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Una abogada al frente del Titanic. El medio ambiente descarrila con el PP

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La negra sombra de la tecnocracia convierte el debate sobre la formación de políticos y gestores en un terreno pantanoso. ¿Debe ser médico un Conseller de Sanidad? ¿Economista uno de Hacienda? Quizás no, dado que son personas –es un decir- de la estricta confianza del Presidente de la Generalitat. Lo que sí debería estar meridianamente claro es que la segunda línea de los departamentos del Consell debería estar comandada por gente experta en la materia, que haya desarrollado su carrera profesional –al menos en parte- en aquello que se pretende gestionar.

Les pongo un ejemplo. Supongamos que en 2015 Ximo Puig nombra a un biólogo como Director General de Formación y Cualificación Profesional. O a un ambientólogo al frente de la Dirección General de Industria. Automáticamente empezarían las suspicacias sobre amiguismos, pago de favores o la poca preparación del nuevo gobierno.

Eso mismo acaba de pasar con el gobierno de Alberto Fabra y la Dirección General del Medio Natural. Ocupada hasta el momento por Alfredo González, un cargo del que desconozco la formación (no ha habido forma de averiguarla) pero que ha acreditado suficientemente su completa ignorancia e incompetencia por lo que respecta al medio ambiente, ha pasado a manos de Salomé Pradas. Abogada con bufete propio, no se le conoce ni el más remoto vínculo con cualquier materia ambiental, y eso que hay muchas vías para hacerlo desde el Derecho. Tampoco inquietudes relacionadas con el medio ambiente al margen de su actividad profesional: su cuenta de Twitter es reflejo de ello, a pesar de que desde su nombramiento ha hecho dos tuits verdes, uno sobre la “Hora del Planeta” y otro sobre detenciones del SEPRONA. Por algo se empieza.

Pero siguiendo con el símil planteado al principio: ninguno de los medios que ha informado de su nombramiento ha hecho siquiera mención a la patente falta de preparación de Pradas, a su evidente no adecuación al perfil de la DG del Medio Natural. No tengo nada en contra de ella –al contrario, parece abierta y dialogante-, pero su idoneidad es fácilmente cuestionable. Con su elección, el PP manda el mensaje que no es capaz de captar a nadie –a nadie- más preparado para gestionar el medio natural. Y eso, permítanme que se lo diga, es muy preocupante. ¿Es incapaz el partido de gobierno de atraer a una sola persona -¡una!- suficientemente cualificada para desempeñar un cargo crucial en la Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente? ¿No tiene entre sus afiliados, de los que tanto presume, una sola persona -¡una!- con más experiencia profesional en el medio ambiente que una abogada que se dedica a asesorar a empresas y familias? No me lo creo.

¿Entonces? Lo que nos transmite el PP es que le da absolutamente igual lo que pase con nuestro medio ambiente. Que es un nombramiento de trámite, que dan por amortizada el área, que colocan a alguien de confianza para que haga lo que le digan sin rechistar; que se la trae al pairo, simple y llanamente. Que no piensa revertir la precarización de los puestos de trabajo asociados a los parques naturales –los pocos que quedan, después del salvaje ERE de Vaersa. Que la política forestal y la biodiversidad son asuntos de tercera fila, que no merecerán la más mínima atención en el año y poco que les queda de legislatura. Que quizás están más preocupados por los agujeros legales de su empeño privatizador del territorio que por otra cosa.

¿Tecnocracia? Ni es lo que pido ni sería lo deseable. Creo y apuesto por las decisiones políticas. No hay apolíticos que valgan. Los técnicos son los encargados de trabajar sobre el terreno, y los consellers, de aplicar (¡ay!) un programa electoral. Pero en medio alguien debe ejercer de correa de transmisión y, para ello, es necesario entender el manual de instrucciones. Yo no me subiría en una montaña rusa en la cual yo mismo hubiese revisado sus vagones y raíles. ¿Cómo sabría detectar fugas en la amortiguación, qué juntas son peligrosas? Supongo que ustedes tampoco.

Que lástima que los montes y marjales no sean parques de atracciones.

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