Según comenta Estíbaliz, el firme debería haber sido de 9 metros, pero solo se excavó 1 metro de profundidad durante la construcción en 2004. “No creemos que sea posible arreglar el bloque sin tirar el edificio, porque se está inclinando hacia adelante. La constructora hizo la obra demasiado rápido”.

Además, en el segundo edificio, que completa la promoción inmobiliaria de Gicaman, situado a escasos metros, en la calle Laguna de Taravilla, también se han registrado anomalías de grietas en la edificación. Por ello, los vecinos, alarmados por la desocupación del otro edificio, han solicitado a los técnicos que revisen también la estructura de este bloque para comprobar su situación y ver si es preciso llevar a cabo alguna intervención.

Desalojo forzoso

Todo comenzó en la madrugada del 11 de enero cuando los residentes fueron desalojados de sus viviendas por orden del Ayuntamiento de Guadalajara, después de que las grietas aparecidas en diversas estancias del bloque se agravaron en los últimos días. Según relatan algunos vecinos a este digital, los golpes en las puertas de las viviendas y el operativo de bomberos, servicios de emergencia y políticos que acudió a los bajos del edificio aumentó el nerviosismo entre las personas. “Fue un momento de desconcierto y nervios, porque no sabía que iba a pasar, pero estaba convencida de que la situación era grave. Mi hija pensó que nos estaban robando en casa”, reconoce Pilar Rubio, otra de las inquilinas más antiguas de esta comunidad emplazada en el barrio de Aguas Vivas.

A pesar de que unos días después del primer desalojo, la Consejería de Fomento permitió el regreso de los vecinos a 26 de las 44 casas, un nuevo informe de los técnicos de Gicaman desaconsejaba que permanecieran personas dentro del inmueble. La razón era que se iban a desarrollar pruebas de carga y de apuntalamiento en las zonas dañadas, para conocer el estado real de este edificio público, tras detectarse problemas en el tiro de la escalera central.

El presidente regional, Emiliano García-Page visitó junto a la Consejera de Fomento, Agustina García Élez a los vecinos del edificio, tras conocerse que el Consistorio había ordenado el desalojo del bloque por seguridad. En declaraciones a los medios, la titular de Fomento quiso transmitir un mensaje de tranquilidad a las personas afectadas informándoles de que “no había problema de derrumbe”; así como matizó que se trataba de un problema relacionado con “pilares que no asientan sobre la losa, sino en un lateral que tira de la fachada” y “de ahí que se hayan abierto grietas y fisuras en las viviendas”.

Con posterioridad, García Élez participó en una reunión celebrada en la Dirección Provincial de Fomento de Guadalajara junto al delegado del Gobierno regional en la provincia; el director general de Vivienda y Urbanismo, José Antonio Carrillo; y el presidente de Gicaman, Javier Barrado, con el objetivo de coordinar el plan para facilitar una residencia alternativa a las personas perjudicadas hasta que concluyan las intervenciones en el inmueble de Laguna de la Colmada. Unos trabajos que, según admiten los técnicos, podrían prolongarse más de seis meses.

Desde el Partido Popular de Castilla-La Mancha, la diputada, Cortes Valentín aseguró que pedirán responsabilidades a la Junta por la desocupación de las 44 viviendas de Aguas vivas. Además criticó “la dejadez” del Gobierno regional en política de vivienda y apuntó al hecho de que el ejecutivo castellano manchego haya “dedicado cero euros a Gicaman” como la causa que ha provocado el “desalojo forzoso” del bloque de residencias en la capital alcarreña.

Por su parte, Alberto Rojo, considera estas manifestaciones “irresponsables” en una situación en la que “necesitamos la colaboración de todos, porque la prioridad es atender las necesidades de las personas perjudicadas”.

Años de grietas y filtraciones

El edificio desalojado, propiedad de la Junta de Comunidades, está ubicado en el barrio guadalajareño de Aguas Vivas. Construido en 2004 por la empresa pública GICAMAN, la edificación se distribuye en dos bloques de 44 viviendas, el más voluminoso, formado por 35 viviendas y el otro anexo, más reducido, que alberga nueve casas. En 2005, las viviendas se entregaron a los inquilinos en régimen de alquiler social con opción a compra dentro de un plan de vivienda de alquiler para jóvenes, impulsado por el Gobierno de Castilla-La Mancha.

Aunque las grietas y la caída de falsos techos en diversas estancias del bloque han sido el detonante para que la administración regional decidiera desocupar el edificio, las anomalías en la comunidad de Laguna de la Colmada vienen sucediéndose desde hace años. Según denuncian algunos vecinos han sufriendo molestias de grietas e inundaciones en sus casas desde el año 2008, tres años después de la entrega de los pisos. “Hace 10 años, hubo filtraciones, se reventaron los sumideros y se inundó el baño de mi casa”, cuenta Estíbaliz.

Pilar explica a eldiarioclm.es que, en 2010, su trastero se anegó de agua, se concentraron los malos olores y desde entonces no ha podido utilizarlo con normalidad. Ambas vecinas coinciden en afirmar que “alertaron” a la constructora de lo ocurrido en viviendas y trasteros, pero que “nunca recibimos contestación ni soluciones de la constructora”.

En el grupo de personas afectadas por el desalojo existen situaciones sociales difíciles como desempleo, discapacidad, violencia de género, e incluso, el caso de algunos okupas que han ocupado varios pisos vacíos del inmueble. Nancy Andrango, de origen ecuatoriano, es madre de dos hijos y sufrió violencia machista durante años a manos de su ex marido. Residía en el edificio desde hace 11 años: “Estoy atemorizada por el futuro de mis hijos, que padecen secuelas psicológicas por todo lo que he vivido. Esa es mi mayor preocupación y dolor”, asevera a eldiarioclm.es.

La adversidad con la que estas personas conviven diariamente, tras haberse quedado sin hogar y sin conocer todavía donde vivirán a medio plazo, ha fortalecido su relación de amistad “Somos como una gran familia”, puntualiza Andrea Cacho, hija de Pilar. Ahora, su mayor inquietud es instalarse en una “casa digna” para recuperar el pulso del día a día junto a sus hijos hasta que puedan regresar a sus casas.

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