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La salud: un tesoro personal, un bien común, un derecho universal

La salud es uno de los ámbitos en los que el desmantelamiento del supuesto estado del bienestar está siendo más crudo o cuando menos más visible. La dicotómica batalla entre el mantenimiento de lo público y su privatización, se está librando de manera evidente en favor del lado neo-liberal.

Quizá la estrategia para contrarrestar el creciente dominio del capitalismo sobre lo poco que le quedaba por devorar no venga directamente por hacer una acérrima defensa de lo público tal y como lo conocemos, sino por salirnos del pensamiento binario y atrevernos a mirar más allá, para pensar en los fundamentos y derechos básicos de la sociedad, no como servicios públicos –estatalizados, gestionados por las administraciones públicas–, sino como bienes comunes, cuyo mantenimiento y desarrollo depende en gran medida de nuestro deseo de recuperación del estatus político como ciudadanas que nos han arrebatado o que seducidas por esa cómoda promesa de bienestar, hemos delegado completamente.

Por eso, debemos superar la idea de usuarias, clientes y votantes que casi hemos naturalizado. Superar la idea de sujetos pacientes, para corresponsabilizarnos en el desarrollo de la vida de una forma más justa y saludable. Como sugieren en el blog Mi salud, tu salud, nuestra salud, atrevernos a afrontar los límites y problemas del modelo público, para recuperando y potenciando su dimensión comunitaria, abrir nuevas vías comunes de construcción colectiva.

Y en lo referente de manera específica a la salud –entendida como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades– esto implica: desarrollar investigaciones y crear colectivamente recursos sanitarios profesionales y mantenerlos de forma compartida; fomentar la implicación activa de las personas y otros agentes no sanitarios en el desarrollo y socialización de hábitos y conductas saludables; potenciar las posibilidades de cuidar(nos) a través de redes formales e informales de apoyo mutuo y colaboración; y al mismo tiempo, deslegitimar prácticas, que ya por habituales nos parecen lícitas, pero que no hacen sino esquilmar y patentar lo común y privatizar un ámbito que no debería ser negociable, como es el de la salud.

Para caminar en esta dirección, necesitamos recursos, plataformas, herramientas libres y abiertas; precisamos movilizarnos, organizarnos y capacitarnos y, sobre todo, afrontar un cambio cultural no exento de contradicciones y conflictos alrededor de deberes y derechos, de responsabilidades, corresponsabilidades y delegaciones de responsabilidad, además de muchos juegos de intereses. Y para ello debemos abrir posibilidades, atrevernos a experimentar modelos.

Con ese objetivo de explorar nuevas maneras de proponer, promover y financiar iniciativas innovadoras en el campo de la salud y la vida saludable, desde Innobasque, a través de Goteo, y con la colaboración de la Obra Social La Caixa, se ha puesto en marcha Crowdsasuna, una convocatoria de crowdfunding dirigida a proyectos orientados a la resolución de problemas o necesidades del ámbito de la salud, con vocación de hacerlo de manera libre y abierta.

El pasado 1 de octubre, cinco iniciativas comenzaron sus campañas para buscar la implicación ciudadana, su colaboración y aportación económica, a la que se sumaran de forma complementaria 12.000 euros de una bolsa de Capital Riego, fomentando formas de inversión social corresponsables entre el ámbito público, el privado y la sociedad civil. Un mix de proyectos que ejemplifican la amplitud de ámbitos que afectan a la salud:

Intoxicaciones infantiles, un sistema internacional de vigilancia toxicológica pediátrica en urgencias, en el que ya están implicados 44 servicios de hospitales de todo el mundo; una iniciativa de investigación, evaluación y registro colectivo de las posibles diferencias de las intoxicaciones agudas infantiles existentes en el mundo, para así poder diseñar medidas preventivas más eficaces.

El Portal CUIDAdano, el co-diseño, la prueba piloto en un vecindario y la creación de un manual de implementación práctica para construir una red de intercambio y apoyo vecinal que recupere el sentimiento de comunidad y fomente la idea de ciudadanía corresponsable de los cuidados en portales, manzanas, barrios.

Gimnasio Emocional, un lugar donde ejercitar y una serie de programas de entrenamiento (fisioterapia, higiene del sueño, risoterapia, psicomagia, meditación...) dirigidos a poner en forma nuestra mente y nuestras emociones, aprender a regularlas, comprender su utilidad para superar las dificultades del día a día.

Bicicletas para todos, un proyecto que, gracias a la puesta a libre disposición de bicicletas adaptadas, quiere hacer accesible la práctica del ciclismo y la posibilidad de disfrutar del turismo activo y saludable a personas con problemas de movilidad y otros tipos de discapacidad.

La ciudad de las niñas y los niños, un serious game colaborativo para fomentar la movilidad sostenible y promocionar el camino escolar seguro, involucrando en ello a toda la comunidad, con el objetivo de devolver a los menores la autonomía perdida en el uso y disfrute del espacio público.

Además de éstos, cada vez podemos encontrar más proyectos relacionados con la salud que buscan financiación mediante crowdfunding. Ideas e iniciativas, que ya sea por su carácter experimental, por no considerarse de interés general o por no encontrar hueco dentro de una (i)lógica que sólo se rige por las leyes del mercado, necesitan de otros mecanismos para llevarse a cabo. Desde pequeñas propuestas como Acompanya'm, un decálogo ilustrado para facilitar el acompañamiento de las necesidades emocionales de la mujer durante todo el proceso del embarazo, parto y posparto; o The Skylight, un adaptador que conecta smartphones a microscopios para hacer fotos y vídeos y compartirlos, muy útil para la medicina de campaña, la ciencia DoItYourself y los laboratorios caseros; hasta proyectos de escala planetaria comp P2P for rare disease, una red social sobre enfermedades raras para conectar globalmente a pacientes, familiares, amigos, proveedores de atención médica, y fomentar el apoyo mutuo, compartir síntomas y experiencias o desarrollar investigaciones en común.

Pero más allá del modelo de financiación, lo que representa un cambio radical es la idea de compartir, de funcionar bajo los fundamentos de lo libre y abierto, como manera de hacer más eficiente y eficaz aquello que queremos que sean o vuelvan a ser recursos y servicios comunes.

Existen muchísimas iniciativas en este sentido en el ámbito de la salud, relacionadas con software y hardware, con compartir datos o generar comunidades. Soluciones de ensayo clínico, analítica y prescripción, como las ofrecidas por Clinovo u Open Heath Care, relacionadas con la investigación, con nuevos productos y servicios o con el autodiagnóstico y autocuidado. Paquetes de herramientas libres para la gestión sanitaria, la investigación y la información médica, como GNU Health, un sistema libre de gestión hospitalaria, que optimiza la colaboración y comunicación entre los profesionales de la salud; y otros muchos ejemplos reunidos en esta amplia lista en Wikipedia. Laboratorios que impulsan la ciencia cívica y la corresponsabilidad con una vida más saludable, como PublicLab, que desarrolla nuevas herramientas de investigación en salud ambiental comunitaria, que se caracterizan por su bajo costo, ser de código abierto, fáciles de usar y modificar, y estar conectadas a redes de datos compartidos. O empresas sociales y comunidades que buscan maximizar el impacto social y ambiental para mejorar la calidad de vida de las personas, como por ejemplo Open Health Comunity, centrada actualmente en el campo de la oncología, pensando en un creciente tipo de cáncer que puede ser tratado y, por tanto, pasa de tener un desenlace fatal a convertirse en una enfermedad crónica, lo que deriva en nuevas necesidades y formas de tratamiento. Un sinfín de interesantes propuestas, sobre las que descubrir mucho más, por ejemplo en opensource.com.

En definitiva, múltiples formas de sumarnos a la marea, para promover la salud como tesoro personal pero también, y antes que nada, como bien común y derecho universal del que todas debemos corresponsabilizarnos.

La salud es uno de los ámbitos en los que el desmantelamiento del supuesto estado del bienestar está siendo más crudo o cuando menos más visible. La dicotómica batalla entre el mantenimiento de lo público y su privatización, se está librando de manera evidente en favor del lado neo-liberal.

Quizá la estrategia para contrarrestar el creciente dominio del capitalismo sobre lo poco que le quedaba por devorar no venga directamente por hacer una acérrima defensa de lo público tal y como lo conocemos, sino por salirnos del pensamiento binario y atrevernos a mirar más allá, para pensar en los fundamentos y derechos básicos de la sociedad, no como servicios públicos –estatalizados, gestionados por las administraciones públicas–, sino como bienes comunes, cuyo mantenimiento y desarrollo depende en gran medida de nuestro deseo de recuperación del estatus político como ciudadanas que nos han arrebatado o que seducidas por esa cómoda promesa de bienestar, hemos delegado completamente.