Por qué estamos en una metacrisis, y cómo salir de ella
Todos sabemos lo que es una crisis, pero ¿“metacrisis”? El término puede resultar confuso. Aún así, según varios filósofos, tecnólogos y economistas, estamos inmersos en una y por eso, precisamente, no somos capaces de entenderla bien.
El prefijo meta, que significa “más allá” en griego, se utiliza para referirse aquello que excede un estudio o conocimiento. La metalinguística estudia, no ya el lenguaje, sino su relación con la cultura y la existencia. La metafísica no analiza la realidad, sino que la cuestiona. La metaficción es una novela sobre cómo escribir novelas.
En este sentido, la metacrisis es una crisis fundamental que está detrás del resto de las crisis que experimentamos: sociales, ecológicas, económicas y existenciales. Esta metacrisis subyacente es la incapacidad humana para percibir y comprender las diferentes crisis que se producen a nuestro alrededor y actuar de manera coherente.
Una crisis de crisis
Por ejemplo, hay una mayor certeza de que el cambio climático es inminente y potencialmente catastrófico, pero ningún país da pasos reales para atajarlo y las decisiones políticas están sujetas a interminables debates cortoplacistas.
El capitalismo ha agotado un modelo que está sujeto a burbujas y crisis cada vez más profundas y frecuentes, y está generando cada vez más desigualdad, pero la mayoría de las personas que participan en él no conciblen alternativas.
Por su lado, la democracia está amenazada por la creciente desigualdad económica y social, y la manipulación mediática en redes sociales, orquestada por los grandes poderes y, en lugar de cambios reales, se produce una creciente polarización y enfrentamiento entre ideas extremas.
La crisis sanitaria desatada por la epidemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad de las organizaciones estatales para afrontar enfermedades infecciosas. El discurso social se está polarizando en todo el mundo y prevalecen la agresión y el conflicto sobre la cooperación. La sociedad se está “tribalizando” con profundas fracturas entre las familias, poblaciones, países y continentes.
Al mismo tiempo, también hay una crisis educativa en la que los sistemas educativos, a pesar de proporcionar niveles crecientes de formación, no proporcionan las herramientas necesarias para comprender estos fenómenos sino que tienden a la especialización en aquello que resulta más rentable.
Lo que no comprendemos nos puede destruir
En definitiva, la metacrisis es una crisis de percepción y comprensión. Los problemas a los que nos enfrentamos tienen tantos factores y están tan conectados unos a otros que a menudo un ser humano individual solo ve una parte y, al mismo tiempo, se convence a sí mismo de que está viendo el todo.
Daniel Schmachtenberger, fundador de Consilience Project, una iniciativa para enfrentarse a la metacrisis, afirma que las soluciones locales que se adoptaron, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, ya no son suficientes en un mundo globalizado, y plantea tres posibles escenarios en el futuro:
- Caos (malo): nadie asume el control de la situación y las crisis llevan a la desaparición de la civilización humana.
- Opresión (malo): los gobiernos se vuelven totalitarios y comienza una nueva era de feudalismo en todo el mundo.
- Coordinación global (bueno): comprende un esfuerzo masivo en educación, incentivar las virtudes cívicas, la creación de una cultura y sabiduría emergentes y el uso de la inteligencia artificial para controlar una economía más justa.
Las solución que ofrece la fundación de Schmachtenberger es la creación de una “sociedad digital abierta” y nace de la misma tecnología que está detrás de los problemas actuales. Por ejemplo, la inteligencia artificial ya se está usando para maximizar los beneficios en los mercados bursátiles de las empresas, lo que en última instancia lleva a una explotación de los recursos naturales, una mayor desigualdad en la población y un deterioro de la democracia.
La propuesta consiste en retomar el control de la tecnología y poner el poder en el conjunto de la sociedad. Por ejemplo, combinar la inteligencia artificial con blockchain, una tecnología que permite descentralizar la información, sea de las transacciones financieras o de los contenidos educativos, y hacerla prácticamente imposible de manipular. Al mismo tiempo, usar la tecnología para favorecer el acceso a la educación y el conocimiento de cada vez más personas, y facilitar la cooperación entre ellas.
Aunque estas soluciones parecen fuera de nuestro alcance, ¿podemos hacer algo individualmente para mejorar la situación? El Center for Humane Tecnology, dirigido por el experto en ética de la tecnología Tristan Harris, anima a las personas a tomar control de su uso de la tecnología para evitar ser controladas por ella, con ejercicios muy simples:
- Apagar las notificaciones del teléfono.
- Eliminar las aplicaciones “tóxicas” como Facebook, Instagram o TikTok.
- Utilizar aplicaciones que nos ayudan a mejorar como por ejemplo aquellas que nos ayudan a dormir mejor, reducir las distracciones, concentrarnos en el trabajo o meditar.
- Eliminar la crispación de nuestra dieta informativa, bloqueando o dejando de seguir a quienes publican veneno en redes sociales.
- Seguir a voces razonables en redes sociales con quienes no estamos de acuerdo.
- Fomentar la compasión y la comprensión, haciendo una pausa antes de entrar en una pelea en redes sociales.
- Crear espacios sin móvil, evitar el móvil en el dormitorio o pasar sin él un día a la semana.
- Practicar la gratitud.
- Ayudar al periodismo local e independiente.
Las crisis humanas se han vuelto demasiado grandes para que el individualismo funcione. La humanidad se enfrenta, quizá por última vez en la historia, al dilema de cooperar o desaparecer.
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