Joan Romero y Andrés Boix coordinan un foro en el que especialistas en diversos campos aportarán opiniones sosegadas y plurales sobre temas de fondo para una opinión pública bien informada
¿Turismo o conocimiento? No. Turismo y conocimiento
A corto plazo, todo lo que se haga, con seguridad sanitaria, por sostener la caída turística (entre 50.000 y 90.000 millones de euros) es positivo para los sectores turísticos y para toda la economía. Pero el corto plazo no es el momento de “cambiar” el modelo turístico.
Sí es apropiadorepensar cómo mejorar lo que ahora existe. Incluso incitar a que se propongan objetivos cuantificables y medidas a medio y largo plazo. Para iniciar un nuevo andamiaje conviene entender primero la resistencia o las dificultades del cambio.
En 1950, no más de 25 millones de personas viajaban entre países; en 2019, un sexto de la población mundial, unos 1200 millones de personas transitaban como turistas. Un crecimiento de tal calibre sólo es comparable a la difusión de aparatos y plataformas tecnológicas.
Es precipitado y erróneo afirmar que las externalidades negativas del turismo masivo (congestión, daños ambientales, ruido, presión en precios, etc.) se anularían con turismo virtual. En la actualidad con un no-generalizado a la proximidad física podría proponerse la sustitución de turismo físico por virtual. La tecnología sustituye algunos productos físicos asociados al turismo como guías, mapas y folletos (impresos) pero alienta la ampliación de la experiencia visual. Los pocos estudios empíricos muestran que turismo físico y turismo virtual son complementarios y no sustitutivos.
Por el lado de la demanda no es fácil modificar comportamientos asociados al crecimiento de la renta per cápita mundial de los últimos 70 años.
El “exceso” de demanda no se arregla con un incremento de los precios; las externalidades negativas no se evitan con impuestos. La competencia no es perfecta y el modelo de negocio de la oferta turística, verdadero inductor de la demanda, no ha ido por derroteros óptimos. La elección de una reducción continuada de los costes ocasiona las externalidades negativas del aumento de la demanda.
El consumo de bienes y servicios turísticos se completa cada año, luego no hay “exceso” de demanda turística. Hay suficiente capacidad productiva para abastecer a los 85 millones de turistas internacionales del pasado año y más. La satisfacción de un número creciente de turistas genera las externalidades negativas. Las políticas impositivas contra las externalidades (por ejemplo, tasas por turista) más que afectar la demanda, incluyen al sector público como “parte interesada” en el crecimiento turístico (y, por tanto, en continuar con la reducción de costes por parte de la oferta).
Un modelo turístico de alta calidad, exclusividad y altos precios (léase Mónaco) sólo es posible si las rentas subiesen en alta proporción. En tal caso, se tendría satisfacción turística en muchos más lugares y el trozo de renta turística seguiría ocupando, en tales sitios, una proporción importante. Desaparecería la concentración y las externalidades negativas. Hoy, esto es una quimera y desconozco que alguien -institucionalmente- haya propuesto con realismo un tránsito parecido, ni tampoco ninguna política de “descongestión”.
Observemos la oferta, ahí está la clave.
El modelo turístico es un modelo “low cost”, los sectores turísticos han optado por aumentar el empleo de salarios bajos y reducir los costes de aprovisionamiento de tal forma que la productividad, que es un resultado de la actividad, es 0 o negativa. El motor que consigue una u otra productividad es una combinación de tecnología e inversión. Y el motor del modelo español no ha trastocado la tendencia decreciente o negativa de la productividad de los sectores turísticos.
Comparemos el modelo turístico con el de los productos y, sobre todo, de las plataformas tecnológicas. El sector tecnológico opera bajo un modelo de negocio basado en las “economías de larga cola”: volúmenes grandes y crecientes de demandantes a los que se extrae relativamente poco. Gracias a la tecnología de la red, los costes de replicación son marginales y próximos a cero. Es un modelo de gran rentabilidad con una cúpula de trabajadores cualificados en TIC y de alta retribución y, en los casos que se requiere una distribución física del output, con un número mayor de trabajadores con salarios bajos o medios.
El modelo turístico, comparte con el tecnológico los grandes volúmenes de demandantes, pero tiene características propias que recortan su rentabilidad relativa: las barreras de entrada a la actividad son más bajas, la concentración empresarial está muy diluida frente al alto grado de concentración empresarial de las tecnológicas; requiere proximidad física y utilización del medio natural lo que ocasiona externalidades negativas. No utiliza trabajadores cualificados ni inversiones cuantiosas en tecnología TIC y su tendencia a la reducción de costes la encuentra en la reducción de costes salariales o de los espacios. Finalmente, El tamaño de los distintos mercados turísticos es pequeño porque requiere localidad y proximidad del consumidor y eso resulta en empresas pequeñas. El tamaño de las tecnológicas es mundial y así las empresas son enormes (lo que también facilita su “elusión fiscal”).
La importancia económica del turismo se minusvalora con esa cifra repetida del 12,3% del PIB. En perspectiva macroeconómica, el turismo contribuye significativamente a financiar el endémico déficit comercial. En perspectiva sectorial resulta que para algunos sectores turísticos el gasto turístico supera el 50% del valor añadido de esos sectores (el 80% en alojamientos) y para el conjunto de los 11 sectores “turísticos” es el 25%. Así visto, se entiende que el turismo no es un sector económico, es una actividad que contribuye a una mejor balanza de pagos y que determina en gran medida los resultados de sectores económicos que pesan cerca del 25% del valor añadido español.
Los problemas radican en que el resultado de su operativa es una productividad decreciente o 0 y pocos efectos de arrastre: los sectores turísticos pesan mucho menos en la producción que considera las relaciones con otros sectores proveedores que en el valor añadido que sólo considera los inputs primarios (el trabajo y el capital). Por eso, el futuro no puede estar sostenido por la manera actual de operar de los sectores turísticos. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, suprimir el turismo por no se sabe qué.
Es cierto que hoy la economía española funciona con mucho turismo y poca ciencia. Pero sustituir turismo por ciencia es darse continuados golpes en la pared. Situar el punto de partida del “repensamiento” en turismo y ciencia es posibilista y adecuado. Entendemos por ciencia, conocimiento que se aplica en tecnologías concretas.
Hace años, en 2006 estudié las KISA (actividades de servicios intensivos en conocimiento) aplicadas al sector turístico[1]. Las KISA son tecnologías aplicadas mediante actividades de investigación y desarrollo, consultoría de gestión, servicios TIC, gestión de recursos humanos, servicios legales y de protección intelectual, marcas, contabilidad, financiación y actividades de servicios relativos al marketing. Si pincha aquí puede ver las tecnologías concretas aplicadas al sector hotelero, al hostelero, a los transportes, etc.
Dos resultados importantes: la mayor parte de la innovación, de los sectores turísticos, se genera mediante KISA y el desfase entre necesidades y disponibilidad de servicios KISA en los sectores turísticos españoles era y es notable. Tenemos pues la primera piedra concreta de ese plan, referido antes, a medio y largo plazo: invertir en servicios KISA. La segunda, no sólo usar intensivamente servicios de conocimiento en los sectores turísticos sino producir las tecnologías y servicios KISA que luego puedan ser exportados a uno de los mercados de mayor volumen y crecimiento, el turismo.
La economía española no está en la línea de salida de la producción de tecnología básica y genérica. Pero perderíamos la posibilidad de subirnos al tren de la tecnología, que está moviendo y moverá la economía mundial, si renunciamos a la experiencia acumulada en la actividad turística en la que tenemos el segundo mayor mercado mundial (Estados Unidos que ocupa la primera posición no es un competidor en tecnología aplicada porque ya es el número uno en tecnología genérica). Así que turismo y conocimiento y no hace falta desarrollar los viajes interestelares para sostener y mejorar lo que ya tenemos.
* Juan Carlos Collado, doctor en Economía por la Universidad de Berkeley, California
[1] https://www.oecd.org/sti/inno/34655225.pdf en Innovation and Knowledge Intensive Services Activities, OECD, March 2006, Paris. ISBN 92-64-02273-2
A corto plazo, todo lo que se haga, con seguridad sanitaria, por sostener la caída turística (entre 50.000 y 90.000 millones de euros) es positivo para los sectores turísticos y para toda la economía. Pero el corto plazo no es el momento de “cambiar” el modelo turístico.
Sí es apropiadorepensar cómo mejorar lo que ahora existe. Incluso incitar a que se propongan objetivos cuantificables y medidas a medio y largo plazo. Para iniciar un nuevo andamiaje conviene entender primero la resistencia o las dificultades del cambio.